29.8.19

CUARTO ENCUENTRO DE LA CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN / SÉPTIMA TEMPORADA


A los 95 años, no va y se muere Blanca Cotta. ¡Por dió! Y yo que pensaba que era eterna. Mi mamá me enseñó a preparar unos cuantos platos en su vida, muchos más aprendí mirándola cocinar, pero la posta de la cocina la aprendí con Blanca. Primero en la revista “Anteojito”, de García Ferré; después con el libro rojo de “La cocina divertida”. Gran dibujante y escritora; gran cocinera. Capa. Sus libros son la misma delicia. Para celebrarla –qué otra cosa mejor para celebrar que el final de una vida bien vivida, llevada con lucidez y creatividad- hice un guiso de lentejas, con lo que inauguramos un nuevo estándar de comidas que, creo, se repetirá en algún próximo mondongo o locrito, a pedido de los comensales. Tomamos tres botellas de vino, una más rica que la otra. Dos tintos y una de blanco; que no lo usamos pa´pintá.

Este informe está contaminado de habla popular porque Lili trajo el tomo IV de los “Cuentos y leyendas populares de la Argentina”, recolectadas por Berta E. Vidal de Battini y editadas por la Secretaría de Cultura de la Nación, de la época en la que a la Nación le importaban los libros. El volumen de Lili tiene un capítulo que se titula CUENTOS DE BRUJOS, CUENTOS DEL DIABLO Y EL APRENDIZ DE BRUJO. De estos textos hablaron ella y Accame la sesión pasada, y anoche los tuvimos arriba de la mesa. Leímos alternativamente, para nuestro ejercicio de la historia con brujas, estos nueve relatos orales transcriptos por la profesora Battini en la jerga en que se los contaron:

De La Rioja, “El muchacho que aprendió más que el maestro mago La Gata”, “La vieja bruja” y “Celina, la maga”.

De Jujuy, “La suegra bruja”.

De San Luis, “Los tres hermanos” y “El pescador y el diablo”.

De Chaco, “Los tres cabezudos – La bruja” y “La muchacha que se transformó en pájaro”.

De Corrientes, “La criatura cabezuda y el diablo”.

Ya hay dos nuevos cuentos que responden al ejercicio; “Que las hay”, de Mariana, y “El Viborón”, una versión libre de Lili de “La vieja bruja”. Los vamos a leer en la clase que viene. Yo estoy escribiendo el mío, con un poco de suerte lo tengo para dentro de dos miércoles, día en que nos visita un prócer: Elvio Gandolfo. Ah, qué buena está la Clínica… (no tenés abuela, Gorosito).

Leyeron Mariana, Fabián y Laura, que se metió con un tema pesado: la violencia con los niños. Encontré tres maneras diferentes de ilustrar cómo escribir sobre un tema así.

1-      Con muchísima sutileza y sin mostrar el episodio, como hace Alice Munro en “Dimensiones”.

2-      Exponer el peligro pero interrumpiendo la acción, como en el cuento de Samanta Schweblin “Un hombre sin suerte”.

3-      Contando todo con detalles: Ian McEwan en “Mariposas”.

La tarea para el hogar es leer los tres cuentos completos y elegir una manera de narrar. Si me preguntan cuál prefiero, voy por las primeras dos opciones. Aunque en “Auschwitz” haya optado por la tercera.

Así de fácil se pasó el primer mes. Y ha dentrao por un canastito roto, para que el Diablo nos traiga otro.

