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30.11.23

EL TERROR ARGENTINO / CARLOS GAMERRO

 “Una novela que va aún más lejos, hasta adentrarse en el resbaladizo terreno de la literatura maldita, es Auschwitz (2004) de Gustavo Nielsen. Por falta de espacio, iré directamente a la escena más relevante: tras torturar y violar a un niño que tal vez sea un extraterrestre, el protagonista, Berto, un patético y pusilánime neonazi porteño, siente que «tenía que intentar más torturas para excitarse», pero descubre que se ha quedado sin ideas.

«Berto se preguntó dónde había visto muchas torturas juntas, descriptas paso a paso. ¿Cuál era el libro que su memoria le estaba escondiendo, una obra pletórica de casos e instrucciones? Era un libro conocido. Un manual de sadismo explicado a los amateurs. ¿De editorial Hobby, o un «Cómo Hacer» de Kapelusz? Recordó la tapa, y de inmediato se alegró […](...).

– ¡Claro! –gritó, pegándose una cachetada contra la frente–: El Nunca Más.» (Nielsen 2004 :101).

En el capítulo siguiente emprende la lectura:

«Arrancó del libro una página con más blanco que letras y comenzó a anotar lo que tendría que conseguir en el Easy. […](...) Por ejemplo: «leyó rectoscopio». El libro explicaba el rectoscopio como un tubo para introducir en el ano de la víctima y soltar en él una rata hambrienta […](...). Berto anotó: «desague de PVC, seis centímetros de diámetro, cincuenta centímetros de largo»; «un hámster (ir a la veterinaria)». La veterinaria no abriría hasta el lunes, calculó. Tachó rectoscopio.»   (Nielsen 2004: 102).

Después sigue leyendo hasta que «se fue quedando dormido con el libro abierto en la parte de los chupaderos». Hacer una lectura utilitaria del Nunca Más, convirtiéndolo en manual de torturadores, o una erótico-masturbatoria, viéndolo como un Kama Sutra para sádicos, es más que un mero ejercicio de desacralización, o de parodia por la parodia misma. Es realizar una lectura crítica; es descubrir y hasta denunciar que puede haber un elemento de regodeo y de morbo en la escritura del Nunca Más, y también que su estructura misma es pornográfica: a diferencia del Diario del Juicio, en el cual los hechos atroces siempre le suceden a una persona con historia e identidad definidas en y por su propio relato, y cada testigo tiene derecho a contarlo de principio a fin, y de verlo publicado en forma íntegra, los criterios de edición del Nunca Más convierten a secciones como ésta, titulada justamente «Torturas», en un montaje de momentos atroces, en el cual los sujetos desaparecen en un promiscuo anonimato de carne doliente. En los últimos meses de la dictadura y los primeros de la democracia se recurrió al concepto de «pornografía de la tortura» para cuestionar ciertos productos, sobre todo periodísticos y cinematográficos, que amparados en la coartada de la denuncia apostaban principalmente al regodeo y el morbo; pero hubo que esperar hasta Auschwitz de Nielsen para descubrir en el sacrosanto Nunca Más una de las manifestaciones del fenómeno. En su momento, y después, el Nunca Más fue sistemáticamente denunciado por la ideología del prólogo, y su teoría de los dos demonios, pero no, que yo recuerde, por sus representaciones del universo concentracionario. 

No me propongo, desde ya, denostar al Nunca Más, cuyos méritos sin duda sobrepasan ampliamente estas salvedades; lo que sí me gustaría destacar es que el desvío que encara una novela como Auschwitz, al llevar la literatura de la dictadura por los caminos de la ciencia ficción y el cine porno, puede brindarle a sus lectores ojos y oídos nuevos para leer el Nunca Más. El recurso a la ciencia ficción es especialmente sutil e inteligente: si Berto torturara a un niño de verdad, la indignación moral obturaría nuestro sentido crítico, y aquella se habría volcado entera sobre el autor y su novela, a los que desecharíamos, junto con sus insights, por enfermos y perversos.”

20.5.22

AUSCHWITZ EN "EL ESCRIBIENTE" / BERNABÉ TOLOSA


"
Nielsen sostiene que “Es bastante desagradable el libro si se quiere, pero tiene una virtud, se lee igual. Mucha gente me dijo que lo estaba por largar pero que no podía hacerlo. Mi ejercicio como escritor fue que ese horror se pueda leer rápidamente, como si fuera un folletín”.

-¿Creés que el humor permite eso?

- Fue un experimento. Yo trato de que en cada novela pueda llevar adelante un experimento literario, y en este caso tiene que ver con ese contrato con el lector del que habla Cortázar. Él dice que el lector firma con el escritor una especie de contrato tácito donde decide que va a leer la novela hasta el final si el escritor no le cambia las reglas del juego. Y la idea de esta novela era hacer reír al lector con humor negro y en algún momento mostrarle algo que sea espantoso, de lo que no se pueda reír, entonces que el tipo se pregunte: “¿Con quién me asocié? ¿A quién le firmé un contrato de lectura?”  Pero que lo siga leyendo hasta el final. Por lo que sé, resultó. Hasta gente que conozco, que es muy amorosa, me dijo “el libro es horrible”. ¿Y lo largaste? “No, no pude”. Eso está bueno."

¡Gracias, Bernabé!

28.12.20

LO HORROROSO DE LA REALIDAD EN AUSCHWITZ / BERNABÉ TOLOSA

 




















“-El epígrafe que abre la novela es una frase de Adorno bastante citada. Aquella donde se pregunta si después de Auschwitz se podrá escribir poesía. ¿Encontraste alguna respuesta para eso?

- Eso es un chiste. Es una humorada al título de la novela, porque quizás no se pueda escribir más poesía después de mi libro. Es lo que hubiera citado Berto, como ombligo de su propio mundo. Al momento de la escritura yo conocía, como todos, lo que había pasado en Auschwitz, pero nunca había estado en Polonia. Como arquitecto gané un concurso para hacer un monumento en Buenos Aires a las víctimas del Holocausto, que tuvo un proceso bastante largo de trabajo creativo. Nos acompañó Fernando Díaz para hacer un documental que se llama Monumento y muestra el desarrollo de la obra y otros asuntos relativos a la colectividad, más una parte que es un viaje donde visitamos Alemania para ver los monumentos de allá y la ampliación del museo judío. A último momento Fernando decidió que quería unas escenas en Auschwitz y fuimos hasta Polonia. Fue tremendo; ahí me arrepentí un poco de haberle puesto ese nombre al libro. Pero al fin y al cabo creo que se trata de lo mismo, porque, si bien el libro tiene un personaje que es horrible, se llega a un final en el que hay que entender que el racismo existe. Y si mirás para otro lado o mirás a los racistas como si fueran dibujitos animados corrés un gran riesgo. Porque los nazis fueron y son seres humanos. Hay que empezar a entender que esa gente horrible es real, y espero haber ayudado en algo. Cuando entré al pabellón del pelo de Auschwitz me pareció absurdo además de criminal (grandes vidrieras llenas de pelo humano). Y hasta me dio una especie de culpa. Igual no me duró mucho porque también tengo el concepto de que para escribir hay que ser libre, y a veces cuando escribís ofendés. Pero bueno… no debería pasar, porque se llama ficción.”

 Ay, Bernabé.


1.12.20

DANTE OLIVA LEYÓ AUSCHWITZ / FACEBOOK

    Leer Auschwitz, de Gustavo Nielsen, me llamó la atención, en primer lugar por lo políticamente incorrecto. Hoy, que todes se matan por pertenecer a la moda y no salirse del stablishment, a ver si random house se digna a tirarle sus migajas. Hurgar con el dedo en un tema por demás urticante y de una forma brillante y muy, muy, muy divertida. Casi estamos en navidark, ya podemos brindar por más Nielsen y menos nenes correctos.

