29.11.18

DIEZ RAZONES PARA ESCRIBIR / ROLAND BARTHES


No siendo escribir una actividad normativa ni científica, no puedo decir “por qué” ni “para qué” se escribe. Solamente puedo enumerar las razones por las cuales creo que escribo:

1)    por una necesidad de placer que, como es sabido, guarda relación con el encanto erótico;
2)    porque la escritura descentra el habla, el individuo, la persona, realiza un trabajo cuyo origen es indiscernible;
3)    para poner en práctica un “don”, satisfacer una actividad distintiva, producir una diferencia;
4)    para ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado;
5)    para cumplir cometidos ideológicos o contra-ideológicos;
6)    para obedecer las órdenes terminantes de una tipología secreta, de una distribución combatiente, de una evaluación permanente;
7)    para satisfacer a amigos e irritar a enemigos;
8)    para contribuir a agrietar el sistema simbólico de nuestra sociedad;
9)    para producir sentidos nuevos, es decir, fuerzas nuevas, apoderarse de las cosas de una manera nueva, socavar y cambiar la subyugación de los sentidos;
10)  finalmente, y tal como resulta de la  multiplicidad y la contradicción deliberadas de estas razones, para desbaratar la idea, el ídolo, el fetiche de la Determinación Única,  de la Causa (causalidad y “causa noble”), y acreditar así el valor superior de una actividad pluralista, sin causalidad, finalidad ni generalidad, como es el texto mismo.

28.11.18

PRINCIPIOS Y FINALES / LUCIANO LAMBERTI

"Los finales, en cambio, son los que le otorgan sentido a la experiencia, como dijo Piglia. En la masa amorfa de la vida no hay finales. Tampoco hay principios, ni clímax muchas veces, ni conflictos definidos, ni “personajes esféricos”, ni vueltas de tuerca, pero sobre todo no hay finales. Es por eso que muchos escritores, sobre todo amateurs, terminan matando a sus personajes en las últimas páginas: porque otorga la ilusión de final, cuando todos sabemos que la muerte puede ser el principio de una buena historia, que el mundo sigue andando, como dice el tango, y que nada termina realmente. Somos nosotros, los que imaginamos historias y podemos mal o bien llevarlas al papel, lo que les damos un final, que es siempre artificial, un corte deliberado en el continuum del tiempo para indicar: es ahí donde hay que dejar de contar, donde es mejor callar, donde el personaje está frente al abismo o del otro lado del abismo, o ve al abismo acercarse hasta su casa con segura lentitud. El sentido de la experiencia es la vieja moraleja sin moral: las rachas de información que podemos extraer, como culebras vivas, de lo que nos pasó. Leemos: “En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo” (El guardián entre el centeno, de Salinger), leemos: “Le acababan de conceder la Legión de Honor”, la frase con la que se cierra el destino del entrañable y miserable Homais en Madame Bovary, de Flaubert. Leemos el maravilloso último párrafo de la no menos maravillosa La carretera, de Cormac Macarthy: “Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vemiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio”.

"El texto completo en el blog de Eterna Cadencia.

27.11.18

ROLAND BARTHES / EL PLACER DEL TEXTO


“Todo el mundo puede testimoniar que el placer del texto no es seguro: nada nos dice que el mismo texto nos gustará por segunda vez; es un placer que fácilmente se disuelve, se disgrega por el humor, el hábito, la circunstancia, es un placer precario (obtenido gracias a una plegaria silenciosa dirigida a las Ganas de sentirse bien y que estas Ganas pueden revocar); de ahí proviene la imposibilidad de hablar de ese texto desde el punto de vista de la ciencia positiva (su jurisdicción es la de la ciencia crítica: el placer como principio crítico).
El goce del texto no es precario, es peor, es precoz; no se produce en el tiempo justo, no depende de ninguna maduración. Todo se realiza de una vez y este arrebato es evidente en la pintura actual; desde el momento en que es comprendida el principio de la pérdida se vuelve ineficaz, es necesario pasar a otra cosa. Todo se juega, se goza, en la primera mirada."