27.8.19

MIRADOR TESLA / MEMORIA


Esta antena es un homenaje a Nikola Tesla, el “descubridor” del siglo XXI.
Sus inventos anticiparon Internet, el wifi, el whasapp, los celulares, la radio y la televisión. Casi todos los adelantos que hoy utilizamos fueron anticipados por Tesla. Por eso decidimos hacerle un homenaje reciclando su diseño de la Torre Wardenclyffe. Es una operación posmoderna de sustitución: conservamos la cáscara cambiándole el contenido. Creemos que no puede haber un ícono más noble para Tecnópolis que este buen edificio de acero.
La Wardenclyffe, también conocida como Torre Tesla, fue la primera antena de telecomunicaciones inalámbricas, diseñada para la telefonía comercial transatlántica y transmisiones de radio entre los años 1901 y 1917. La idea solapada del inventor era la de cubrir una zona urbana importante para brindarle, además, iluminación gratuita, limpia y sin cables. Lo había probado en la exposición Mundial de Chicago con éxito, logrando encender todos los pabellones utilizando solamente el aire como conductor. Las empresas de electricidad boicotearon el proyecto antes de que Tesla pudiera terminarlo.
La antena de Tecnópolis toma la imagen de la Wardenclyfe, reinventando su cúpula como restorán. El montaje de la torre sobre el eje de Tecnópolis permite la contemplación de todo el paisaje y a la vez lo hace funcionar en la lejanía, a modo de faro.
En la subida hay cinco paradas intermedias que sirven de miradores de intemperie. El trayecto final,  desde la última salida de ascensores hasta el óculo de las antenas está cerrado mediante paneles de vidrio que componen la cáscara interior transparente del restorán. En la base de la torre hay una plaza pública con un local de venta de recuerdos.
 La burbuja intervenida se parece a una de esas esferas infantiles que si uno las da vuelta, nieva. Las enredaderas interiores convierten el espacio diurno en un Cristal Palace de alturas. Por la noche la bóveda estrellada, el mapa del cielo, le dará la apariencia de un Planetario en el que los visitantes puedan cenar. Creemos que todas estas apariencias de juguete gigante le agregan un toque de nostalgia y otro de deseo infantil. Al fin y al cabo esta es una feria dedicada a los niños argentinos.
A Nikola Tesla, ese niño grande, le hubiera encantado estar aquí.

23.8.19

HAMLETS EN EL SAN MARTÍN / LA AGENDA

"To be or not to be, that is the question” tal vez sea el parlamento más espoileado de la historia universal de la ficción, junto al final de “Rey de reyes”, en el que el protagonista muere crucificado. Aunque después, increíblemente, resucite. En “Hamlet” no resucita nadie, pero la puesta sí, a cada tanto. Recuerdo haberla visto por lo menos tres veces solamente en el Teatro General San Martín, ese bello edificio del arquitecto Mario Roberto Álvarez. La primera bajo la dirección de Omar Grasso en la Sala Casacuberta. La gente iba a verla porque Alfredo Alcón, un príncipe, hacía del Príncipe. Después, si mal no recuerdo, en la sala de más abajo, la Cunill Cabanellas, vi una versión con Pompeyo Audivert que estaba dirigida por Ricardo Bartís, en la que Pompeyo actuaba el monólogo disfrazado de boxeador, mientras saltaba a la cuerda y hacía fintas de pugilista en un púchinbol de utilería. Alcón, ya grande, llevó cantidad de gente. Pompeyo menos, porque su versión era experimental y se daba, además, en un espacio experimental."

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22.8.19

TERCERA JORNADA DE LA CLÍNICA LITERARIA DEL GALPÓN ESTUDIO / SÉPTIMA TEMPORADA


Estuvo Jorge Accame y la rompió. Leí “Telifrón”, que él levantó de “El Asno de Oro” de Apuleyo y lo versionó para su antología “Antiguos cuentos de brujas”, editada por Edhasa en un precioso libro objeto con ilustraciones de Fernando Falcone. Un cuento realmente horripilante, bien de terror. Por momentos me hizo acordar a Ligeia, mi preferido de Poe. Jorge nos leyó además una sección del libro de microrrelatos que está escribiendo, titulada “Cinco formas breves de la eternidad”, donde cuenta cinco llegadas humanas diferentes al Más Allá. Desconcertó, como siempre. Mientras uno día a día se parece más a sí mismo, sin poder hacer nada para remediarlo, Accame es el escritor que cada vez que se sienta a relatar es una persona diferente, siempre capo. Creo que es su súper poder más visible. Lo admiro por eso y por muchas cosas más. Estoy orgulloso de ser su amigo.

