28.11.18

PRINCIPIOS Y FINALES / LUCIANO LAMBERTI

"Los finales, en cambio, son los que le otorgan sentido a la experiencia, como dijo Piglia. En la masa amorfa de la vida no hay finales. Tampoco hay principios, ni clímax muchas veces, ni conflictos definidos, ni “personajes esféricos”, ni vueltas de tuerca, pero sobre todo no hay finales. Es por eso que muchos escritores, sobre todo amateurs, terminan matando a sus personajes en las últimas páginas: porque otorga la ilusión de final, cuando todos sabemos que la muerte puede ser el principio de una buena historia, que el mundo sigue andando, como dice el tango, y que nada termina realmente. Somos nosotros, los que imaginamos historias y podemos mal o bien llevarlas al papel, lo que les damos un final, que es siempre artificial, un corte deliberado en el continuum del tiempo para indicar: es ahí donde hay que dejar de contar, donde es mejor callar, donde el personaje está frente al abismo o del otro lado del abismo, o ve al abismo acercarse hasta su casa con segura lentitud. El sentido de la experiencia es la vieja moraleja sin moral: las rachas de información que podemos extraer, como culebras vivas, de lo que nos pasó. Leemos: “En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo” (El guardián entre el centeno, de Salinger), leemos: “Le acababan de conceder la Legión de Honor”, la frase con la que se cierra el destino del entrañable y miserable Homais en Madame Bovary, de Flaubert. Leemos el maravilloso último párrafo de la no menos maravillosa La carretera, de Cormac Macarthy: “Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vemiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio”.

"El texto completo en el blog de Eterna Cadencia.

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