“Espiar es siempre un acto poco amistoso, la sustracción de
un conocimiento. Todos lo sabemos, y no podemos espiar sin sentirnos culpables.
Como compensación, exigimos que lo que espiamos sea sorprendente. Si espío por
la cerradura de un obispo y lo descubro rezando, se revela de inmediato el
carácter “ocioso” de mi curiosidad; pero si lo descubro haciendo el amor con la
camarera logro persuadirme de que mi curiosidad ha logrado lo que buscaba.
De la misma manera, para satisfacer al público, los papeles
privados de un autor deben ser el doble de insólitos e impactantes que sus
libros.
Las cartas íntimas, los diarios, etcétera, pueden ser de
dos clases: aquellos donde el escritor es dueño de la situación –escribe sobre
lo que ha elegido escribir-, y aquellos donde la situación le dicta lo que va a
escribir. Aquí los términos personal e impersonal son ambiguos: la primera
clase es impersonal en la medida en que el escritor se ve a sí mismo en el
mundo como si fuera una tercera persona; pero también es personal, ya que es
personal observar de esa manera: él firma la carta y es responsable de su
contenido. Viceversa: la segunda clase es personal en cuanto el escritor se
identifica con lo que escribe, pero es impersonal ya que es la situación, no la
persona, la que genera esa identidad.
La segunda clase corresponde al género que los
periodistas denominan “testimonio”, y cuya publicación –en el caso de que fuera
necesaria- debería ser anónima.”
El texto es de W. H. Auden, extractado del ensayo “El
pozo de Narciso”, del libro “La mano del teñidor”, existente en nuestra
bibliografía. Pinta un poco cómo me sentí dictando la única teórica sobre
novela y dibujos en mis cursos de cuento, a pedido de Lili y Eleonora. La doy
desde lo mío: sobre las novelas que escribí y sobre los papeles de las novelas
que escribiré. Secretos bien guardados hasta hoy, en que decidí compartirlos
como modo didáctico de enumerar un método creativo, mi propio método. Van
fotos:
Hicimos un rico picnic con manjares que aportaron todos. Leyeron Lili, Fabián y Eleonora (maravilloso su cuento de fantasmas). Tuvimos a Edu Sobico de invitado especial, pero no hay dibujos porque vino a mirar (Sobico suele dibujar todo lo que mira, hay varios ejemplos en Milanesa con papas). - ¡Mentira, hay dibujos, jaja! Sobico es imparable. Las fotos también son de él. ¡Gracias capo! Mañana van algunos retratos individuales, en post aparte.
Cuando Auden habla de espiar un testimonio, la idea puede
acercarse a la elaboración de una crónica, un lente por el cual concentramos la
atención en la realidad. Pero cuando hacemos crónica –lo leí hace poquito- "escribimos sin mentir".
Las ficciones son lo contrario; siempre hay historias para contar mintiendo, por
todos lados. Basta fijarse un poco, nos dice el mismo Auden, ahora en un poema:
"Siempre, mi amor, hay otra historia, donde hay humo hay fuego.
Detrás del cadáver en la morgue y detrás del fantasma en la encrucijada.
Detrás de la mujer que baila y del hombre que se emborracha locamente.
Detrás del cansancio, del ataque de migraña y del suspiro.
Siempre hay otra historia, siempre hay más de lo que parece."
Detrás del cadáver en la morgue y detrás del fantasma en la encrucijada.
Detrás de la mujer que baila y del hombre que se emborracha locamente.
Detrás del cansancio, del ataque de migraña y del suspiro.
Siempre hay otra historia, siempre hay más de lo que parece."
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