Hablamos también del traspaso de su cuento “Quería taparla con algo” a la obra de teatro homónima, y del origen de “Flores”, mi cuento de fantasmas favorito del mundo mundial, y nos terminó regalando ejemplares de “Cumbia” y de la obra teatral para los asistentes a la Clínica. Y dio un dato muy bueno: se pueden retirar gratis muchas obras argentinas impresas en formato libro de la colección “El País Teatral”, publicadas por el Instituto Nacional del Teatro. Miré entre los títulos: hay de teoría, de historia y novedades que estuvieron hasta hace poquito en cartel. Ya me marqué tres, para ir a buscar: “Teatro del actor”, de Norman Briski con prólogo de Eduardo Pavlovsky, “Una libra de carne”, de Agustín Cuzzani y “Nada del amor me produce envidia”, de Santiago Loza.

Después tuvo la gentileza de quedarse a la lectura y participar de los debates sobre los textos que leyeron Pablo y Lili. Para ejemplificar conceptos literarios en mi crítica me valí de fragmentos de escritos de Felisberto Hernández y de Elvio Gandolfo. Jorge citó a Carver, autor que leímos en la clase pasada, para explicar una sugerencia al texto de Pablo. “Es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza… Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente…” Aunque lo que se vea venir suceda o se esfume, agregué yo. Accame tiene un ensayo sobre la inminencia que pronto publicaremos en Milanesa con papas: estamos ávidos de teoría amable, no tan académica, que se entienda fácil.

Y como si esto fuera poco el master se mandó una salsa picante y otra suave para las empanadas. En Jujuy le dicen yasgua; la picante se hace con semillas de locoto. En el momento de la firma de libros -“del autor al lector”, como dicen por ahí- María nos regaló una frase del cuento “Huaira Cruz”. “Leyendo Cumbia encontré esta perlita de un párrafo”, explicó. “El que relata es un hombre solo en una escuela perdida en Abrapampa”. Va:

“Cociné. Comí (a veces dejaba de masticar por unos segundos, solo para verificar la nada).”

Gracias, María. ¡Gracias, Jorge!

Hablando de cocinar y comer, va un acertijo para los habitués de estos informes. Miren la imagen siguiente:

Esas son las empanadas que hago siempre, con mis repulgos perturbadores. Hay amenaza en esos retorcidos repulgos, diría Carver. Ahora miren esta otra imagen, de ayer:


Sí, adivinaron. En la primera foto los dos rellenos son de carne. En la segunda, el relleno de la empanada derecha es de queso. Tenemos una compañera vegetariana y le hice comida aparte.

Con la Clínica me voy a recibir de mamá.

