“Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia;
proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de
goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una
forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales,
psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus
recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.
Aquel que mantiene los dos textos en su campo y en su
mano las riendas del placer y del goce es un sujeto anacrónico, pues participa
al mismo tiempo y contradictoriamente en el hedonismo profundo de toda cultura
(que penetra en él apaciblemente bajo la forma de un arte de vivir del que
forman parte los libros antiguos) y en la destrucción de esa cultura: goza
simultáneamente de la consistencia de su yo
(es su placer) y de la búsqueda de su pérdida (es su goce). Es un sujeto dos
veces escindido, dos veces perverso.”
“El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo
comienza a seguir sus propias ideas –pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas
que yo.”
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