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31.5.23
5.4.17
8.2.17
EL SITIO DEL GALPÓN ESTUDIO VISTE ETIQUETA
7.2.17
6.2.17
29.1.17
LA BOTELLA VACÍA / 00903 DE 01200
8.1.17
3.1.17
2.1.17
EL 2017 LARGÓ DE ETIQUETA / MALBEC
Por iniciativa del chef Federico Gaston Dominguez Fontan y de NORTON, el Llao Llao sacó una colección de botellas de vino de alta gama que lleva un dibujo mío en la etiqueta. El vino está elaborado por el enólogo Jorge Riccitelli, la cepa es 100% Malbec, partida vinificada en 2014. Son solamente 1200 botellas numeradas, de las que parece me tocan seis (una cajita). Fede afirma que tienen un vinazo y no me extraña: todo lo que allí hacen es de calidad. Fede, capo, por el momento me mandó estas fotos. ¡Tengo sed! ¡Mis amigos de la Milanga parece que también!
5.4.12
4.4.12
3.4.12
LA GANADORA DEL HOTELGA 2011 / CHEF FEDE DOMÍNGUEZ
CROQUETA LÍQUIDA DE QUESOS EN CAMPO DE GOLF
"Hidratar la gelatina sin sabor. Realizar un roux y una
bechamel. Derretir el queso tandilense. Probar sazón. Incorporar la gelatina,
fundir y activar. Rellenar los moldes esféricos. Llevar al frío para fraguar.
Realizar una inglesa. Empanar las esferas primero con miga
de pan y luego con semillas de coriandro, comino y el trigo sarraceno. Freír a
una temperatura de 150°C. Escurrir sobre papel secante.
Ubicar la croqueta sobre el tee. Imitar, con algas desflecadas, el hermoso campo de golf."
30.3.12
ÚLTIMO DESAYUNO / BONUS TRACK
Ellos lo saben todo. Te preguntan “¿cómo la pasó?” porque
saben que es tu último día. Me van a ver cuando me lleve todos los frasquitos
de dulce de leche y de rosa mosqueta. Sé que es legal hacerlo, pero los escondo
como si me los estuviera robando. Los voy a necesitar en Barracas, cuando el
Llao Llao sea sólo un sueño que pasó.
De cada tres personas que se acercan a la mesa del
breakfast, una pide algo que no hay, y la pobre moza tiene que salir corriendo
a conseguirlo. Me pregunto cómo hacen para descubrir, en esta copiosa mesa, lo
que falta. Es como saber que tu hermano no está en la manifestación, porque
llegaste y no lo viste. Yo seguro que trato de pedir algo que no veo y la moza
me lo encuentra en la mesa. Estaba ahí nomás, bien a la vista, delante de los
ojos de todos.
El gordo que está con la rubia despampanante me mira con
ojos de decirme “boludo, por más que te esfuerces nunca te vas a parecer a
nosotros”. La pura verdad. Los frasquitos me abultan en los bolsillos. Van a
hacer tintín cuando le de la mano al
jefe de mozos, ese que de tan gaucho te aprieta fuerte y te sacude el cuerpo
con el saludo, en señal de afectuosa despedida.
29.3.12
28.3.12
26.3.12
23.3.12
LA AMABILIDAD DE LOS HOTELES / EL LLAO LLAO EN VIVA
Al XIII Premio Clarín de Novela le debo
varias delicias de mi vida de escritor, pero sobre todo le debo dos
relacionadas a mi mundo de arquitecto: conocer los edificios de Alejandro
Bustillo que se estudian en la Facultad. Uno es el Hotel Provincial de Mar del
Plata, al que asistí para dar una conferencia. Aunque era verano y estaba en La
Feliz, me pasé todo el tiempo recorriendo el edificio. Los interiores
resultaron buenos, pero el fuerte de esta obra sigue siendo su afuera: la
plaza central. Para entender el Provincial no es imprescindible quedarse a
dormir. No pasa lo mismo con el Llao LLao. Para entender el Llao Llao hay que
hospedarse, como mínimo, un par de noches .