19.8.19

DOS JAPONES / LA AGENDA

Tanto Mori como Julián se encuentran con un individuo retraído, solitario, bien vestido y con portafolios. El salary man. Y los dos tienen un pensamiento sobre él. Ambos lo ven como un hombre que parece vigilado, con costumbres extrañas. Mori relata un almuerzo en un izakaya, un bar informal. Piden yakitori y yakimiru, unas brochetas con gusto “a jengibre, a miel, a bienvenida”, escribe ella. Mati le hace unas preguntas al mozo y, los presentes de las demás mesas, todos estos hombres de traje y portafolios, de repente reaccionan rompiendo sus silencios para comunicarse con los dos occidentales. Los comedidos solitarios les terminan pagando el almuerzo, como si Mori y Mati fueran sus invitados. A lo largo del libro les vuelven a suceder varios episodios de sociabilidad rara, desconocidos que les hacen regalos o muestran amabilidades excesivas, desproporcionadas: Mori les agradece y adjunta esos sucesos poéticamente con el hecho de que el universo se ha vuelto amistoso por el adorable imán que la une con su hijo, y que tiene un efecto contagioso. Pero no deja de sorprenderse: esa gente que va encontrando está muy sola, necesitada de cualquier tipo de mirada piadosa que alguien les pueda ofrecer como una dádiva.
El viaje que hace Julián es al mañana. Cuando se hacen viajes en el tiempo se cortan, inevitablemente, los lazos con el presente. Mori no corta lazos porque su misión es afectiva: habla diariamente por teléfono con su mamá, extraña y recuerda a sus mascotas. Cuando no está con su hijo busca algún amigo de Buenos Aires o de Venezuela que esté viviendo por ahí cerca, para ir a visitar. La experiencia de Mori es vinculante.
Julián se mueve en modo anacoreta, aunque en vez de rezar, lee. Está concentrado en su experimento. Por eso se aísla, decide aislarse; se encapsula o va a hoteles atendidos por androides Está buscando con su microscopio. Y si bien la robótica lo decepciona un poco –relata un torpe partido de fútbol entre máquinas que dista mucho del Skynet-, percibe y reacciona con los cambios sociales que ve. Empieza a entender que los adolescentes están más vivos y eufóricos, con ganas de vivir, solamente cuando se disfrazan de sus personajes de manga en los eventos de cosplay: el resto del tiempo son suicidas en potencia, y algunos pasan años guardados en sus cuartos en un tipo de enfermedad depresiva llamada “hikikomori”. No son todos, digamos la verdad, pero Julián les canta piedra libre a un montón.
Katie LedeckyMori también nota la cantidad de chicos disfrazados, que apelan a personajes de la tradición o a sus favoritos de historietas. Los habitantes que ambos destacan en sus libros necesitan continuamente de muletas afectivas. Mientras Mori los disfruta con piedad y melancolía; Julián hace observaciones cuasi científicas que lo llevan a hallar fenómenos populares como el de los maids cafés o cafés de compañía, que no llegan a ser de “levante”, sino simples sitios para encontrar a alguien con quien hablar, pagando. O a descubrir multitudes que tienen por líder a una cantante virtual –un holograma-, y a preocuparse por los mega fenómenos del porno y el pop que están aniquilando el sexo como relación entre humanos.
Varsavsky, en sus cuarenta días en Japón, llega a acariciar a un perro Sony, metálico, como novedad. Y a entender a los ancianos que lo cuidan como a la mascota artificial que los sobrevivirá. Ponsowy extraña a su perro que ya murió, Babones, y ansía volver para reencontrarse con su perrita Corbi en su casa de La Lucila. Los dos libros son extraordinarios. Con uno te asustás: la verdad es que no quiero un mundo en el que me dé lo mismo acostarme con un humano o un androide, porque ya no habrá diferencia. Con el otro te emocionás: el relato de Mori es bello y vívido, precioso.

Tanto Mori como Julián toman baños en un onsen. Ella entra con humildad, avergonzada por exhibir su desnudez en público y termina sintiéndose parte de la femineidad toda, junto a las otras mujeres que se bañan. Cito: “Amo a estas mujeres. Imagino que en los albores de la humanidad también habremos hecho lo mismo. Nos habremos bañado desnudas, juntas, bajo las estrellas. Habremos extrañado a nuestros niños que, ya adultos, se han ido de caza. Habremos llorado, sin estar del todo seguras si esto es la felicidad”. Julián entra decidido al onsen de su hotel, pero tarda cuatro o cinco baños en sentirse relajado en ese mundo de hombres que no lo representan.
Los dos expresan su miedo cuando acceden al transporte de alta velocidad. Julián se equivoca de tren; el guarda está más preocupado que él. Mori toma muchos recaudos, porque tiene horror a perderse. Su hijo la increpa: “¿dónde está tu espíritu de aventura?” Es la única vez que la hace enojar. Mori es una mujer aventurera, aunque en este viaje se mueva con fragilidad, coma pollo frito en Kentucky y tome café en Starbucks. Admite por primera vez en la vida que viajar no le gusta.
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16.8.19