26.11.18

EL PLACER DEL TEXTO / ROLAND BARTHES


“Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.
Aquel que mantiene los dos textos en su campo y en su mano las riendas del placer y del goce es un sujeto anacrónico, pues participa al mismo tiempo y contradictoriamente en el hedonismo profundo de toda cultura (que penetra en él apaciblemente bajo la forma de un arte de vivir del que forman parte los libros antiguos) y en la destrucción de esa cultura: goza simultáneamente de la consistencia de su yo (es su placer) y de la búsqueda de su pérdida (es su goce). Es un sujeto dos veces escindido, dos veces perverso.”

“El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas –pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo.”

23.11.18

DECIMOSEGUNDA REUNIÓN DE LA SEXTA CLÍNICA DE CUENTO DEL GALPÓN ESTUDIO


En la última Clínica de cuentos del Galpón Estudio tuvimos la generosa visita de Claudia Piñeiro. Leímos todo “Quién no” como tarea para el hogar y “Salsa Carina” en presencia de ella. Personalmente me gustan mucho los dos primeros cuentos, “Lo de papá” y “Dos valijas”, que ya habían sido estudiados por aquí cuando salieron en Verano 12. También me gustan “Claro y contundente”, “El abuelo Martín” y “Lo mejor de vos”. Gran libro. Comimos empanadas de carne y bebimos malbec.

Ella estuvo impecable, como siempre. Nos leyó una crónica que quedó afuera del volumen (justamente por ser más crónica que cuento), que habla de un pueblo de Galicia y de dos mares. Y de su abuela, y de su papá cuando era un gurrumín. Nos explicó cómo pensaba y fabricaba sus novelas. Respondió a todas las preguntas que le hicimos. Firmó libros a los presentes. Fue muy bueno tenerla, una emoción.

Después seguimos con el taller. Leyeron Mariana, María y Lili. Día de mujeres en el Galpón Estudio. Mariana además nos regaló la noticia del segundo lugar que acaba de obtener en el III Premio Nacional Literario S.E.G.A. – Miramar 2018, en microcuento. La publicaron y ganó plata. Difundo su joyita por acá:

“Despedida
 No pude evitarlo. Se soltó de la correa y cruzó la calle ciego, sin pensar. El automóvil lo izó un segundo en el aire y luego lo dejó romperse contra el pavimento gris. 
Corrí desesperado. Al llegar, vi a mi fiel amigo inmóvil sobre su sangre. 
Pronto la mañana se llenó de gente, de sirenas, de voces superpuestas. Todos preguntando qué pasó, cómo. 
Yo intenté explicarles,  pero nadie me entendió, como es natural. 
Así que me eché a su lado y lo lamí, como siempre. Hasta que alguien me tomó en brazos y preguntó qué hacemos con el perro.”

El miércoles 28 se termina la sexta temporada. Viene saliendo todo muy bien, así que no puede fallar en el final, que es propiamente una festichola. Yo pongo la carne y el carbón, el pimpón y el metegol. Ustedes traen la picada, el pan, las ensaladas, vino, gaseosas, cervezas, sodas, lo que quieran. Pónganse de acuerdo por meil, porfa. De los dulces se ocupará nuestra repostera estrella, la arquitecta Moira Sanjurjo. Al evento están invitados los cuatro escritores que vinieron a leer: Belén Wedeltoft, Guillermo Martínez, Mariano Quirós y Clau, más nuestro querido dibujante Edu Sobico.

Para terminar me gustaría poder decir, como Barthes en su célebre lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del Collège de France, que lo que venimos haciendo por Chacarita, durante los últimos tres años, es la construcción de un pequeño saber, en nuestra humilde investigación de tantos miércoles a la noche. Adoro el final de su discurso desde mis dieciséis:

“Hay una edad en la que se enseña lo que se sabe; pero inmediatamente viene otra en la que se enseña lo que no se sabe: eso se llama investigar. Quizás ahora arriba la edad de otra experiencia: la de desaprender, de dejar trabajar la recomposición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia tiene un nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia: ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor”.