Y qué decir de la bella reedición de Obloshka🤘🤘🤘
ALEA JACTA EST



10.10.20

AUSCHWITZ ES CULTURA / ENZO MAQUEIRA

 "Auschwitz, de Gustavo Nielsen, ya era un libro provocador en 2004. Lo reeditó Obloshka el año pasado, lo volví a leer en cuarentena. Novela que mezcla el terror, el policial y la ciencia ficción, habla sobre el odio, la tortura y la perversión. También sobre el individualismo más atroz. Es probable que Nielsen lo haya escrito como una distopía; hoy, dieciséis años después, la historia de un hombre que encuentra un niño de otro mundo y lo usa y abusa a su antojo, parece un retrato demasiado fiel de un tiempo que no deja de escandalizarnos."

Enzo Maqueira recomienda mi novela en 
Clarín Cultura.


28.7.20

AUSCHWITZ / AFRICA BOVAIRA BROCH EN FACEBOOK


"Auschwitz" de Gustavo Nielsen, me ha llevado con su Torino cupé 380 "verde esperanza militar" entre el realismo de la perversíón y el humor a la ciencia ficción, en una mezcla de atracción y miedo.
La novela inyecta en vena sin anestesia la dureza descarnada de la discriminación y la xenofobia de antes y ahora.
Berto, protagonista de la novela vive obsesionado por recuperar su semen robado por una mujer judía y me ha llevado a recordar la caza de brujas histórica y a otros misóginos torturadores de antaño que a través del "Malleus Maleficarum" acusaban a las mujeres libres, de impedir la procreación y hasta de robar penes.
Una novela apasionante."

9.3.20

LEEMOS / AUSCHWITZ


"En tiempos en que la corrección política parece reducir el espectro temático y acercarnos peligrosamente al aburrimiento, es para festejar la iniciativa de Editorial Obloshka de reeditar esta novela de Gustavo Nielsen. Elegido en 2003 por César Aira en el Concurso de la Fundación Antorchas, es un texto que trabaja -con humor y talento- materiales oscuros y repulsivos."

¡Gracias Mauro de Angelis!

27.2.20

LA CONSAGRACIÓN DEL ODIO / OMAR GENOVESE



Sobre Auschwitz de Gustavo Nielsen, Obloshka, Octubre 2019
 "Esta nueva edición de una novela singular, ya 10 años, reclama más referentes para el odio en su ejecución alucinada. Berto, el central personaje de Torino 380 verde esperanza militar, también incluye a las “pañuelo verde”. Como si su nazismo vernáculo entre Belgrano, Palermo y Núñez, zona de barras bravas adinerados, germanófilos de apellido ibérico, cultores musculados de dudosa masculinidad y fanatismo al frasco, evolucionara hacia otro fin: la violencia superando los géneros. El dato marginal, la clave ideológica en el texto, es una librería histórica de la ultra derecha porteña: Huemul. Durante decenios, la “BondStreet” de los SS de cotillón y no tanto. A la manera de American Psycho, Berto captura al hijo de la Auschwitz, ocasional amante, y hace con él un festival de tortura en su departamento.
Los textos que ofician como guías turísticas de tal experiencia, consagración lingüística entre El Matadero y El Fiord, son: Nunca Más (como catálogo práctico para infligir dolor), también Mi lucha. El contraste resulta la perversión de la cosa otro; la víctima, objeto sexual devaluado, resulta en su nueva categoría como niño extraterrestre, sospechoso de girar el universo hacia una transformación genética de lo humano. Sin prurito alguno, el estilo de Nielsen ataca a esa lengua militar que dominó buena parte de la construcción democrática, como rezago del terror para que una sociedad adormecida fuera sorda al sufrimiento. Berto no es un alter ego, ni una construcción fantástica, sino la decantación de esos actos aberrantes como llagas que interrogan: ¿para qué tanto dolor? ¿Qué superioridad blandieron como bandera de guerra si resultaron ser más brutos y viles que tierra yerma?"

20.1.20

AUSCHWITZ EN LA VOZ DEL INTERIOR / DEMIAN OROSZ


"Berto es un catálogo viviente de odios y repulsiones. Es casi un nazi en estado puro, o más bien el estereotipo de un nazi, pero al mismo tiempo es un tipo bastante normal, al que le resulta más o menos natural odiar todo lo que odia.

Berto, a secas, es el personaje central de Auschwitz, la nueva novela de Gustavo Nielsen que para más de un lector funcionará como un perfecto artefacto de provocación. El autor de El amor enfermo y de los cuentos de terror reunidos en Marvin hace ahora su apuesta más audaz. “Quise crear culpa en el lector”, dice Nielsen, quien se define como un “manipulador de mentiras”.

En la novela, Auschwitz no designa al mayor campo de exterminio montado por el nazismo y que hoy es sinónimo de un horror sin nombre, sino que es el apellido de una chica judía con la que Berto se va a la cama. Esa noche, el muchacho que desprecia a los gordos, a los discapacitados, a los bebés y su olor a ricota, a las madres de esos niños, a los inmigrantes, a los gays y, en particular, a las judías, descubre que Rosana Auschwitz guarda su semen en el congelador. ¿Cuál es la razón de ese extraño acto?

El preservativo congelado será en verdad el primero de una serie de sucesos que precipitan a la novela en una zona de delirio donde se terminarán articulando la ciencia ficción paranoica con el pasado de horror de la última dictadura militar. Hasta ahora, ninguna otra ficción literaria argentina se había animado a merodear esa zona oscura sin dejar de lado el humor.

Berto parece no tener exactamente una ideología: lee Mi lucha sin entender demasiado y utiliza el Nunca más como un manual práctico a la hora de ponerse a torturar a un niño que se revelará como un extraterrestre y pieza clave de un plan siniestro.


¿Cómo surgió esta historia?
–Tomando LSD en casa de mi amiga Roxana. Vi toda la historia de la pérdida y recuperación del semen y la asocié con el libro que acababa de escribir sobre la pérdida y recuperación del amor: El amor enfermo. Supuse que podría armar un personaje paralelo a Saravia, que viviera en el mismo barrio, que tuviera su misma edad, pero que fuera malo. En Auschwitz, Berto es la contracara maldita de Saravia. Y el libro es mucho más físico que el otro, que era metafísico. O, al menos, eso intentaba ser.

¿La “fealdad” de la novela y el trabajo con materiales sucios es tu respuesta al dictamen de Adorno sobre la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz, que incluís como epígrafe del libro?
–Berto hubiera contestado así: "Odio la poesía, esa cosa amorfa y blanda, de maricones." En todo arte hay un poco de ambigüedad, claro... pero la ambigüedad poética a veces se pasa. Creo que el arte es comunicación. Las historias que yo cuento deben ser las que los lectores entiendan. Para eso las escribo. Soy un cuentista, un manipulador de mentiras. Por eso me alegré cuando encontré la frase de Adorno: está puesta como un toque de humor. “Después de mi libro Auschwitz, la poesía dejará de existir”.

¿Pensaste que el título del libro (y pasajes como el que dice que Auschwitz suena como un estornudo) podía funcionar como una provocación para algunos lectores?
–Auschwitz, aunque haya empezado en un viaje de ácido, es una novela totalmente racional. El arte es racional. Lleva mucho tiempo escribir una historia, armar sus detalles. Por ejemplo, encontrar que Berto, cuando grita, en lugar de decir Ay!, dice Wasp! (la sigla en inglés que designa a las personas blancas, anglosajonas y protestantes). Todo lo que pasa en mis libros es intencional. Si provoco, es porque me estoy peleando con la gente, con las letras locales. Abundan las novelas policiales “a la inglesa”, para poder ser entendidas en otros países. Abundan las novelas de sintaxis clara y con pocos localismos, para poder ser traducidas a otros idiomas. Están escritas por señores gordos, para señoras gordas.