MUTANTE / MEMORIA


“Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos”. Esta es una frase de Octavio Paz que se refiere a la inmigración que nuestro país recibió entre 1870 y la Primera Guerra Mundial. Y puede ser que Buenos Aires haya negado históricamente su río en lo que se refiere a paisaje y recreación; pero nunca negó su puerto. La imagen de Buenos Aires es la imagen de un puerto. Antiguamente con silos, rampas, mangas. Actualmente con containers y grúas.
La antena de Tecnópolis es una obra portuaria en construcción que incluye los medios que se utilizaron para alzarla.
La antena está formada por una pluma central de base triangu­lar y celdas de containers acondicionados como recintos hab­itables. Las celdas se irán incorporando a la torre progresi­vamente, logrando un espectáculo con su propia construcción.
La tecnología expresa el mismo crecimiento del edificio, que contendrá un interesante programa de aprendizaje y recreación.

La tecnología de la antena es su propio lenguaje.

La pluma ha elevado doce, quince, diecisiete containers habitables hasta una altura que los convierte en miradores. Adentro se desarrollan actividades de taller, performances, exposiciones, eventos, danza y descanso. Le hemos devuelto al puerto lo que históricamente le quitamos a nuestro río: el paisaje y la recreación.
Los volúmenes y las actividades son intercambiables: la pluma permanente permitirá las modificaciones entre espacios y el crecimiento a futuro.
La antena es un edificio de piezas ensambladas.

El ingreso a la torre es una experiencia singular. La pisada se hace sobre una plataforma enterrada que la aísla del entorno, incrementando la idea de entrada a un lugar especial. Los visitantes deben descender un nivel para tomar los ascensores. El techo de ese hall tiene lucarnas transitables basadas en un diseño paramétrico. Una confitería, un gift shop y servicios acompañarán la experiencia.
Ingresar a la antena es un evento sensorial.

Los diferentes programas se agrupan por niveles. En los niveles 1, 2 y 3 funcionan una radio y una isla de televisión cerrada, talleres de robótica, clínicas de artes electrónicas y nuevas tecnologías. Algunas cajas serán transparentes, otras opacas. Si el programa requiere más espacio, a cualquier container se le acopla otro en paralelo. Si los programas cambian pueden variar las opciones de apilado.
El nivel 4 es un patio de food tracks en altura, que también abastece a la terraza mirador. Hasta dicha terraza se llega con la batería de ascensores y escaleras. Desde allí en más, personal de mantenimiento podrá seguir ascendiendo por la antena mediante una escalera vertical, que irá arribando  a pequeñas plataformas técnicas hasta completar la altura total.
Un programa moderno requiere de espacios mutantes.

A medida que Tecnópolis se vaya completando, la torre irá creciendo. Es un cuerpo orgánico, evolutivo, y su expresión está ligada al montaje continuo. Funciona como ícono: para identificar la feria tecnológica desde la ciudad de Buenos Aires y para ver la ciudad de Buenos Aires desde la feria tecnológica.

La antena crece cuandoTecnópolis crece.

15.8.19

SEGUNDA JORNADA DE LA SÉPTIMA TEMPORADA / CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO

El chocolate se compra en Fénix, la carne en Piaf, el pescado en El Delfín y las salchichas alemanas en Bratwurst. Si vivís en CABA esas son las mejores opciones. Perdonen la tilinguería, pero es lo que aprendí con el tiempo. En cualquiera de los otros lugares que existen pueden atenderte bien y venderte buena merca; estos cuatro no fallan jamás. Ayer comimos dos tipos de salchichas a la parrilla, una especialidad al curry y otra con queso, exquisitas ambas. Provenientes del Bratwurst Central, barrio de Consti. En sanguchitos y con pan casero. Tomamos una botella de Álamos y otra de un vino salteño delicioso, tintos. La séptima emisión de la Clínica de cuentos del Galpón Estudio marca la diferencia: encendí carbón antes del asado final. Como dicen en Brat: ¡Guten apetit!

