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1.1.24

ADENTRO Y AFUERA POR LOS FOGWILLS / JULIO ACOSTA

"Nielsen:

¡Qué placer leer “Adentro y afuera por los Fogwills”!

¡Qué suerte que se te ocurrió publicarlo! Tiene distintos abordajes posibles; se lo puede ver, complementariamente, como:

 ·      Un Arte Poética mate de por medio (“Un cuento no está escrito hasta que no dejó de ser editado”, podía ser una de sus reglas; “Cada escritor debe construir su lenguaje” o “Los textos deben ser leídos en voz alta” serían otras).

 ·      Como la semblanza de un escritor (o dos: el maestro y el “artista adolescente”). Y en este sentido, es provechoso ver el rasgo de ternura, ese aflojamiento de entrecasa en un prócer de nuestra literatura que se ganó (y tal vez se empeñó en hacerlo), un rostro público huraño y gruñón.

 ·      Un relato en sí. Porque la presencia femenina en ese trío es como el tercero en discordia; una presencia a la que se someten el macho viejo que sabe y el joven que puede. Hay allí una tensión erótica. El joven, ya en el texto introductorio alaba su belleza, vigente incluso al momento de la publicación.  El mayor, dueño de casa y de la manada (que ya está con ella en medio de un ritual compartido -mate- cuando el otro llega) , mea territorio: sabe de la vida de la pequeña hembra; “se lo voy a contar a tu macho”, le dice, en broma, pero recordando una potestad, un poder. Hay algo arquetípico en ese triángulo, algo paralelo a la acción madre, pero latente.  Este texto para-ficcional también crea y sostiene su lenguaje. Y es delicioso percibir ese perfume oculto.

 

Seguramente, alguien con más perspicacia podría elegir más vías de abordaje al texto.

Es una delicia esa mezcla de: comentarios sobre la yerba; discusiones sobre las líneas de colectivos; las menciones a Barthes, Piglia, Briante, etc.; reflexiones sobre ciertas palabras, su etimología, traducción o sentidos implícitos (“tótem”, “cáncer”, etc.).

Leer luego el cuento muestra la resolución del tercer abordaje mencionado (relato en sí). El joven que puede hace lo que quiere. Prestó atención a algunas cosas; a otras, no.

Otra de las máximas del abordaje segundo sería: “Todo escritor escucha lo que quiere escuchar; lo otro, lo oye”, porque seguís con tus negaciones para con ciertos signos ortográficos (las comillas, los guiones de diálogo, etcétera). Algo que no debe sorprender; si al escritor le “rompen” ciertas normas sociales, literarias, etc., por qué no romper las reglas de la puntuación. O usar las que le sirvan, las que impliquen intencionalidad, no obediencia. En fin; todo un juego de sentidos recorre este libro, sólo pequeño en sus dimensiones físicas. Fue un verdadero placer leerlo." 