El antecedente de “El niño proletario” parece evidente. ¿Lo tuviste en mente a la hora de escribir “Auschwitz”?
–Osvaldo Lamborghini es uno de mis escritores favoritos.

El hecho de que el niño al que Berto tortura pueda ser un extraterrestre, ¿no es un modo de atenuar ese último grado de horror imaginable como es la violación y vejación sistemática de una criatura?
–El niño es de otro planeta. Se rie cuando Berto lo tortura. Las heridas se le regeneran solas. Es amigo de los murciélagos. ¡Resucita! Secuestró un preservativo por encargo de su madre, para desarrollar un plan maquiavélico. Tiene un policía deforme que lo cuida. Siembran de naranjas todo Palermo. Berto, como Fabio Zerpa, se ha dado cuenta. Sabe. Y a Berto nadie lo jode.

Uno de los puntos más inquietantes de la novela es que hace reír a partir de la canallada, las vejaciones, lo espantoso. ¿Te interesa particularmente trabajar ese cruce entre lo gracioso y lo repulsivo?
–Es parte de la manipulación. Quise crear culpa en el lector. El tipo se está riendo de algo, tal vez lo comenta con un amigo, o su mujer, y de golpe no se rie más. Y se siente mal por haberse reído antes. En los ’80 pasaba con la música de los Twist: “Pensé que se trataba de cieguitos...”. Lo incómodo es mi mejor sillón.

LVI CULTURA, año 2005.

17.1.20

AUSCHWITZ EN ÁMBITO / PATRICIA ESPINOSA


"Berto, es un nazi ridículo, que odia a todo el mundo y lee «Mein Kampf» como si se tratase de un libro de aforismos. Su conducta es muy torpe -la de un imitador mediocre- y no condice con las bravuconadas que expresa a cada paso. Esto hace que sus desencuentros con el prójimo se vean rodeados de una notoria comicidad. Una noche de sexo con una chica judía -que lleva el sugestivo nombre de Rosana Auschwitz- lo envuelve en una desquiciada fantasía paranoica, desde el momento mismo en que constata que ella le ha robado el preservativo que contenía su semen.

A partir de allí abundan las situaciones descabelladas (algunas muy divertidas como las protagonizadas por Berto y su romántico vecino hindú) que entre giros inesperados y buenas dosis de suspenso dejan entrever un siniestro plan de infiltración extraterrestre. Pero ni la trama, que en cierto momento bordea la ciencia ficción, ni el resto de los personajes terminan de revelar sus verdaderas intenciones.

 Esta nueva novela de Gustavo Nielsen, («El amor enfermo», «Marvin») se circunscribe, casi exclusivamente, al regodeo en el horror del que hace gala el protagonista una vez que se libera de su convencional civilidad. Berto vive en Palermo, usa buenos trajes, y se desempeña como contador de una importante empresa, pero -al igual que el protagonista de «American Psycho», de Bret Easton Ellis, es capaz de cometer los peores vejámenes. Novedad que descubre súbitamente y sin culpa. Lo único que teme es que alguien se haya infiltrado dentro de él y lo esté empujando «a pasarse de la raya». La furia psicópata de Berto es narrada con detalles muy escabrosos, pero en un tono burlón y de cruel comicidad que obviamente busca incomodar al lector o al menos demostrarle que todos estos desmanes, tal vez no estén tan lejos de su propia fantasía.

El hecho de tomar por víctima a un niño diez años es todo un acto de provocación (por más que éste termine siendo inmune a los abusos de su agresor por su naturaleza extraterrestre) y recuerda inevitablemente a la estética feísta de Osvaldo Lamborghini (en especial a su famoso relato «El niño proletario»). Aplicando un inesperado giro a la conocida aseveración de Theodor Adorno: «No puede haber poesía después de Auschwitz», el autor se esmera en unir comicidad y horror, sometiendo a su lectores a un permanente sobresalto. Los entretiene con una historia atrapante, mientras los obliga a ser testigos de algo que cualquier individuo, en su sano juicio, repudiaría."

En Ámbito, el 12 de enero de 2005.

24.12.19

CÓMO ESCRIBÍ AUSCHWITZ / INFOBAE

Un encierro de 11 días, un colchón en el piso y lectura obsesiva: así escribí “Auschwitz”


¡Gracias Hinde Pomeraniec!

23.12.19

EL ODIO / AUSCHWITZ EN PÁGINA12 / OSVALDO AGUIRRE / 5 DE DICIEMBRE DE 2004

"Auschwitz no designa sólo la localización del peor campo de concentración diseñado por el nazismo. Funciona, sobre todo, como una condensación del horror. En ese sentido, lo entendió Theodor Adorno, al sentenciar que “no puede haber poesía después de Auschwitz”. Pese a que la frase aparece como epígrafe en su libro, Gustavo Nielsen le da otro sentido al término: Auschwitz se convierte en el apellido de un personaje. Algo que suena como un estornudo, dice Berto, el protagonista, en lo que no es sino una de las muchas provocaciones que contiene esta novela.

Berto, un contador de 37 años que vive en Palermo y se considera “un porteño normal”, tiene características que recuerdan a Fabio, el personaje principal de La flor azteca (1997), la primera novela de Nielsen: se regodea con fantasías sexuales cómicamente desfasadas de la práctica y tiende a interpretar de manera equívoca los signos de la realidad. También reconoce un parentesco con Saravia, el personaje de El amor enfermo (2000), la novela anterior: ambos entablan relaciones persecutorias con los demás, como si lo que los rodea fuera capaz de agredirlos de una forma que no podrían prever; ambos descubren o alucinan que son manipulados por otros y que están metidos en una pesadilla de la que parece difícil escapar. Esos rasgos son llevados aquí al extremo: Berto vendría a mostrar, al desnudo y sin retórica como en las novelas anteriores, la esencia de esa patología familiar.


En El amor enfermo la percepción distorsionada de la realidad comenzaba por ser el efecto de una pena de amor; en el principio de Auschwitz se encuentra, en cambio, el odio. Berto es un nazi consecuente, que exaspera el pensamiento fascista. Odia a los judíos, pero no es sólo antisemita: también desprecia a los discapacitados, los inmigrantes, los provincianos, los fumadores, los gordos, las mujeres en general y las madres en particular, los bebés, los mendigos, las travestis, los gays y en definitiva los que son diferentes. Parece una expresión de manual –una caricatura– de la lógica autoritaria, que ordena el mundo en campos enfrentados, constata la presencia del otro, lo observa como una amenaza y concluye que debe ser eliminado. Pero eso mismo que le provoca repugnancia lo atrae: le gustan, sobre todo, las mujeres judías.


Berto comparte una noche con Rosana Auschwitz, después de conocerla en un baile del Club Israelita, y descubre que ella guardó su semen en el congelador de la heladera. Lo que en principio parecía como una conquista amorosa parece desplegarse como una trampa. Los hechos vendrían a demostrar una teoría formulada por Fabio Zerpa para demostrar la existencia de extraterrestres. Se trata de una variante del tema de la invasión, tal como se conoce a través del cine de ciencia ficción de los años ‘50 y ‘60: los alienígenas no irrumpirán al modo de una guerra convencional sino de forma solapada, desde el interior mismo de los cuerpos humanos por “transmutación genética”. Berto acepta este delirio que traduce así: los ET “son como los chinos en el barrio de Belgrano”.


Nielsen exhibe una vez más su notable capacidad para lograr registros tan diversos como el humor y la crueldad. Lo particular no consiste en que estén asociados en el relato de los mismos hechos sino en el modo en que se despliegan: son como dos caras de una moneda, que el narrador manipula con el oficio de esos magos capaces de acreditar en un mismo acto la realidad de la ficción y lo ilusorio de la realidad. Esa es la dimensión inquietante de esta novela: lo que es gracioso, lo que provoca la carcajada, parece ser también lo espantoso, lo repulsivo. El centro de la historia gira precisamente en torno de una larga sesión de torturas yvejaciones que Berto le inflige a ese niño extraño que ha visto en la casa de su amante.