A eso aspiramos, tal vez. A una dulce sapientia a lo Roland, aunque sea así de pequeñita.

Habrá séptima Clínica el año que viene. Promesa.

15.11.18

CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO / DÉCIMOPRIMERA REUNIÓN


“Espiar es siempre un acto poco amistoso, la sustracción de un conocimiento. Todos lo sabemos, y no podemos espiar sin sentirnos culpables. Como compensación, exigimos que lo que espiamos sea sorprendente. Si espío por la cerradura de un obispo y lo descubro rezando, se revela de inmediato el carácter “ocioso” de mi curiosidad; pero si lo descubro haciendo el amor con la camarera logro persuadirme de que mi curiosidad ha logrado lo que buscaba.
De la misma manera, para satisfacer al público, los papeles privados de un autor deben ser el doble de insólitos e impactantes que sus libros.
Las cartas íntimas, los diarios, etcétera, pueden ser de dos clases: aquellos donde el escritor es dueño de la situación –escribe sobre lo que ha elegido escribir-, y aquellos donde la situación le dicta lo que va a escribir. Aquí los términos personal e impersonal son ambiguos: la primera clase es impersonal en la medida en que el escritor se ve a sí mismo en el mundo como si fuera una tercera persona; pero también es personal, ya que es personal observar de esa manera: él firma la carta y es responsable de su contenido. Viceversa: la segunda clase es personal en cuanto el escritor se identifica con lo que escribe, pero es impersonal ya que es la situación, no la persona, la que genera esa identidad.
La segunda clase corresponde al género que los periodistas denominan “testimonio”, y cuya publicación –en el caso de que fuera necesaria- debería ser anónima.”

El texto es de W. H. Auden, extractado del ensayo “El pozo de Narciso”, del libro “La mano del teñidor”, existente en nuestra bibliografía. Pinta un poco cómo me sentí dictando la única teórica sobre novela y dibujos en mis cursos de cuento, a pedido de Lili y Eleonora. La doy desde lo mío: sobre las novelas que escribí y sobre los papeles de las novelas que escribiré. Secretos bien guardados hasta hoy, en que decidí compartirlos como modo didáctico de enumerar un método creativo, mi propio método. Van fotos:























Hicimos un rico picnic con manjares que aportaron todos. Leyeron Lili, Fabián y Eleonora (maravilloso su cuento de fantasmas). Tuvimos a Edu Sobico de invitado especial, pero no hay dibujos porque vino a mirar (Sobico suele dibujar todo lo que mira, hay varios ejemplos en Milanesa con papas). - ¡Mentira, hay dibujos, jaja! Sobico es imparable. Las fotos también son de él. ¡Gracias capo! Mañana van algunos retratos individuales, en post aparte.








Cuando Auden habla de espiar un testimonio, la idea puede acercarse a la elaboración de una crónica, un lente por el cual concentramos la atención en la realidad. Pero cuando hacemos crónica –lo leí hace poquito- "escribimos sin mentir". Las ficciones son lo contrario; siempre hay historias para contar mintiendo, por todos lados. Basta fijarse un poco, nos dice el mismo Auden, ahora en un poema:

"Siempre, mi amor, hay otra historia, donde hay humo hay fuego.
Detrás del cadáver en la morgue y detrás del fantasma en la encrucijada.
Detrás de la mujer que baila y del hombre que se emborracha locamente.
Detrás del cansancio, del ataque de migraña y del suspiro.
Siempre hay otra historia, siempre hay más de lo que parece."

14.11.18

ORSON WELLS / AL OTRO LADO DEL VIENTO

"Filmas grandes lugares y gente linda. Todos esos muchachos y muchachas. Filmas hasta matarlos."