30.11.22

UN POSTEO DE VERA FOGWILL EN EL FEIS / LA PELI DE MIL QUINIENTOS


 “Llegó ese día que parecía nunca iba a llegar. Correr a último momento después de tantos años de cargar con el peso de poder terminar la postproducción. Nunca permití que nadie subiera nada a las redes hasta que supiéramos que se terminaba, algunos rompieron el acuerdo en el mismo rodaje porque viven en este mundo, realidad de la que estoy apartada por elección. Realmente fue un viaje rodeado de gente amada, de un equipo de fierro y que ¡admiro tanto! Muchos están en mi vida desde la infancia, otros desde la adolescencia, otros desde la juventud y algunos se sumaron a este delirio hace tres años y medio cuando iniciamos la preproducción. Filmar en Madrid, en menos de 5 noches, las más cortas del año, que coinciden con el solsticio de verano incluyendo la noche de San Juan, que empezaban a las 23.30 y que el sol salía a las 5. Pocas horas para una película nocturna, rodada en un piso con las ventanas abiertas, donde la noche no se quería simular. Con más de cuarenta grados y con alerta por la ola de calor, con Ceci Roth y Maricel Álvarez con vestuarios de invierno, sudando no sólo por el calor sino por su roles, donde dejaron todo. Pero con el tiempo justo para hacer tomas únicas. Ninguna igual, sin improvisación, todo calculado con un texto a rajatabla pero con la intuición a flor de piel, con la libertad de cambiar algo, hasta un final. Los permisos que me di por ser además la guionista y la productora. No tener que consultar nada a nadie. Cuando empezó el rodaje les dije a todos: "este es un espacio sagrado y no tenemos que responder a nadie, y menos hacerle caso a un algoritmo que daría mal de antemano. Podemos hacer lo que queramos: propongan, arriesguen. Arruinemos todo si es necesario, para que aflore lo que tiene que salir. Dar espacios de libertad que ya no hay. Dispuesta a perder todo y feliz porque es lo que tengo, esa especie de delirio de embarcarme en riesgos de todo tipo, que jamás quisiera cambiar. Mezclados con los 35 años que llevo en esta industria donde hice de todo y fui aprendiendo de a poco, con errores sí, pero desde mi mirada nunca se puede no equivocarse y en la equivocación aparece la magia. Porque dirigir es decir que no. Aparece eso y decís -o gritas- “¡no!” y luego llega lo que tiene que llegar. Y acá estamos ahora estrenando la película, recién salida del laboratorio, en el Festival Clase A "Tallin Black Nights Film Festival", en Estonia. La película forma parte de la Competencia Oficial en la nueva sección de la crítica especializada "Critics Picks". Una sección especial enfocada en las películas más radicales, un lugar para el cine de autor donde curaron obras de arte y ensayo. En unas horas estamos presentándola por primera vez ante el público. Es raro, es como parir. Es poder verle la cara al monstruo que creaste haciendo nada, con una idea que es como coger, pero que a veces te insemina y crece, se convierte en un embarazo y podés abortarlo o dar a luz. Una productora y gran amiga Vero Cura me dijo hace muchos años: "Las películas se terminan cuando uno las abandona" y es algo que me propuse nunca hacer pero que costó mucho. La sensación es que me puse unos guantes de boxeo para esquivar todos los golpes y también tuve que dar un par bien merecidos. ¡Gracias infinitas al equipo maravilloso de película! Todos hicimos esta película. El cine es un arte en colaboración (Ripstein le agregaría gritando a esa frase: en colaboración "¡pero conmigo!", al menos eso anoté en una clase magistral suya en el ENERC hace 30 años). Pero sí, soy la autora, la que imaginó, la que pensó y escribió, la que no tiene miedo porque el arte es el único espacio donde el peligro se va porque al momento de razonarlo no es tal, no pasa nada si las cosas no salen bien y si salen bien tampoco es algo tan trascendente. Pero se convierte en una experiencia vital, sobre todo si en ese camino largo uno se rodea de gente tan talentosa y espectacular, de profesionales de primer nivel, de buenas personas y de amigos por siempre. Aun me rio recordando ciertas caras de rodaje: "¿Pero qué está haciendo esta mujer? ¿Por qué no corta? ¿Por qué quiere poner eso ahí? ¿Por qué y por qué?"... Y yo no sabía, así que no podía explicar nada, estaba escuchando mi intuición, que es algo que no tiene lógica y de lo que siempre trato de estar en sintonía. Taparme los oídos y escuchar esa voz interior que es más sabia que yo. Para poder hacerla, tuve unos amigos geniales, que aportaron con la financiación, amigos laburantes a los que no les sobra nada, pero que es evidente estaban más locos que yo. No pedimos fondos al INCAA, ni al ICAA ni apoyos, ni laboratorios, nada de eso. Por ahora es una película migrante ilegal, sin nacionalidad. Es que quién nos lo iba a dar si la primer pregunta que tenés que completar en cualquier ayuda es la motivación y mi respuesta hubiera sido: "porque se me canta el orto", "no tiene razón de ser". No denuncio la pobreza, no hablo de los pueblos originarios ni de femicidios, tampoco del tráfico de drogas o de blancas, ni de la chica de pueblo que llega a la ciudad, menos de los ricos que sufren un robo feroz. Tampoco es LGTB y el resto del vocabulario. No es la película que representa el cine latino (algo de eso si se toca en la película). Lo único en que podría estar en sintonía con estas épocas de buena suerte es que soy una autora mujer, pero la verdad siempre tuve bastantes huevos. Por lo cual mi genero hace tiempo que está en jaque mate. Pero, sí es una conversación, el lugar donde para mí habita la violencia cotidiana. De a poco iré contando cómo fue, quién es cada uno, por qué los convoqué, cómo fuimos haciendo esta pequeña bomba atómica (sí, creo que lo es). Una vez una maestra, la enorme Susana Naidich, cuando yo tenía una audición de teatro a mis 17 años y me habían dado un formulario para puntearme en todo (danza clásica, canto gregoriano, actuación griega y así muchos más) viendo que lloraba porque en todo era un cero, se enojó y me dijo: "vos siempre ponete diez, para desvalorarte están los demás". Jajaja, ¡la peli es un mil quinientos!”