En la antología de cuentos La selección argentina (2000), Nielsen señaló a Osvaldo Lamborghini como uno de los pocos escritores que admiraba y es inevitable pensar en aquel pasaje como en una reescritura de “El niño proletario”, texto que sostiene la obra de Lamborghini. También dijo entonces que el Proceso –término con que los militares trataron de borrar la dictadura– era de uno de los hechos sociales que más lo había influenciado. Las dos referencias están en la base del episodio en cuestión, el momento más complejo e intenso del relato. Berto, que lee Mein Kampf como una novela y una colección de aforismos, aborda el Nunca Más como un libro de recetas, “un manual de sadismo explicado a los amateurs”. Los redactores de la Conadep se preguntaron cómo era posible narrar el horror; Auschwitz responde a ese interrogante con el grotesco. En los tramos finales, Berto experimenta una revelación: el personaje al que hemos visto decir y cometer atrocidades no constituye su verdadera personalidad sino la de otro, que vendría a ser el verdadero invasor; ante el espejo constata que, en vez de un ario, es un criollo hijo de inmigrantes. Aunque incluye un sesgo disparatado, ese brusco cambio es un poco inverosímil.


Las novelas anteriores de Nielsen no parecieron tan logradas como los cuentos que publicó en Playa quemada (1994) y Marvin (2003). A diferencia de ellas, Auschwitz propone una historia más ajustada, una escritura menos complacida consigo misma y que en consecuencia potencia sus aristas revulsivas."

20.12.19

AUSCHWITZ EN LA NACIÓN / 30 DE ENERO DE 2005 / OLIVERIO COELHO

"Pocas novelas salen airosas de experimentos narrativos extremos. Auschwitz trascurre en un borde de la literatura: enfoca y distorsiona miserias sociales cotidianas desde la experiencia de un prototipo. Theodor Adorno en Mínima Moralia advertía que "cuanto más sitúa uno el objeto de agresión en sí mismo, tanto más perfectamente representa el principio opresor de la sociedad".
Gustavo Nielsen proyecta en Berto, el protagonista de su tercera novela, todas las variantes del odio individual. Concibe un pequeño superhombre cuyo modo de aprehender el orden social inmediato consiste en deformar y despreciar la diferencia. De esa manera, el autor establece entre su personaje y el mundo una relación persecutoria. Lo terrenal nunca parece coincidir con lo deseado. Berto, un contador de treinta y siete años, lleva una vida holgada, percibe a cada paso evidencias de una descomposición social vinculada a la última crisis argentina y resiste desde sus fantasías xenófobas y antisemitas. Fuera del trabajo, pasea en su Torino, asiste a los bailes del Club Israelita en busca de amantes transitorias y mantiene una desopilante amistad con un vecino hindú.
Su vida cambia radicalmente cuando conoce a Rosana Auschwitz. Después de pasar juntos una noche, Berto cree descubrir que ella le ha robado su semen. Aterrado por la posibilidad de ser reproducido en un laboratorio, rastrea a Rosana, pero se deja tentar por una alternativa impensada: raptar a su extraño hijo. Las consecuencias del acto exceden lo previsto. En su casa descubre que el muchacho es extraterrestre y tras someterlo a una extensa sesión de torturas, establece una comunión sentimental única.
Puede decirse que en Auschwitz Nielsen amplifica hasta el grotesco obsesiones que en sus cuentos aparecían esbozadas: cierta inclinación por lo escatológico, por las atmósferas viciadas, por las características de un desprecio que en sus personajes está asociado a la paranoia y al acecho de una miseria generalizada. En El amor enfermo, segunda novela del autor, la opresión se manifestaba a partir de una dolencia amorosa: un zumbido posterior al abandono. En ésta, su tercera novela, la opresión y el odio, como caras de una misma moneda, se reducen a la presencia de lo humano. Cualquier peculiaridad, sea física, religiosa o racial, invade a Berto. Sólo a través de un alienígena, experimentando todas las libertades posibles -esa libertad absoluta será el resultado del horror- podrá reconocerse como humano e invasor.
A fin de neutralizar cualquier lectura política del argumento, Nielsen elige el punto de vista más cómodo para el caso, es decir, el de un narrador que no se separa de la subjetividad de su protagonista. Superpone siempre la descripción del horror a las percepciones alucinadas de Berto. Evita de esa manera tomar partido, no justifica ni condena la malicia de su personaje y despliega sus antojos literarios con total audacia.
En definitiva, Auschwitz puede pensarse, por un lado, como el esbozo de una historieta: la velocidad del relato y la capacidad de entretener están asociadas a las salidas ingeniosas, a los clisés del comic y de la ciencia ficción. Por otro lado, si se la lee fuera de una tradición que dialoga con la mala literatura, la novela puede pensarse como una trasgresión literaria cuyo logro consistiría en supeditar lo cómico a lo cruel y descolocar así al lector. En cualquier caso, la originalidad del texto proviene, no de una relación especial con la lengua, sino de un uso perturbador del humor y de las ideologías más extremas."

19.12.19

UNA APUESTA FUERTE FRENTE AL TRAUMA / AGNIESZKA PTAK



Una apuesta fuerte frente al trauma:
Auschwitz de Gustavo Nielsen


Decir que el nazismo no es un pensamiento o, en términos más generales, que la barbarie no piensa, equivale de hecho a poner en práctica un procedimiento solapado de absolución. Se trata de una de las formas del “pensamiento único” actual, que es en realidad la promoción de una política única. La política es un pensamiento, la barbarie no es un pensamiento: por lo tanto, ninguna política es bárbara. Este silogismo no apunta sino a disimular la barbarie – evidente, sin embrago – del capital-parlamentarismo que hoy nos determina. Para salir de ese disimulo es preciso sostener, en y por el testimonio del siglo, que el nazismo es una política, es un pensamiento.   
Alain Badiou, El siglo, Ed. Manantial, 2005, p.15.


En este trabajo monográfico realizado en el marco del Seminario de Grado “Relatos de la intemperie. Algunas hipótesis sobre la narrativa argentina de las generaciones recientes” tomaré como corpus de análisis la novela Auschwitz de Gustavo Nielsen, publicada en el año 2004.

En mi ruta de análisis tomaré como problemática a desentrañar el modo en que el autor textual organiza ciertas estrategias, como el/los narrador/es de la novela y de qué modo éste/os se construye/n desde un discurso paranoide, un discurso de la locura, desentendiéndome de las clasificaciones que se hacen de la novela como “realista, policial y de ciencia ficción” en la contratapa de la misma.
A su vez, me parece interesante el modo en que en la novela se trabajan dos ejes o contenidos de manchas temáticas trabajadas en el Seminario como son la problemática en torno a la reproducción/filiación– y, consecuentemente, el lugar que se le asigna al “futuro” en una sociedad -, el lugar que ocupan las mujeres, y al fantasma-presencia-niño extraterrestre. Además, tomaré algunas ideas desarrolladas por Andrés Neuman en su artículo “La narrativa breve en Argentina desde 1983: ¿hay política después del cuento?", enmarcando la novela de Nielsen en los bloques que él agrupa donde se privilegia el  modo indirecto de representar la dictadura militar del 76, el sistema indirecto metafórico y subjetivo[1] a la vez, además de poder ser incluido en los bloques de Pedagogía de la represión y Arquetipos nacionales.