13.11.18

CIUDADANO WELLS / EL GRAN ORSON CONTESTÁNDOLE A PETER BOGDANOVICH

“El ojo de la Medusa, ¿Sabes lo que quiero decir? Todo lo que miro acaba muriendo bajo mi mirada. El ojo de la Medusa. Sí. Alguien me habló de ello. Quizá sea cierto. El ojo detrás de la cámara. Tal vez esa mirada es capaz de causar mal de ojo. En cierta ocasión me tropecé con unos bereberes en las montañas del Atlas que no me permitían ni siquiera enfocar mi cámara. Pensaban que iba a secarlos algo dentro de sus almas. ¿Quién sabe? Quizá pueda hacerlo. Secar su virtud. Sorber sus jugos vitales, de los chicos y de las mujeres e incluso de los lugares. He filmado por todas partes. Los he matado como si hubiera disparado con la cámara. ¿Whisky, Madre?”.

12.11.18

SHARON OLDS / EL DISFRAZ DE MI PADRE

De alguna manera nunca me detuve a pensar
que a mi padre le gustaba vestirse de mujer.
Tenía su lenguaje de signos para decir que las mujeres
hablaban mucho o eran estúpidas,
pero en cuanto había una fiesta de disfraces
se vestía como nosotras, las pelotas de tenis
como pechos—pelotas por pechos—la peluca rubia
de paje, el lápiz de labios, se contoneaba
con movimientos llenos de gracia
como si un solo ser pudiera contener el
universo entero, los límites curvándose de regreso para
aparecer por detrás. Seis pies, y tal vez
uno ochenta, uno noventa, tenía las piernas
formadas de un Betty Grable varón—vestido con una falda
corta, se reclinaba contra una columna de la biblioteca
haciendo durar su quinto trago, mirando
a su alrededor desde la reclusión de su máscara
con esos ojos salados. La vecina
tenía cola y orejas, estaba envuelta en papel de aluminio,
era Kitty Foil, y mi madre tenía
un pequeño esmoquin, pero él siempre ganaba
el premio. En esas noches, tenía una mirada osada,
como si se estuviera librando de algo,
un aire de triunfo, de haber robado algo que
le había pertenecido. Y que yo haya sabido, como mujer
nunca vomitó, no se desmayó, no hizo
esos gestos de desprecio con las manos, solo se reclinaba,
voluptuoso, a sus anchas, profundamente
presente, como si captara todo su potencial, cruzando
al otro lado dentro de sí mismo, y de vuelta,
al otro lado y de vuelta.

(Traducción de Inés Garland)

9.11.18

ABELARDO CASTILLO / EL TALLER LITERARIO DE CINCO MINUTOS

"El único taller literario al que fui duró cinco minutos, yo tenía dieciséis años. Había escrito un cuento larguísimo que se llamaba "El último poeta". Y fui a leérselo a un viejo, muy raro y muy sabio, que vivía en San Pedro, Bosio Arnaes, que parecía un búho. Había escrito una novela inmensa sobre los isleños. Una de las últimas veces que lo vi estaba estudiando ruso para leer a Dostoievski en ruso; la última, casi ciego, lo estaba leyendo en ruso. Recuerdo su mesa llena de papeles y de mapamundis. Lo que voy a decir ahora ya lo conté muchas veces, y hasta lo escribí, pero ya que estoy lo vuelvo a contar. A la gente le gusta que le cuenten siempre lo mismo, por eso existe la literatura. La cosa es que voy a la casa de Bosio Arnaes y le leo el principio de mi cuento, que empezaba así: "Por el sendero venía avanzando, el viejecillo". Y fue todo lo que leí, porque me paró y me dijo: "¿Por qué sendero y no camino? ¿Por qué en lugar de 'avanzando' no ponemos 'caminando'? La gente no avanza, camina. ¿Por qué 'viejecillo' y no 'viejito' o 'viejo' o 'anciano'? ¿Por qué 'el' viejecillo y no 'un' viejecillo, dado que no conocíamos el personaje?" Y cuando yo ya pensaba que era imposible cometer tantos errores en una frase tan corta, me preguntó por qué no lo había escrito, por lo menos en el sentido gramatical lógico: "El viejecillo venía avanzando por el sendero". Yo era muy joven y arrogante, mi única respuesta fue "porque ese es mi estilo, señor". El viejo me miró largo y dijo: "Antes de tener estilo, hay que aprender a escribir". Ese fue mi único taller literario, cinco minutos de duración. Desde entonces creo que corregir es un trabajo de humildad, arriesgarse a descubrir que aquello que escribiste puede no ser estupendo sino más bien un mamarracho."