30.6.22

FOGWILL EN LA AGENDA

 “Querido Fogwill: Maestro; muy buena su novela corta y, como le aseguré por teléfono, nada tiene que ver esta apreciación con el hecho de que mi vanidad se haya visto (obviamente) satisfecha al ser personaje de la obra. Te agradezco, sin que tenga que ver con los méritos del libro, que me hayas hecho ricachón, y juro devolverte en la misma moneda: a mí tenés que hacerme dictador o ricachón.” La carta de cuatro páginas, fechada el 18/9/83, está firmada por el escritor Alberto Laiseca, cuando todavía no era el Conde Láisek ni había publicado “El jardín de las máquinas parlantes”. Se está refiriendo renglón por renglón a “Help a él”, la primera versión libre de “El Aleph” escrita por Rodolfo Fogwill, en la que Beatriz Viterbo se llama Vera Ortiz Beti y Carlos Argentino Daneri es Laiseca Ortiz. Don Alberto se derrite de emoción en su misiva escrita a máquina, llena de elogios a la parodia fogwilliana, y se despide con un “Cuando termine mi novela de máquinas parlantes, te la presto. Por ahora conformate con mi obra seria”. Firmado: “Tecnocracia Monitor Triunfo”. Este y una pila de documentos extraordinarios podrán empezar a consultarse dentro de muy poco en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, área de archivos, “Archivo Fogwill”.

Ana Guerra, la encargada de alcanzarme el material, me pide prudencia. Aún falta para que los investigadores puedan acceder a todo en forma ordenada: ella calcula que los documentos se abrirán al público en la segunda mitad del año que viene. La clasificación es exhaustiva: son doce cajas de grabaciones, papeles, archivos físicos y digitales. Carlos Bernatek, mi contacto para poder hacer la nota, agrega: “La semana pasada recibimos la totalidad del material, un sueño que había tenido Leopoldo Brizuela en los cuatro últimos años de su vida, ahora destrabado gracias a una gestión de mecenazgo de la Ciudad y del Banco COMAFI, que pagaron a la familia Fogwill lo que el archivo valía”. En el momento de la foto estaba mi amigo Andrés, entre los hermanos, y Vera participó de modo virtual porque vive en Madrid. Le escribí un wasáp y logré este aporte:

“Llevamos todo adelante junto con Andy y Verónica Rossi, nuestra archivista particular. Fue una carga pesada de la que ocuparse, porque el archivo solo no hacía nada. A ver si me explico: había que lidiar con la obra de un padre muerto que pasa a exigir más que tu hijo vivo. Una pesadilla. ¿Qué más? No está la grabación tuya, Gustavo, ojalá puedas dejar una copia con la transcripción.”

Se refiere a “Adentro y afuera por los Fogwills”, del día en el que los conocí. Fogwill me había invitado a su departamento porque Gandolfo le había pasado un cuento mío. Lo leyó en voz alta, y entre Verita (adolescente) y él opinaban y me iban preguntando. Yo contesté cantidad de pavadas de joven (alguna vez tuve veinticinco años); él grabó la sesión y me regaló el caset cuando cumplí los cuarenta. La desgrabación de esa clase magistral, acá.

 

Sigo revolviendo entre las carpetas con mis guantes y barbijo y encuentro un papel con el membrete del Gran Hotel América Larre, de Constitución. Esta vez la carta, fechada el 3 de marzo de 1980, es manuscrita, desprolija, y está dividida en dos partes. Copio la primera carilla en forma completa:

“1) -a la puta madre que te parió te vas vos, Fogwill, imbécil de mierda, que desde el preciso instante en que pusiste manos (o pezuñas) sobre mi libro, perturbaste, postergaste y, finalmente, impediste mi salida.