Nombrar y contar el horror en escorzo

En este trabajo sostendré que Gustavo Nielsen realiza, en su novela Auschwitz, una apuesta fuerte sobre cómo contar el horror, sobre el modo que encuentra para poder nombrar lo que podríamos llamar “la basura social”, los materiales con los que elige trabajar (la misoginia, la discriminación, la tortura, la opresión, la violación sexual entre otros) además de brindarle al Nunca Más una nueva valoración como manual de torturas, eligiendo para ello un discurso paranoide que bordea la locura. No cabe duda de que la dictadura militar del 76 y lo sucedido en la Argentina con posterioridad han marcado la literatura escrita desde entonces. Existe esa Historia, como sostiene Neuman, como quiebre, como trauma, como cicatriz y es abordada desde nuevas estrategias y signos, que dejan de lado la mayor parte de las veces un modo directo y realista para contar esta problemática. Tal como sostiene Neuman “muchos relatos siguieron hablando de la dictadura sin nombrarla, o nombrándola de otro modo.”[2] Lo que parece cuestionársele a las nuevas generaciones es una aparente identidad apolítica. Creo, e intentaré dar cuenta de ello con este trabajo, que, tal como sostiene Neuman, es posible rastrear una intensa memoria social y una conciencia histórica muy concreta[3] en la literatura producida en la actualidad, y que incluso esta memoria colectiva se amplía e incluye o filia lo sucedido, en el caso de Auschwitz, con el exterminio sistemático llevado a cabo por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, es decir, ya devenido símbolo del mal que ha dominado el siglo pasado. Me parece muy interesante esta relación que expone Nielsen al actualizar el símbolo del mal del siglo XX por excelencia y relacionarlo con la Argentina actual. El pasado de la Argentina se encuentra presente, no ya en las menciones directas, sino en el personaje, en el lenguaje que elige el narrador, en la pregunta que plantea éste sobre quién es el enemigo actual, sobre el pasado de lo sucedido materializado en las relaciones sociales y económicas de una sociedad triunfo de la dictadura, con lazos sociales completamente destruidos. Tal como afirma Horowicz, el proceso triunfó en el plano económico y en el plano social y creo que Nielsen apunta, sobretodo, a dar cuenta de este último aspecto, de esa "masa de terror flotante insuficientemente metabolizado".[4] Muchísimo se ha escrito sobre la experiencia del Mal Radical, sobre el antes y el después del, para algunos, mal llamado Holocausto. Unas declaraciones que el escritor húngaro Imre Kertész realizó en una entrevista para el diario español El País llamaron mi atención en relación a Auschwitz, la novela de Nielsen. Al conversar sobre la experiencia del mal en Europa y posterior rol del arte, Kertész sostiene:

“Pero, si me permite volver al tema de Europa y del mal del que estábamos hablando, creo que hasta que tengamos el poder espiritual de descender al mal y ascender de nuevo y enseñarle a la generación venidera lo que ha ocurrido no seremos capaces de crear algo positivo con todo esto, no seremos capaces de crear valores nuevos con lo que nos sucedió... Si permanecemos en el terreno del mal, sin ascender, eso constituiría un problema gravísimo. Creo que el arte tiene que descender al mal, tratar temas negativos, para sacar luz, para que las generaciones venideras vean con más claridad la memoria de los otros.”(itálica nuestra) [5]

También Kertész sostiene que "una novela es arte y el arte siempre necesita de la distorsión, de la exageración.” Y esto creo que Nielsen lo lleva al extremo. Si podemos sostener que el discurso más "otro" en la vida es el de la locura - que siempre termina hablando, en alguna medida de nosotros mismos -, ¿qué lugar ocupa este discurso en el arte? Quizás en un modo de enfrentar el mal, encontrar modos de metabolizarlo y, en el caso de la Argentina, lidiar con el duelo y la derrota. Construir un balance de nuestro pasado como no puede ser de otro modo, desde nuestro presente:

“Es preciso asimilar esto: los desaparecidos son un problema del presente, no una pieza del pasado. El "Proceso" no es una práctica, esencialmente, estrictamente militar. Las Fuerzas Armadas fueron, son, el instrumento con que el bloque de clases dominante modeló una nueva sociedad por cuenta y riesgo de sus tenedores sociales y políticos. Responsabilizar únicamente a los militares de lo que pasó supone vaciar, hacer desaparecer, la responsabilidad insoslayable de los beneficiarios del “Proceso”. Es preciso afirmarlo inequívocamente: el "Proceso" tuvo beneficiarios y víctimas. No perjudicó a todos. Sostener: "perjudicó a todos" equivale a borrar de un plumazo los intereses de clase.” [6]

Y es la literatura, el enunciado verbal artístico el que brinda la posibilidad de “metabolizar” el horror por ser un poderoso condensador de evaluaciones sociales inexpresadas[7]. Lo singular del discurso literario es, según Voloshinov, la elección de la palabra que realiza el autor, el cual la toma de un contexto vivido[8], impregnadas de evaluaciones. Y son esas evaluaciones las que organizan las formas artísticas con su directa expresión. El autor trabaja constantemente con el acuerdo o desacuerdo, con la evaluación orientada tanto hacia el héroe como hacia el auditor.
¿Qué encontramos en Auschwitz? Un sutil trabajo con estas elecciones que llegan a provocar desconcierto, aversión e incluso risa frente a ciertos episodios que rozan el grotesco. Al tener en claro la diferencia entre el discurso en la vida y el discurso en la literatura, ¿qué lugar ocupa la locura en el discurso literario?
Me parece interesante recuperar la definición de arte que realiza Adorno en su Teoría Estética, en la cual el arte es un hecho social y autónomo, crítico de la sociedad de la cual es producto:

“El arte es algo social, sobre todo por su oposición a la sociedad, oposición que adquiere sólo cuando se hace autónomo. Al cristalizar como algo peculiar en lugar de aceptar las normas sociales existentes y presentarse como algo "socialmente provechoso", está criticando la sociedad por su mera existencia, como en efecto le reprochan los puritanos de cualquier confesión.(…) Lo asocial del arte es negación determinada de una sociedad determinada."[9]

Entonces, el arte, según Adorno, revolucionario en sí mismo, resistente a la sociedad de la cual es producto, busca, por medio de la imaginación, trascenderla. Y tal como señala Ciro López en el texto que resume algunas ideas de Adorno, la percepción vanguardista, que sería para Adorno la búsqueda artística que lograría ese objetivo, lo realiza apostando a la imaginación, al juego, para enfrentarse desde el exceso a la realidad, proponiendo algo diferente. Nielsen logra esto utilizando el discurso de la locura y subvirtiendo el horizonte de posibilidades esperable de una novela que abarca la temática de la violencia, la tortura, el poder sobre el otro. Justamente esta elección le permite brindarle nuevos valores a temas sacralizados, como la valoración que se realiza dentro de la novela del Nunca Más como manual de tortura y que este texto testimonial, utilizado en el juicio a la Junta Militar, sea puesto a un mismo nivel que el Mein Kampf de Hitler, lectura de noche que tiene el personaje de Berto en su mesita de luz. Tal como sostiene Kertész en su entrevista, lo sucedido durante el siglo XX era inimaginable para alguien que había vivido hasta ese entonces. Actualmente, él sostiene que existe el patrón de lo sucedido durante el nazismo y el comunismo en las mentes de la gente y que, consecuentemente, puede ocurrir de nuevo por ese motivo. Es difícil pensar, en este aspecto, el caso argentino por fuera de la cadena de horror presente, según Horowicz, en el imaginario de nuestra sociedad: evitar la diferencia, el debate sobre la diferencia: debaten los que están de acuerdo sobre las maravillas de la democracia sin debate, porque el debate remite al combate y el combate a la derrota, al exilio y a la muerte.[10]