8.11.18

CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO / DÉCIMA REUNIÓN DE LA SEXTA TEMPORADA


Gran visita la de ayer: vino Guillermo Martínez a leernos un cuento inédito en libro. Yo lo había leído en Verano 12, y me había gustado mucho. Lili fue la que me hizo acordar. La versión que Guillermo leyó fue más completa, con descripciones minuciosas y llenas de detalles.  En el diario explicaba lo siguiente:

Este cuento pertenece a una serie desperdigada y oculta en mis libros que podría conformar algo así como una novela de familia (de elenco variable, con algún suicida de más o alguna hermana de menos). La historia parte de dos elementos poderosos de mi infancia: una estatuita de Ceferino Namuncurá que brillaba en la oscuridad —en nuestro hogar ateo y marxista— y el recuerdo no menos luminoso de una mujer de bondad extraordinaria, diría estoica, que se ocupó de limpiar nuestra casa y de cuidarnos a los cuatro hermanos durante la infancia. Se llamaba Ramona y tenía, como la protagonista de este relato, rasgos aindiados y una religiosidad profunda y misteriosa. Es verdad también que fui a Fortín Mercedes, el santuario de Ceferino, en alguna excursión de la infancia, pero no tengo ningún recuerdo del todo auténtico de ese viaje. Sin embargo, me sumé durante la escritura del cuento a un proyecto audiovisual dirigido por Bibiana Ricciardi: una antología de historias sobre la provincia de Buenos Aires con un documental especialmente filmado para cada una. Esto requería una visita “de campo” al lugar en que se desarrollaba la ficción. A pesar de mi escepticismo inicial por lo que podría agregarme lo real estricto y la “sensación de lugar” a lo que concebía como un ejercicio más bien de desmemoria e imaginación, volví de ese segundo viaje a Fortín Mercedes con dos detalles que me parecieron piezas mágicas de un rompecabezas: la visión del Salitral de la Vidriera en el camino y, en la galería de ofrendas al santito, los guantes con que Monzón ganó su primer título mundial, que juegan un papel clave en la lucha interior de mi pequeño protagonista. 
Cuando terminé el cuento, a fines de 2016, no imaginaba que muy poco después los reclamos mapuches tendrían la dimensión y las consecuencias trágicas que mantuvieron al país en vilo.”

Antes leímos otros dos de su libro “Una felicidad repulsiva”. “Lo que toda niña debe ver” y “El sumidero de Dios”. El "sumidero" es un texto muy corto sobre una anécdota que, dijo, le contó Paenza, acerca de una estudiante que iba a dar sus exámenes de física con un rosario en la mano. No me extraña que le haya llamado la atención hasta el punto de escribir un cuento: la tensión entre el credo religioso y la explicación racional parece ser el leimotiv del matemático desde la época de “Acerca de Roderer”. Y está presente también en la historia de “El milagro invertido”. Guille dio cátedra, como siempre: con amabilidad e inteligencia. 