Fui invitado a la Residencia Creativa
Interzona en agosto de 2011. La experiencia reunió en el Ala Bustillo a 6
escritores para que, en una especie de encierro de lujo, contáramos nuestras
“Historias de hotel”. El producto final fue publicado por la editorial. Se
puede leer ahí un relato hilarante de Robertita, un suelto melancólico de
Arturo Carrera, una de suspenso de Edgardo González Amer, un policial de Ariel
Magnus, un enigma literario de Sergio Chejfec y
una colección de microcuentos de mi autoría. Descansamos, comimos rico,
paseamos por paisajes nevados y afianzamos lazos literarios, de esos que sin estas
experiencias dejarían de existir en la soledad de nuestro oficio.
Fui tres veces. La primera, como dije,
trabajé de escritor. En la segunda pernocté en el Ala Moreno, más moderna, y
aproveché todo lo que sucede en el agua: la pileta fundida en el paisaje del
Nahuel Huapi para hacernos creer que estamos en un sector climatizado del lago.
También anduve en kayak, desde la Bahía Spiguel hasta la isla Conejas. En la
tercera vez miré mis pantuflas, que dicen Golf y Spa, y le pregunté a Mirna, la
encargada de la recreación, por qué nadie me había ofrecido hacer esas dos
cosas imprescindibles. “Nunca vi mentir a una pantufla”, afirmé.
El hotel fue tres veces diferente. Lo que
se repitió fue la mullidez de sus almohadas, el exquisito perfume a manteca de
las medialunas de los desayunos, la versión lounge de Rubias de New York sonando en el comedor, las lavandas del shower gel, la atención de los
camareros, el crujir de las escaleras debajo de las alfombras. La amabilidad
del Llao Llao que te hace pensar que toda la gente que aquí te recibe, desde
los guest relations hasta las
mucamas, son tus amigos disfrazados que
te estuvieron esperando todo este tiempo, y que están chochos porque volviste.
EMBOCARLA
ES EL OBJETIVO DE ESTE DEPORTE
Esa es la impresión que me queda después de que Marcelo, el
instructor de arquería, me explica la semejanza de los tres deportes a los que
destinaré mis próximas tardes, mientras tenso el arco, con la flecha apuntando
hacia un globo. Estamos en el anfiteatro, se ve el edificio viejo asomando allá
arriba, por lo que me prometo regresar para hacer un croquis. Nos acompaña
Esteban, de marketing, que termina reventando más globos que yo. Los otros dos
deportes son el golf y el golf crossing, una variante inventada en Australia
para justificar el uso universal de las pelotas con forma de aceituna, y los
arcos con forma de H. Los arcos son como antenas parabólicas sembradas sobre el
parque.
Héctor se ofrece a hacer algunas fotos. Me
dice que lo encuentre en el Club House. Llega manejando un auto eléctrico.
Salimos con 2 bolsas. Recorremos los 18 hoyos de la cancha para que me vaya
ambientando. Es un hermoso día de sol. Se ve el cerro López, el Tronador, la
precordillera de los Andes. Llegamos a un lugar panorámico y Héctor dice “yo
saco las fotos, vos posás”. Le digo que nunca jugué al golf. Se ofrece a darme
la primera clase. Mis primeras clases de cualquier experiencia deportiva
siempre fueron un bochorno. Me cambia la remera por la suya, que es de
golfista. Me presta también una gorra pochito que dice Llao Llao. Agarro el
palo. Contra todo lo que creo, no hago un papelón. Le digo que parece fácil y
él me dice que el golf es un deporte tan amigable que siempre funciona en los
primeros swings, para que te den
ganas y vuelvas. Me saca unas fotos practicando, se prende en unos tiros y me
sugiere que me anote para el golf nocturno.
AL
AVISTAJE
No esperaba demasiado de la caminata con
avistaje de aves, comparado con remar en el lago sonaba a chiche a cuerda al
lado de una playstation, pero Zulema se presentó con su sonrisa a prueba de
balas, más la guía de pájaros argentinos de Tito Narosky y dos juegos de
prismáticos, y lo que pintaba como apenas un descanso se volvió una aventura.
Zulema es de Buenos Aires, sin especificar barrio. Vino a Bariloche a mirar
pájaros, y se quedó. Vimos unos gansos llamados Cauquenes, una colonia de
Macás, un Fio Fio. Escuchamos a los Chucaos
y a los Zorzales. Paseamos por un bosque de Colihues y otro de
Arrayanes. Encontramos un Maitén lleno de colibríes. Zulema me explica que se
acaba de dar la floración masiva de la Caña Colihue, un episodio que se produce
cada cincuenta años (la floración común es cada veinte), y se esperaba una
invasión de ratas colilargas que no sucedió. La ceniza volcánica colaboró en la
no proliferación. Una buena para anotarle al volcán. Me indica una isla en la
que hay una pareja de Gaviotas Cocineras, para que la siga con los prismáticos.