  
Bombardeando significaciones

Lo primero que nos encontramos al tener la novela es la portada con la ilustración realizada por Nielsen y titulada Ausch. Sugerente, cara de hombre, cuerpo de mujer hasta la cintura, la expresión del personaje me recuerda al famoso cuadro de Munch El grito. Expresionista, el rostro y los colores transmiten cierto grado de agresividad, de locura. Y luego, como único epígrafe la muy conocida frase de Adorno “No puede haber poesía después de Auschwitz.” ¿Cómo responder desde el arte a esta frase con carácter de sentencia? El título de la novela actualiza el horror, la tortura, el Mal Radical y responde, en cierta medida, o continúa, tomando como consigna a Adorno con los once capítulos de la novela.
Desde el título y el epígrafe Nielsen desafía al lector, trayendo un horizonte de posibilidades que éste conoce y comparte, actualizando el símbolo del mal del siglo XX para subvertirlo. Desde un discurso de la locura, podemos encontrar en el texto la apuesta a un discurso paranoico, entendiendo como tal, según el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche, un discurso producto de una "psicosis crónica caracterizada por un delirio más o menos sistematizado, el predominio de la interpretación, la ausencia de debilitación intelectual, y que generalmente no evoluciona hacia la deterioración. Freud incluye en la paranoia no sólo el delirio de persecución, sino también la erotomanía, el delirio celotípico y el delirio de grandezas.”[11] Otra definición más simple de paranoia que también podemos tener en cuenta es la de la R.A.E. donde, al buscar delirio  paranoide, nos encontramos con la siguiente definición:
delirio paranoide.
1.    m. Psicol. Síndrome atenuado de la paranoia caracterizado por egolatría, manía persecutoria, suspicacia y agresividad.


Lo interesante de la psicosis, o locura, es la certeza que tiene el sujeto de que sus delirios, alucinaciones y percepciones son reales, son la realidad. Y aquí encontramos un trabajo muy interesante en la novela sobre el lector textual[12] o implícito al que se lo fuerza a compartir ese mundo pesadillesco y, a la vez, a dudar de que esa construcción, ese complot sea real. Desde el comienzo, el personaje de Rosana es caracterizado como un personaje extraño, una mujer elegida por ser judía, una mujer con un nombre autocopulado[13], que no se inmuta ante la afirmación de Berto de que es nazi.[14] Ella, inmutable, se burla diciéndole "nazi de juguete”, caracterización que el narrador tomará y llevará al extremo en el capítulo 7 donde, ante la opción de una tortura sistematizada, Berto es puesto en ridículo por un vendedor del Easy llamado “el ferretero”, quien conoce todas las herramientas necesarias para poder construir una picana casera [15] y cuyas explicaciones y enseñanzas Berto parece no entender demasiado.
Tal como en otros cuentos de Nielsen nos encontramos con la construcción de un mundo cruel, agobiante, en que la muerte y diferentes planos de lo imaginario, como puede ser lo onírico, son explorados en sus límites. ¿Algo cercano al infierno? A diferencia de la experiencia de la dictadura militar y el exterminio nazi, en la novela nos encontramos con el mundo privado del personaje Berto, habitante de una Buenos Aires cercana, actual. Berto, contador de una firma multinacional, vecino de Palermo, hijo de una familia de clase media de Villa Crespo, cuarentón de clase media acomodada. En su vida pública no parecen haber mayores contratiempos con estos aspectos hasta que se siente perseguido, presa de una conspiración. A su vez, Nielsen construye la conciencia de este personaje con un lenguaje violento, fascista, antisemita, discriminatorio en un monólogo interior que tipográficamente es diferente del narrador en tercera persona, el cual comparte, en muchas oportunidades, el punto de vista del personaje Berto. Y en este aspecto el autor textual vuelve a situar al lector implícito en un lugar cercano e incómodo. En la novela el sexo es concebido por el personaje como una lucha, como una batalla: su miembro es descrito por él como un soldado, él se autodenomina “hombre pija”[16]. También se autodenomina, como dijimos anteriormente, abiertamente nazi, lector del Mein Kampf, obsesionado
Es decir que encontramos dos estrategias principales del autor textual: el monólogo interior o fluir de la conciencia de Berto, el personaje principal, diferenciado incluso tipográficamente del resto del texto en itálica, y un narrador en tercera persona que en la mayor parte de la novela toma el punto de vista de Berto. Además, encontramos diálogos entre los personajes introducidos por líneas de diálogo o comillas, utilizando éstas para frases y pensamientos de los personajes. Estos diálogos entre personajes sirven, en cierta medida, para contrastar ciertas “percepciones” de Berto, como ser la aparición sistemática de naranjas por todas partes sin explicación alguna (leit motif de la novela), la duda que plantea su amigo Luis frente a la existencia real del policía, su mano enguantada que intenta ingresar a su casa, la atmósfera de calor infernal que se construye en el departamento de Rosana, llevado al límite al momento de violar al niño, así como el olor pestilente que aparece en ese momento clímax, fruto del mal. A medida que la novela avanza, nos encontramos con expresiones de una voz que le habla al personaje Berto, fuera de su monólogo interior: y aquí es donde el lector textual deber reponer: ¿es el narrador o el propio Berto que se habla a sí mismo?:

"Ah, Berto, ya te sentís enfermo!" (p. 71)
“Berto poeta! La presencia del niño lo sensibilizaba!” (p. 77)
“A ver, a ver, esa imaginación . . ." (p. 94)
“La palabra judía lo llenó de tal emoción sexual que no cruzó el corazón con una flecha, como se estila, sino que directamente ensartó su letra y la letra de ella con ambas puntas de una brochetera para chorizos.” (itálica nuestra, p. 95)
“Ah, Bertacho.” (p. 97)

¿Cómo decodificar esta voz? Una vez sucedido el secuestro y la tortura del niño, Berto creará un interesantísimo “nosotros” que incluye a todos los que viajan con él en el tren al trabajo. La persecución y cierta hermandad de pertenencia a un conjunto de personas que viven con un crimen en sus espaldas aparecen en el siguiente párrafo que encuentro central en el texto:

“Berto sintió que ese hombre le había leído el pensamiento. Bajó la vista. Las puertas se cerraron. Volvió la cara hacia el interior del vagón y notó la misma desconfianza en la mirada de todos los pasajeros. ¿Estarían leyendo la pregunta en su cabeza, como en una película subtitulada? ¿Cómo empezar a trabajar después de haber vejado a un pibe, después de haberle quebrado las piernas y los brazos, después de haber sentido el crujido de ese cuerpito sobre la rodilla derecha cuando hice palanca para doblarlo al medio? Y la respuesta: Así. La gente bien vestida le sonrío. Berto se sintió gratificado. Le estaban diciendo: “no te hagas problemas, nosotros también guardamos terribles secretos  y viajamos apretados en el mismo vagón. Y nos ponemos ropa fina, y somos vecinos sensibles, preocupados por las noticias de los diarios. Y desayunamos tostadas con manteca, a la europea. Cada mañana, el clac de los gemelos y los collares al abrocharse nos avisa que nuestros muertos han quedado atrás. Todas las opciones están cerradas: a sonreír, a caminar, a trabajar de nuevo. La ciudad nos espera. Dejaremos la memoria en casa, escondida en los placares, pegoteada contra la mancha de sangre en la pileta del baño, esa mancha que nunca pudimos quitar."