A pedido del público, que aumentó para este sprint final con la presencia de Mariana y de María Inés, comimos el cheesecake de maracuyá que ya es un clásico de la Clínica de Cuentos del Galpón Estudio, elaborado por la arquitecta Moira Sanjurjo, nuestra repostera favorita. Con café. Pero para el pimpón –porque hubo pimpón después de clase- tomamos cerveza Patagonia que trajo Lili. Ella sabía que era la marca que más le gusta a Guillermo. Jugamos un par de partidazos con nivel muy parejo. Acá hay una foto que documenta el asunto:



Habrá revancha para el asado del 28. Te quiero ver jugando borracho, a ver qué tul (me digo, me ordeno, me juzgo). Mi grito de guerra: ¡Sangre de horchata de chufa Nil!.



En un momento levantamos las copas para brindar por el cuento de Pablo, “Recolección”, que fue seleccionado en el concurso Itaú. Fue al final de los partidos, que solo hicieron de breve corte deportivo y momentáneo al tema literario. Seguimos hablando con nuestro invitado un rato más, cervecita de por medio, y después nos fuimos. Disfrutamos mucho de tu visita, Guille.

Recuerden que para la próxima necesito ayuda en la comida, porque tengo que preparar la teórica “cómo escribo mis novelas” y corregir todos los cuentos que me mandaron. Nos espera una larga velada de corte y confección. Sugiero que se pongan en comunicación y decidan los manjares entre ustedes, así van practicando para la picada del asado final. 

Besos y cuentos.

7.11.18

SLAVOJ ZIZEK – LA VIGENCIA DEL MANIFIESTO COMUNISTA


“La función principal de la censura ideológica actual no es aplastar la resistencia –pues de eso se ocupan los aparatos represivos del Estado-, sino aplastar la esperanza, denunciar de inmediato que el final de cualquier proyecto crítico es algo parecido al gulag. Eso es lo que Tony Blair tenía en mente cuando hace poco preguntó: “¿Es posible definir una política que sea lo que yo denomino posideológica?” En su modo tradicional,  la ideología gira en torno a la conocida expresión: “¡Has de ser tonto para no darte cuenta!” Has de ser tonto para no darte cuenta… ¿de qué? Del elemento ideológico suplementario que da sentido a una situación confusa. En el antisemitismo, por ejemplo, has de ser tonto para no darte cuenta de que “el judío” es el agente secreto que maneja los hilos entre bambalinas y controla la vida social. Hoy en día, sin embargo, en su funcionamiento predominantemente cínico, la propia ideología imperante TINA (las siglas en inglés de “No hay alternativa”) afirma que “has de ser tonto para no ver”… ¿qué? Que el cambio radical no tiene ninguna esperanza.”


2.11.18

MI DEVOLUCIÓN EN DEMOLICIÓN / CONSTRUCCIÓN

Hace doce años que no escribía una novela que me gustara. Cuentos sí, eso no lo perdí. Cuando lean el libro que saldrá próximamente en Obloshka podrán verificarlo. Pero llegué a pensar que podía haber extraviado la capacidad de escribir novelas, esa concentración maravillosa, larga, exacta, que hay que tener. Sobre todo para el tipo de novelas que escribo: con mecánica de ciencia por detrás y panoramas complejos. Y muchos personajes, realidades paralelas, viajes en el tiempo, gravedad cuántica, duplicaciones. Suelo complicarla, además, con problemas sociales. ¡Nunca una novela del yo! ¡Nunca una de puro lenguaje! La verdad es que odio las novelas que te cuentan lo que el escritor sufrió cuando su mujercita lo dejó. Odio las que son pura paja, con argumentos minimalistas o sin argumento, por el propio placer de combinar palabras. Sigo pensando, como Julio Verne o Conrad, que la ficción debe proveer aventura.

Sigue en el sitio Casa/Estudio B´atz: ¡Gracias Gra!

1.11.18

NOVENA REUNIÓN DE LA SEXTA CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO

 Vino Mariano Quirós.