Todo le resulta asombroso. Esta chica contagia alegría. Me explica que el Llao
Llao es un fruto de un parásito del Colihue y quiere decir, en idioma aborigen,
Dulce Dulce. Me dan ganas de mirarle la sonrisa con los prismáticos, pero para
eso debería estar lejos, y la verdad es que la prefiero a mi lado. Por lo menos
hasta averiguar cómo se sale de esta selva.
Ceno solo en el Club House del Golf. El
menú es Fondeau de cuatro quesos. Hay
una entrada antes, pero paso. Ponen pan, manzanas, salchichas, panceta,
verduras cortadas. Es raro comer una fondeau en soledad. Si se te cae el pan
adentro, nadie te va a cobrar la prenda. Me da un poco de vergüenza, veo que al
mozo también. Por suerte está Diego Ortíz Mugica, el fotógrafo del famoso
pescador Mel Krieger, y contactamos rapidísimo. Está por salir a jugar golf
nocturno con su gente. Me invita, lo sigo. Le digo a Alejandro, el instructor
de la noche, que prefiero mirar todo lateralmente, para no molestar. Me dice:
“vas a molestar menos en el field”. Me ubica en un grupo con Sandro y Nelson, que
están a punto de acabar un juego. Sandro vende autos en la Capital, Nelson es
fotógrafo amateur. La pelotita es anaranjada y tiene luz adentro. En el aire de
la noche es una brasa disparada. El hoyo 2 viene con una trampa de arena
inmensa, la vemos porque está rodeada de pequeñas luces rojas que indican el
peligro. El green está marcado con
luces verdes y el fairway con
celestes: parece una pista de aterrizaje. Sandro me acerca un palo y me da
indicaciones para que juegue el hoyo 3. Suerte de principiante: hago bogey, lo que quiere decir que me pasé
solamente un golpe de los mínimos sugeridos. Nos vamos a comer duraznos al
malbec con crema americana al restó de los quesos, para festejar.
LA
FELICIDAD FEMENINA DEL SPA
En el Health Club me atiende Gabriela, una
masajista de Caballito convertida en fan de Bariloche. “Venía y venía: un día
me quedé”, dice. “Habrá sido por amor”, le digo.
- Por amor al paisaje.
Después me dice si quiero masaje
descontracturante suave o fuerte. Me hago el macho y pido fuerte. A medio
masaje me arrepiento. Tengo muchos nudos. Ella también se arrepiente un poco de
su respuesta tímida y agrega que acerté, que está casada con un camarero. El
Llao Llao, al fin y al cabo, es como su casa, adonde ha pasado muchos años, y
donde la han tratado bien. Pienso que ese era el objetivo de Bustillo: un hotel
para pasar larguísimas temporadas, casi para vivir. Por eso tiene una calle
interna con restaurantes, peluquería, comercios. La idea era que viniera Bioy
Casares, se quedara una nevada completa y todas sus necesidades se vieran
cubiertas con lujo y comodidad. Me levanto de la camilla hecho un fleco con
olor a Mentoplus. Pensaba tomar una clase de pesca con mosca, pero lo cambio
por el sauna.
Los hombres que salen del sauna parecen
derrotados. Se les caen las toallas. Me pregunto cómo vamos a sobrevivir para
llegar al Happy Hour de las siete y media en el Lobby Bar. Hoy es de Jack
Daniels. Te dejan tomar gratis todos los tragos de la bebida del día, y las
demás se pagan la mitad. Adentro del sauna hago control mental para poder
superar la paliza de Gabriela y concentrarme en los copetes que vendrán.