La mancha, la memoria, los muertos, el pasado ha sido dejado de lado, escondido, en esos mundos privados. Y el resto de la vida sigue su curso como si nada. En el capítulo 10 es donde encuentro un sutil trabajo del autor textual para con el lector implícito: estrategias y presuposiciones de un lector de clase media alta de la sociedad argentina, cercanos a un Berto cualquiera que viaja con él en el tren y comparte un infierno privado y secreto.  
Como sostenía anteriormente, el título de la novela, Auschwitz, convoca muchísimas significaciones, siendo este episodio un quiebre, un antes y un después en el siglo XX. ¿Qué hace Nielsen con todo eso? Nombra a un persona con ese apellido: será con Rosana Auschwitz con quien Berto tendrá relaciones sexuales y a partir de esto comenzará su "pesadilla", la persecución y complot que este personaje percibe a su alrededor. El lector y el niño extraterrestre serán los únicos que accederán a esta conciencia de Berto, a este monólogo interior.
La novela comienza con una gran parrafada en monólogo interior de Berto cuya primera frase es "Odio esto." Luego, enumera lo que odia, pudiendo englobarse en un gran “odio a la  vida”:

“Odio las conversaciones sobre los bebés, odio el olor a ricota de los bebés, odio los escarpines, las batitas, los pañales. Odio a los recién nacidos, sus chupetes; a las madres de los recién nacidos dándoles las tetas sin pudor en las plazas, sus corpiños reforzados.” (p. 1)

Los bebés, su olor, las mujeres embarazadas, imágenes en clara contraposición a la imagen del feto deforme, de la conversación que mantendrán Berto y Rosana sobre una amiga suya y el lugar central que ocupa la ciencia en la reproducción:

 “-Cincuenta años y quiere tener un hijo! ¿Porqué no se deja de joder?
  -Ahora se puede. Se reemplazan los núcleos de los óvulos por  núcleos de células no sexuales. De al misma mujer, o de otra.” (p. 15)   

La cuestión de la ciencia como herramienta para la reproducción recorrerá toda la novela, estando presente la idea de una reproducción no deseada por Berto, el miedo de que su semen sea utilizado y comercializado para procrear sin su consentimiento lo lleva, hacia el final de la novela, a caracterizar el complot como una pesadilla genética.
Berto, amante del orden, que concibe el sexo como una guerra, como una lucha en la goza haciendo sufrir al otro, situación que se propone con Rosana y, en un nivel superlativo y llevado al extremo del grotesco, con el niño extraterrestre. Su pesadilla o paranoia comienza luego de tener relaciones con Rosana, cuando el preservativo utilizado aparece sin explicación alguna en su freezer. Es ahí donde Berto sueña con un hombre idéntico a él. Los sueños del personaje serán utilizados como modos de verse otro, aparición del doble a lo largo de toda la novela y manifestarán lo que podemos leer como realización de los deseos y miedos del personaje (cruzarse con un hombre igual a él, fumar, etc.) Luego del sueño, aparece la “presencia”, un alguien que Berto percibe, que le roza los dedos en la oscuridad. Todo el relato está construido mayormente desde estas perspectivas: la conciencia de Berto y el narrador en tercera, muy cercano, muy próximo por momentos a la perspectiva de Berto, narrador que, incluso, utiliza en muchos casos como el siguiente el vocabulario y la concepción del mundo de Berto:

“Le gustaba besar a todas y cogerse a algunas, más que nada a judías, porque las judías tenían el clítoris con olor a perro mojado y las nalgas siempre a punto de derrumbarse en celulitis. Por eso iba al Club Israelita, para robarse una perra mojada.” (p. 10)

“Deseaba ver esa sangre de Auschwitz en las sábanas de ella; quería verla cocinarle knishes, esas cositas de para y cebolla tan sabrosas y tan pesadas, y le dijo "haceme”. Le dio la orden: “haceme knishes”. (p. 11)

En otras oportunidades, el narrador se distancia y juega, se burla de la perspectiva de Berto, como cuando describe a Rosana y Berto como “la jipi judía y el nazi de juguete” o en la descripción del Torino de Berto "verde esperanza militar". Este tono que logra este narrador es, por momentos, cercano al punto de vista de Berto, y por otros rosa el grotesco, se atreve a burlarse y reírse de este personaje que se siente todopoderoso y que es a la vez, un "impotente".[17] Este contador de clase media deviene un torturador sin motivo aparente, tal como le responde a su vecino hindú Luis, más que el goce que le produce torturar a alguien. Parece no tener conciencia del límite ético y actúa en venganza de lo que él cree es una conspiración por parte de Rosana, quien quiere hacer experimentos con su “esperma recién ordeñada”.[18] Todo lo que sucede posteriormente a las relaciones sexuales que Berto mantiene con Rosana es presentado desde un discurso paranoide que no percibe los límites de la ética, y desde un narrador en tercera que, por momentos, toma su punto de vista. La subjetividad de Berto, su consciencia son construidas con lo que podríamos llamar los discursos políticamente más incorrectos: la discriminación, la misoginia, el antisemitismo, la violencia sexual, la perversión. Odia absolutamente a todos: a los chinos, a los judíos, a los cabecitas negras, a los policías, a los linyeras que escarban la basura, la basura, a Dominique, la falsa secretaria francesa, etc. Y el lector textual, tal como mencionamos anteriormente, es forzado a compartir esta perspectiva y, por momentos, a dudar de ciertas ideas y percepciones del personaje. Por miedo a que su esperma sea utilizado sin su consentimiento, Berto decide recuperarlo y vuelve al departamento de Rosana, donde se encuentra con este “niño extraterrestre” y decide chantajear a Rosana con el niño a cambio de sus “pescaditos”[19]. El trío de Rosana, el niño y el policía recorrerá toda la novela “torturando” y persiguiendo a Berto como triángulo responsable del complot interplanetario.

La imagen del “niño” en la novela, la reproducción/filiación:
¿metáfora de la imposibilidad de un futuro?

El niño que aparece en la novela es muy especial. Comienza por ser una presencia, un fantasma[20], alguien a quien Berto percibe en el departamento de Rosana y quien, en el mundo paranoico que Berto construye, es el responsable de trasladar su esperma al Banco Provincia para, desde allí, concretar sus planes y experimentos. Es característico que la Ley y las instituciones, como ser el Banco Provincia, aparezcan como parte del complot contra Berto y, sobre todo el policía que lo visita, como presencia que lo acosa, persiguiéndolo para descubrir el crimen que ha cometido. Podemos sostener que el momento de la violación del niño, la cual tiene lugar en los capítulos 5 y 6 de la novela, es el momento clímax de la novela, tanto por ser el momento de mayor goce de Berto, como el de mayor perversión y extrema violencia.
Este niño aparece cuando Berto busca en la basura que cree es de Rosana, en un intento de recuperar su semen. Es ahí donde aparece este ser, este niño que parece robot[21], dibujito animado[22], parece borracho[23], liviano como muñeco de trapo[24], niño rubio que se parece al Principito[25], niño suicida[26] con mirada penetrante, definidamente extraño. Este ser no habla, sólo emite sonidos. Parece un pajarito, “un judío blanquito, de pelo rubio, que bien podía haber pasado por un alemán en la escuela primaria.”[27] Berto se pregunta si será judío, si será argentino. Su cuerpo se regenera luego de ser herido, torturado, ayudado por los murciélagos. Este ser no tiene sexo, lo que obliga a Berto a “crearle” un agujero para poder penetrarlo y esta “concha" deviene una experiencia casi universal:

“Esa concha era el compendio de todas las conchas de su vida, y de las que todavía le faltaba conocer. La idea de una experiencia universal se expandió como un gran calor por el cuerpo de Berto, un calor que nacía desde la oscuridad viscosa de aquel mundo adorable, lo envolvía en babas y lo acunaba como si lo hubiera estado esperando desde la más remota e infinita noche de los tiempos. (…) El niño galáctico era el amante ideal; lindo, cariñoso, a pesar de estar estaqueado: perfecto.(...) Había sido una experiencia celestial, pensó Berto, una experiencia que lo convertía en toro, león, tigre . . .Dios”[28]


Este niño, luego de ser violado, torturado y carbonizado es comparado por el narrador con un "santo o una aparición"[29], quedando su cuerpo rígido como una estrella de mar[30] y luego frágil como madera balsa. En complicidad con su vecino Luis, se deshacen del cuerpo en un lugar que Berto ya tenía pensado, seleccionado como ideal para deshacerse de un cuerpo, un terraplén de la estación 3 de febrero. Lo sorprendente es desaparición del cuerpo, que Berto confirma al viajar, y su posterior aparición del niño en  el departamento de Luis, sano y salvo. Berto pregunta al niño quien, a esta altura, parece haber aprendido algunos monosílabos, respondiendo a todo que “sí”: Berto confirma en su interrogatorio la invasión extraterrestre que tanto teme. Al encontrarse con Rosana que viene a retirar al niño, el triángulo del complot cierra perfectamente en la mente de Berto: el policía con guantes, Rosana y el niño se van juntos y Rosana le entrega, a cambio del niño, “su seguridad y su esperma inútil”[31], el cual resulta ser inservible para una reproducción efectiva.