Compasivo con los animales, te tuve hasta paciencia. En ningún momento me causó… “asombro”… el hecho de que no pudieras editar un libro mío sin actuar tu chaplinesco personaje: yo, perdoname, entiendo. (Sí, tenés que perdonarme que te entienda).

Que me odiás porque te… entiendo…, ya lo sé, o ya me lo resigno. Que te meás en los calzones para que yo te Hable y Hable, como en esta Carta, también te lo entiendo. Es lo habitual. La gente suele querer que yo le Hable. Y algún día, quién te dice, dejarás de ser gente: mantenete firme en esa esperanza.”

Firma Osvaldo Lamborghini, el de “La causa justa”.

 

Carlos me explica lo que cuesta llegar a obtener las donaciones. En las cajas leo Simón Feldman, Lía Jelín, Hermes Villordo, Abelardo Arias, Enrique Banchs, Macedonio Fernández. Ana me cuenta que el área de archivos existe como proyecto desde el año 2006. Los hay de escritores, periodistas, políticos (Frondizi), gente de teatro, cine, teóricos del psicoanálisis (Baranger), filósofos. Le pido a Carlos que me cuente cuál fue el botín más difícil de conseguir y me nombra a Bioy.  

“Estuve siete años detrás de esos archivos. Los parientes de Bioy no querían pagar ganancias por la cesión de una biblioteca, querían que la venta se hiciera en negro… ¡con el Estado! Algo imposible. La herencia fue cambiando de mano a medida que los herederos se iban muriendo. Así pasé de la negociación con su hijo, a otra con la amante de Bioy. Finalmente el tema quedó en manos de sus nietos: los libros estaban en un depósito olvidado del Banco Nación, en el microcentro. Por suerte un amigo de Bioy, el anticuario Alberto Casares, advirtió a tiempo que esa biblioteca, que el escritor había ido adquiriendo en librerías y editoriales de Londres y París, se estaba deteriorando (muchos ejemplares dormían directamente al aire libre), y decidió darle un primer orden adentro de cuatrocientas cajas. Gracias a su colaboración es que hoy podemos compartir estos archivos importantísimos. Muchos de los libros de Bioy eran usados por Borges para trabajar, y allí consta una abundante marginalia de puño y letra de Don Jorge Luis, que es el placer de los investigadores.”

Para más información sobre todos los archivos que ya se pueden consultar en la BNMM, seguir este link.

 

Le pido a Ana si no tiene algún intercambio postal con una mujer y me dice que sí; nombra a Eva Giberti. Miro las respuestas para citarlas y no las encuentro tan interesantes (son más respetuosas, no tienen el estilo de las otras). Fogwill parecía tener un personaje para los hombres, otro para las mujeres. Ana se entusiasma y me acerca un papel fechado en Pereira, el 1 de noviembre de 1983: firma Leonardo Favio. La pila sigue siendo jugosísima.

“Querido Quique: ¿Cómo estás? ¿Y tu vieja? Espero que bien, y arremetiendo contra la literatura y nuestra hermosa lengua. Yo te escribo en un día triste, muy triste. Tal vez en el momento más doloroso de nuestra gloriosa historia peronista. Claro que esto todavía no lo podés entender vos. ¡Cuánto lo siento! Si supieras lo hermosa que es esta vibración de ser peronista.” Se debe estar refiriendo a la derrota de Luder por Alfonsín. Concluye: “Nunca les perdonaré esta tristeza mía que es la tristeza de la gente buena. No descansaré hasta que el último “traidor experto en rosca” sea extirpado del Movimiento. Yo te dejo un abrazo con todo mi corazón, un beso a tu mamá y mi cariño de humilde analfabeto peronista.”

 

El “archivo Fogwill” está integrado por cartas de Eva Giberti, Jorge Barón Biza, Arturo Carrera, Juan Martini, Andrés Rivera, Juan José Saer, Héctor Viel Temperley, Alan Pauls; sus primeros contratos con De la Flor y Sudamericana, su premio Coca Cola; libros, revistas culturales, folletos y programas de mano; grabaciones, audios, videos; su intercambio con los Mondongo; los borradores de “Nuestro modo de vida”; documentos personales, administrativos y familiares; los originales del “Cuaderno de los sueños” (que ilustran esta nota); entrevistas, transcripciones, apuntes sueltos, colaboraciones, diapositivas, fotos, etcétera. Un mejunje para sumergirse y nadar durante meses: crawl. En una nota Enrique Pezzoni lo reta por una información falsa que Fogwill escribió en los diarios sobre su padre, y termina aconsejándolo “¡Portate bien!”.