La segunda masajista que me toca se llama
Emilce. Es la primera nyc que
conozco: “nacida y criada” en
Bariloche, como ella misma se define. Dice que las demás son vyc, “venidas y criadas”. No pregunta si
quiero fuerte o despacio. Me hace acostar en la camilla y me empieza a untar en
aceites con hierbas concentradas. Lavandas, geranio y ciprés. La untada se
llama hidratación; el masaje que me va a dar es desintoxicante. Después me pide
que ingrese a una máquina con nombre de Manga japonés: el Ionozón. Es una especie de cápsula con un asiento adentro. Ella
cierra el cofre, en un acto de falsa prestidigitación. Solamente la cabeza me
queda afuera. El interior empieza a caldearse con vapor y ozono, hasta llegar a
los 42 grados. El paisaje que hay en la ventana, digamos el cerro Catedral, ya
es relajante de por sí. Imagínenselo con todo este agregado. Al salir comienza
el meticuloso masaje. Como Gabriela, me encuentra un montón de nudos. Le digo
que me voy a encomendar a la Virgen de
los Desatanudos. Se ríe. El masaje se llama “fitobain” y sirve para
terminar de extraer las impurezas. Las cremas son relajantes, francesas.
Emilce me indica que tengo que volver
mañana a las 12 por un facial. Me suena a porno
soft; me muestra la máquina para que no me espante. Temoforesis y cepillado
para matar a todas las bacterias de la cara, promete. No me animo a decirle que
amo a mis bacterias. Sé que después de todo esto voy a servir apenas como
metrosexual, nunca más el macho que fui. Le doy un beso y salgo a comer truchas
ahumadas.
LA
COCINA DEL LLAO
Pero no como ninguna trucha porque el Chef
del Hotel, mi amigo Federico Domínguez, me saca del Llao. “Vamos a Blest”,
dice, la cervecería de unos conocidos suyos. El masaje desitoxicante me ha
dejado en el cuerpo el efecto casi levitatorio de una leve borrachera, que es
hora de reemplazar por una borrachera de verdad. En la cervecería artesanal
tomamos una jarra de roja y una de negra. Los dos odiamos la stout, porque le agregan caramelo.
Le confieso que, esté donde esté -Barracas,
Unquillo, Nueva York-, pienso en la palabra salmónidos
y se me hace agua la boca. Le echo la culpa por ese reflejo condicionado,
que adquirí la primera vez que degusté su exquisita “ensalada de salmónidos”,
una de las entradas de la carta del Restaurante Patagonia.
Federico y su equipo de cocineros le dan de
comer a novecientas personas por jornada. Mitad empleados, mitad pasajeros. Me
confiesa que cuando ganaron el premio Hotelga 2011, el concurso de chefs de la
Argentina, utilizaron mis croquis en la carpeta de presentación. “Para que nos
trajera suerte”. El menú ganador es una sofisticada sopa de calabaza, un turnée
de cordero con crocante de quinoa y una pelotita de golf de quesos sobre un field de algas. “Mis dibujos son tuyos”,
le digo. Brindamos.
A pesar de que en esta estadía volví a
elegir casi únicamente pescados crudos, el menú del Llao Llao también es fuerte
en corderos, ciervos, jabalíes, frutos rojos y chocolates. Federico me pide que
destaque eso. Mis otros platos preferidos fueron el “salmón cocido a baja
temperatura con salsa mediterránea”, la ”sopa de tomates asados y langostinos”
y el “risotto de frutos de mar con
azafrán”.
Mi impresión, desde que estoy a un paso de
los cincuenta años, es que para ser feliz se precisan muy pocas cosas lindas,
pero si hay más, no importa. El más es el happy hour de la existencia,
el Llao Llao de nuestras vidas.
22.3.12
VIVA EN EL LLAO LLAO / ¡NIL!
Desde el mes pasado venimos anunciando en la Milanga la nota de VIVA en el Llao Llao, que por fin salió. Como postre, toda esta semana iré incorporando más bonus tracks, para que tengan. Por ejemplo, una columna sobre las cenizas y los músicos del hotel que desapareció en la mudanza de mi compu a la de los clarineros. Más fotos: de una escultura encontrada en el Nahuel Huapi, de las flores del Llao, de la fachada Moreno del edificio (dificilísima de sacar, tuve que ir hasta mitad del lago en kayak, conste), de alguna despeinada, de detalles de las preciosas alfombras y de todos los etcéteras que vayan saliendo. También uno o dos textos que no cupieron en esa nota larga más la receta ganadora del Prix de Chefs del Hotelga que se llevó Domínguez y su grupo. En fin, muchos regalitos. Y la nota.
21.3.12
17.2.12
COSTADO DEL HOTEL Y CARRO DE GOLF
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