Una lectura desacralizada del Nunca Más

En el capítulo 7  Berto utiliza el Nunca Más como manual de torturas, del que extrae ideas de procedimientos para aplicarle al niño que tiene secuestrado y al que ya ha violado, enmarcado claramente lo que Neuman describe como Pedagogía de la represión: aquí, lo sorprendente para el lector implícito es justamente que la biblia de muchas organizaciones de derechos humanos y documento testimonial que fuera especialmente realizado para el juicio a las juntas sea utilizado y valorado de esta manera. Si bien el Mein Kampf es tomado por el personaje como lectura de noche, Berto toma de él algunas de sus frases y las lee mientras tiene al niño estaqueado en su cama. Al quedarse sin ideas intenta recordar un libro donde había leído "muchas torturas juntas, descriptas paso a paso, obra pletórica de casos e instrucciones, un manual de sadismo explicado a los amateurs."[32] : y se responde a sí mismo: El Nunca Más. Podemos observar cierta ironía a la sacralización de este texto en la descripción que realiza el narrador al momento de lectura:

“Para leer el libro, Berto se vistió. Había respeto en su conducta; llevó una silla al lado del velador y pasó las páginas, comentando el texto en voz alta. El niño seguía la lectura con atención. A Berto le pareció que hasta la disfrutaba. Arrancó del libro una página con más blanco que letras y comenzó a anotar lo que tendría que conseguir en el Easy. Hizo una lista como cuando iba de compras, deduciendo y traduciendo ingredientes de las recetas que le gustaban en las revistas. Supongamos que leía “soufflé de queso: huevos”, él anotaba “media docena de huevos colorados”; si leía “100 gramos de queso crema” anotaba “un pote de Mendicrim”. Así confeccionó la lista. Por ejemplo: leyó "rectoscopio". El libro explicaba el rectoscopio como un tubo para introducir en el ano de la víctima y soltar en él a una rata hambrienta; "la rata buscará pacientemente la salida royendo los órganos internos." Berto anotó: “desagüe de pileta en PVC, seis centímetros de diámetro, cincuenta centímetros de largo”; “un hámster (ir a la veterinaria)”.[33]

El Nunca Más es leído como instructivo y manual de ideas de diferentes procedimientos de tortura: el rectoscopio, la picana, el submarino, la capucha como signos con nuevas valoraciones, incluso desde eufemismos, como cuando el "ferretero" le pregunta en el Easy si necesita un "bisturí eléctrico". La ironía del autor textual es extremada al momento de que el mismo personaje sostiene "¡Qué imaginación , estos milicos!, pensó Berto, mientras se palmeaba la frente. A él no se le hubieran ocurrido ni la quinta parte de las cosas.”[34] Y la ironía continúa cuando Berto se encuentra en la sección de ferretería de un supermercado con un profesional en la confección de picanas, que le recomienda ir a la librería Huemul en busca de bibliografía, en caso que lo necesite.


Algunas conclusiones

Si hay algo que trabaja, construye y logra Nielsen en Auschwitz, como muchos de sus cuentos, es desestabilizar al lector. Tanto en esta novela como en cuentos como “Playa quemada” o “Adentro y afuera”, entre otros, encontramos una exploración del universo de la muerte, de la perversión, de lo onírico, de lo imaginario. Resumiendo, de las pulsiones que, según el psicoanálisis nos constituyen: la erótica y la fanática. La funeraria donde el personaje que limpia cuerpos se calienta con ellos y, a su vez, uno despierta en él una violencia irrefrenable como los cuerpos de ceniza en esa playa desierta, muertos por una misteriosa catástrofe son imágenes, metáforas, modos de explorar, de dar cuenta desde la imaginación, y denunciar, una sociedad destruida, producto de una derrota y de una victoria que cala hondo, en sus valores, en sus lazos, en sus modos de relacionarse y concebir al otro. Creo que estas imágenes y ciertos trabajos, como el que realiza con el lector implícito en la novela, volviéndolo cercano al terror y, a su vez, comunicándole lo cercano que él esta del personaje: Berto podría ser cualquier pasajero del Mitre, cualquier contador de Palermo, cualquier ejecutivo de una firma multinacional. Nielsen denuncia, a mi modo de ver, lo siniestro de nuestra sociedad, un estado de situación bastante perverso a nivel social y de país.
Como sostuve al comienzo del trabajo, creo que se puede enmarcar la novela en dos de los bloques que menciona Neuman: Pedagogía de la represión y Arquetipos nacionales. Si bien abordé una explicación del porqué del primero en la sección que trata la lectura del Nunca Más, creo que lo segundo va directo al corazón de la clase media, media-alta que no se hace cargo del todo de la "mancha", de “los muertos” de la dictadura y que tampoco se hace cargo del futuro, que es impotente para poder construir y forjar un futuro a nivel social. Es el trabajo sobre el lector implícito en la novela el que busca sacudir, asombrar, desconcertar. Y denunciar, denunciar una realidad, un estado de cosas que bordea la locura, donde siempre existe la pregunta por quién es el enemigo:

“Aunque: ¿qué significaba ser argentino? ¿Con quiénes o contra quiénes había que tener homogeneidad y hegemonía? ¿Quién era el enemigo?”[35]



En Auschwitz Nielsen denuncia el horror a través del horror, producto de una sociedad que no se hace cargo de su pasado, de sus muertos o que lo hace incorporando la victoria de la dictadura en sus modos de relacionarse y vincularse.




[1] Neuman, Andrés . .p.8 y 9
[2] Ibíd p. 2
[3] Ibíd p. 2
[4] Horowicz, Alejandro. Los cuatro peronismos. Historia de una metamorfosis trágica. Bs. As, Planeta, 1991, p.23.
[6] Ibíd, p.12-13.
[7] Voloshinov, V. “El discurso en la vida y el discurso en al poesía” en Todorov, Tzvetan. Mikhail Bakhtine, Le principe dialogique, Seuil, París, 1981. Traducción: J.P., p. 14
[8] Ibíd, p.14
[9] Adorno, T.W. Teoría Estética. Madrid, Ed. Orbis S.C.A, 1983, p.
[10] Ibid, p.30.
[11] Laplanche, J. y Pontalis, J.B., Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Ed. Paidós, 1996, p.270.
[12] Drucaroff, Elsa, Mijail Bajtin. La guerra de las culturas, Buenos Aires, Ed. Almagesto, 1996, p.100.
[13] Ibíd., p.12.
[14] Ibíd., p.16.
[15] Ibíd., p. 111, 112.
[16] Ibíd., p.13.
[17] Cfr. The Buenos Aires Affair, Manuel Puig. En esta novela Puig construye el personaje del crítico de arte como un perverso, impotente.
[18] Nielsen, Gustavo. Auschwitz, Buenos Aires, Ed. Alfaguara, 2004, p. 23.
[19] Ibíd., p. 59.
[20] Ibíd., p. 40.
[21] Ibíd., p.56.
[22] Ibíd., p. 56.
[23] Ibíd., p. 53.
[24] Ibíd., p. 58.
[25] Ibíd., p. 115.
[26] Ibíd., p. 55.
[27] Ibíd., p. 73.
[28] Ibíd., p.99-100.
[29] Ibíd., p. 124.
[30] Ibíd., p. 132.
[31] Ibíd., p. 184.
[32] Ibíd., p. 100-101.
[33] Ibíd., p. 102.
[34] Ibíd., p. 107.
[35] Ibíd., p.174.