“Alguna vez me moriré por estas cosas, por fumar, por respirar sin método… pero se obstina, uno, en vivir así” (Rodolfo Fogwill, 1941, 2010).

29.6.22

NUESTRO MODO DE VIDA / ARCHIVO FOGWILL

 Nos sumergimos en el fascinante y flamante Archivo Fogwill, confeccionado con el aporte de sus cinco hijos, y armado con cartas y material que el gran escritor fue acumulando a lo largo de su vida.

¡Gracias a todos en la BNMM y en La Agenda!

3.2.22

FOGWILL EN FILO / GOLOSINA CANÍBAL

AS: Nosotros estamos justo estudiando teoría de la novela, y estudiamos a Bajtín y a Lukács. Y vos sos un escritor que escribe novelas pero también otros géneros: sos poeta, cuentista. Nosotros lo vemos desde la perspectiva de la teoría, pero ¿cómo ves vos desde la práctica la diferencia entre géneros?

F: Yo te digo mi experiencia, que no es la práctica. Lo mío es muy simple y lo dije muchas veces. El cuento se escribe al dictado. No hay un solo cuento que no haya escrito al dictado. Yo con el cuento escucho una voz. Esto es así. Después vemos qué será. Me pongo en una posición psicofísica o algo, y aparece un tipo que no soy yo, y habla. Habla. A veces siento que es la voz de Hebe Uhart. Soy maricón pero no me identifico ni con Dietrich ni con Callas ni con Hayworth. Es la voz de Hebe Uhart. La filtro con Silvina Ocampo, y con Victoria -a Victoria nunca le sentí la voz, a Silvina sí. Y aparece la voz, entonces, y sale el cuento. Al dictado. A diferencia de eso, la novela se construye. Es casi redactada. A pesar de que, si la novela es buena, da lugar para que, si uno en ese momento está con la vena poética, saque la voz ésa. O cualquier otra cosa, y que eso pueda caber en la novela. Pero la novela es construcción. Lógico-matemática. En Vivir afuera, por ejemplo, cada párrafo está determinado por su contraste métrico con el párrafo anterior. Mi pelea con Sudamericana fue porque yo había diagramado el libro para un tamaño que ellos me habían dicho que le iban a dar al libro, y después, para ahorrar no sé cuántas páginas, le cambiaron el formato, y todos los saltos de página cayeron donde no tenían que caer. La diferencia es ésa: la novela se construye. No sé qué puede pasar con una novela 100% construida; seguramente, si yo lo hiciera y estuviera tan bien construida, quizás el lector deploraría algo. "Tomás Eloy Martínez ha perdido su vena lírica", dirían. Eso en cuanto a la relación cuento/novela. Nada que ver con la poesía, porque en la poesía no hay ningún interés en comunicar. Para mí. El poema se escribe siguiendo una música, y la gracia está en ver si uno acertó con la música adecuada para lo que está poniendo. Eso lo logran los poetas músicos, o también los músicos poetas -que hay cada vez menos, queda Caetano Veloso y no sé quién más."


