No siendo escribir una actividad normativa ni
científica, no puedo decir “por qué” ni “para qué” se escribe. Solamente puedo
enumerar las razones por las cuales creo que escribo:
1) por
una necesidad de placer que, como es sabido, guarda relación con el encanto
erótico;
2) porque
la escritura descentra el habla, el individuo, la persona, realiza un trabajo
cuyo origen es indiscernible;
3) para
poner en práctica un “don”, satisfacer una actividad distintiva, producir una diferencia;
4) para
ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado;
5) para
cumplir cometidos ideológicos o contra-ideológicos;
6) para
obedecer las órdenes terminantes de una tipología secreta, de una distribución
combatiente, de una evaluación
permanente;
7) para
satisfacer a amigos e irritar a enemigos;
8) para
contribuir a agrietar el sistema simbólico de nuestra sociedad;
9) para
producir sentidos nuevos, es decir, fuerzas nuevas, apoderarse de las cosas de
una manera nueva, socavar y cambiar la subyugación de los sentidos;
10) finalmente, y tal como resulta de la multiplicidad y la contradicción deliberadas
de estas razones, para desbaratar la idea, el ídolo, el fetiche de la
Determinación Única, de la Causa
(causalidad y “causa noble”), y acreditar así el valor superior de una
actividad pluralista, sin causalidad, finalidad ni generalidad, como es el
texto mismo.
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