Una vez me tocó jurar un libro suyo en el Festival Azabache junto a Claudia Piñeiro y a Horacio Convertini; le dimos el primer premio. “No llores, hombre duro”. Después se lo llevó a la Semana Negra de Gijón y le agregaron el Premio Memorial Silverio Cañada. Todos sus libros tienen algún galardón. Es un tipo que le saca jugo a lo que escribe. Se ganó el del FNA en cuento con “La luz mala dentro de mí” y el XIII Tusquets de España por “Una casa junto al tragadero”: novelón de fantasmas. Tiene también una editorial junto a Pablo Black que se llama “Mulita”. Capo capísimo, el chaqueño. Y además, un tipazo. Le hice mis empanadas de carne condimentadas con harissa y comino, tomamos Don David Syrah y un Cabernet Sauvignon que trajeron Lili y Fabián. Leí dos cuentos de “Torrente y otras aventuras” (Factotum) y él nos leyó uno inédito untado con crema de meteoritos.

A alguien del grupo le pareció que sus personajes eran de verdad, y le preguntó cuánto de realidad había en lo que hacía. Mariano contestó lo que los escritores solemos decir ante esa pregunta, algo razonable, de “un poco por acá y otro poco por allá”. Como si se lo hubiera pedido con la mente, hace menos de una hora recibí una respuesta posible por wasap en un texto que me mandó mi amiga Graciela De Oliveira de ON/ON, Villa Cabana. Escrito nada menos que por Úrsula K. Le Guin. Va:

“La idea de que los personajes de ficción son retratos de personas reales procede de la vanidad natural y la paranoia, y la alientan los delirios de grandeza de algunos escritores de ficción (para mí no eres otra cosa que material). Rastrear determinados elementos de los grandes personajes novelescos –Jane Eyre, Natasha, la señora Dalloway- en los rasgos de algún conocido real del novelista puede ser un pasatiempo crítico biográfico entretenido y a veces revelador. Pero sospecho que en esas búsquedas de la no ficción en la ficción se oculta un recelo de lo ficticio, una resistencia a admitir que los novelistas se lo inventan: que la ficción no es reproducción, sino invención. Siendo tan sospechosa la invención, ¿por qué se la admite allí donde no pertenece?”

Más que leer verdades en los textos de Mariano yo leo animación en los objetos que utiliza: el monte de las cotorras en “Pájaros de la cabeza”, los pollitos en “Los vendedores de pollos pequeños”, la casa en la novela del tragadero, la madre falsa –una mujer enferma, inconsciente, vuelta objeto- en el asiento trasero de su auto y en el asiento trasero del extraordinario cuento inédito que nos leyó. Los objetos animados como personajes, actuando con las personas verdaderas (decir verdaderas o de carne y hueso a esta altura del informe parece un chiste). Gracias, querido Mariano Quirós.

 En las jornadas que quedan, todo noviembre, sigue el lujo: la clase que viene nos visita Guillermo Martínez, que nos va a leer, también, un cuento inédito. La del 14 doy una teórica acerca de cómo se escribe una novela, a pedido de Lili y aprovechando que estoy escribiendo una y que publiqué otras. La del 21 viene Claudia Piñeiro a hablarnos de su nuevo libro. Y el 28 tenemos el asado-picnic-celebración final. Esta vez creo que nos saldrá mejor que nunca. Hay gente de afuera queriéndose anotar en este sprint final. Ya fue aceptada la amorosa Mariana (que estuvo en algunas ediciones anteriores del taller) y Fabián propuso a una periodista amiga. Deberíamos terminar acá con esta Clínica, bien alta en el cielo. Pero queda una montaña de cuentos maravillosos sin leer y ganitas de traer a más gente, de escuchar a Patricia Suárez, a Pablo de Santis, a Samantha Schweblin, a Elvio Gandolfo, a Jorge Accame. ¿Jugará al pimpón alguno de ellos?

Puede ser que hagamos una séptima en el 2019. Ojalá-