2.2.22

FOGWILL ME SIGUE QUERIENDO

"(...) yo creo que la oralidad está también en el narrador, no sólo en los diálogos. Yo estaba ayer leyendo un hermoso cuento de Nielsen, el amigo de Piglia, que se llama "El café de los micros". Salió publicado en España. Y yo veía que Nielsen falla en los diálogos. El lenguaje del narrador te mantiene en vilo; sin embargo, cuando quiere dejar de narrar y poner la narración a cargo de los diálogos, los diálogos suenan artificiales. Es la historia de un padre que va con el hijo en un auto viejo por la ruta a la madrugada, cagándose los dos de frío, y el padre quiere que el hijo aproveche el viaje para estudiar el manual de inglés o la tabla del nueve, y el pibe quiere escuchar Hendrix. Y entonces, en este cuento que, por lo demás, es maravilloso, Nielsen falla en narrar con diálogos. Si yo fuera profesor de Letras, con el sueldazo que ustedes tienen, les daría autores que enseñan a narrar con diálogos. ¿Qué autores? Cae la noche tropical, de Puig, es un tratado sobre el tema. Yo no soy un chico culto, no fui a Letras, me recibí de sociólogo, pero no creo que haya alguien que me pueda dar otro ejemplo como el de Puig donde el lector, después de leerlo, tenga el recuerdo de un relato a partir de la lectura de 300 páginas de diálogos. Dos minas hablan, no paran de hablar, y uno va viendo sin embargo el cielo, las estrellas, el anochecer, la gente que va por la vereda. Hay que leer muchas veces eso para no cometer el error que comete Nielsen. "Dijo (Fogwill), levantando la tacita de café y encendiendo un cigarrillo ... "


Gracias Luciano Lamberti, por el descubrimiento.

29.10.10

EN GRATITUD AL REALISMO PUNK DE FOGWILL / FLORENCIA ABBATE

"Si tuviera que presentar a nuestro querido Fogwill lo haría con tres libros: Los pichiciegos. Visiones de una batalla subterránea, Muchacha punk y Vivir afuera(por cierto tres ejemplos de cómo se elige bien un título). Con esos libros Fogwill consolidó lo que podría llamarse un nuevo tipo de libertad de expresión en la narrativa argentina: contar lo que no estaba contado, representar lo impresentable, escribir siempre en contra de la corriente y contra los presupuestos culturales que rigen lo que uno espera oír acerca de ciertas cosas.
Fogwill ha sido el apasionado defensor de un tipo de literatura que ejerza una libertad que nos haga sentir un poco incómodos. Y por eso tal vez sea el único heredero de Osvaldo Lamborghini, y de su voz conmovedora y cruel; la de los libros escritos contra la hegemonía de la moral burguesa, o en términos más amplios, contra la hipocresía.
Lúcido cronista del pasado inmediato, Fogwill desarrolló una narrativa que contiene una crítica a la idea de felicidad dominante en cada época; allí están la dictadura militar, la Guerra de Malvinas, la primavera de la primera democracia y la ola neoconservadora de los 90, escritas desde el reverso de la historia oficial, como si hubiese querido revelarnos una historia argentina que permanece secreta para aquellos que la hacen.
Los pichiciegos fue el libro que asumió los riesgos de mostrar esa guerra innecesaria como una “experiencia sensible”, más allá de cualquier ideología, con diálogos casi documentales y una economía expresiva implacable como el frío que cala los huesos. Los relatos de Muchacha punk -con su uso magistral de la primera persona y lo mejor de esa tradición norteamericana que dio a Capote y a Cheever- fueron una bocanada de aire fresco y humor ácido a contrapelo de su época. Uno de ellos, “La larga risa de todos estos años”, ilumina de un modo innovador la complicidad de la sociedad civil durante la dictadura mucho antes de que el tema se pusiera de moda. Vivir afueraconsagra el pasaje de la Argentina de la tortura a la Argentina del shopping, cartografiando la “resaca” de la cultura menemista a partir de las hablas callejeras, en boca de los protagonistas del “reviente” que convivía con la hoguera de las vanidades. Una novela desprolija en tiempos en que estaba en boga la prolijidad borgiana. Un Fogwill desprolijo y urbano como Arlt, para hacernos escuchar, a contraluz de las noticias, el sonido de la ciudad desmoronándose tras un teatro de seductora opresión.
Los narradores y poetas que empezamos a publicar a fines de los 90 le debemos mucho a la obra de Fogwill. Siempre me pregunté por qué se tomaba la molestia de leer nuestros textos y criticarlos vía mail. Tal vez porque, como buen escritor, era un lector voraz; o tal vez porque sentía por los jóvenes la misma afinidad que hacia los marginales (atávicamente, le gustaban las tribus). Y acaso también para constatar que su obra podía jactarse de ser más joven que la nuestra -puesto que la juventud, como sabía Gombrowicz, es ante todo una actitud, un estilo, un inconformismo innato-, y cerciorarse de que ella quedaría flotando en el tiempo como un mito anarquista."