Aprovechando que en la próxima sesión viene Jorge Accame, hicimos un teatro semi montado indoor con su obra “Quería taparla con algo”, escrita a partir de su cuento homónimo. Se me ocurrió que podía ser una buena idea leer los dos registros, el cuento y la obra. Lo fue. Para recitar los parlamentos distribuí fotocopias del librito y cada uno hizo un personaje. A mí me tocó, como no podía ser de otra manera, el Pescado. Así que enterate, Jorge: representamos tu obra antes de que tu hijo Marcelo la presente en el teatro comercial. Cuando la prensa te pregunte dónde se dio por primera vez, en primicia mundial, desde ayer a la noche vas a tener que contestar “en la Clínica de cuentos del Galpón Estudio”.

La idea se me ocurrió porque yo mismo pasé por esa experiencia con “Marvin”: escribí el cuento y realicé el cortometraje junto a Adolfo Cabanchik. Y la cabeza se me iluminó en el proceso: pasar el cuento a guión fue un ejercicio sublime. Cada vez que doy el mini show de “Marvin x 2”, donde leo Marvin y proyecto Marvin, la gente se llena de preguntas. Eso mismo nos pasó a nosotros ayer cuando terminamos de leer el texto teatral de Accame. Tenemos cantidad de preguntas para hacerte, Jorgito, listas para el miércoles que viene. No nos podés fallar, ¿eh? Te cocino mis empanadas de carne y harissa, mirá. Todo para que vengas.

Principalmente queremos saber por qué le cambiaste el final. Nosotros, con Marvin, casi se lo cambiamos también y desconocemos la razón.

Leyeron Lidia, Fabián y Lili. Todos cuentos con niños. Dos que se mueren y uno que casi, y se salva de milagro. Para ilustrar el de Fabián recurrí a una microficción de Gilda Manso titulada “Mitología”. La tenía guardada por si se armaba una discusión sobre el dueño de las palabras en el cuento milagrero, y pasó, porque Leo también se lo había cuestionado.

Para los de chicos muertos hablamos de finales. Empezamos por los de Salinger en “Un día perfecto para el pez banana”, “El hombre que ríe” y, sobre todo, “Teddy”, en el que efectivamente muere un niño. Después seguimos con Carver y nos metimos en los finales de “Gordo” y “Catedral”, de tinte existencialista. Hablamos también del paso de la obra del autor a largometraje de la mano de Robert Alman, en 1993. “Short cuts”. La edición de Anagrama de esos cuentos originales –cuando digo originales digo los no retocados y recortados por su editor- trae una versión del cuento del panadero titulada “Parece una tontería”, que es demasiado diferente a “El baño”, la que habíamos leído originalmente en “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Otro buen ejercicio para hacer en esta Clínica podría ser la lectura de esas dos versiones para contrastarlas y aprender un poco del maestro Raymond. La edición de la película, titulada en español “Vidas cruzadas”, trae un prólogo de Altman que es imperdible, donde habla de personajes, acciones, cortes. Cito un fragmento:

“Los personajes narran muchas cosas a lo largo de la película, cuentan pequeñas historias acerca de sus vidas. Muchas de ellas son de Carver, o paráfrasis de las de Carver, o están inspiradas en ellas, pues siempre procuramos ser lo más fieles posible a su mundo, teniendo en cuenta el imperativo de colaboración de la película.

Por su parte, los actores se percataron también de que los detalles de los que hablan esas gentes de Carver no son lo principal. Los elementos parecían flexibles. Podían estar hablando de cualquier cosa. Sin embargo, ello no significa que el lenguaje no fuera importante, sino más bien que el tema no tenía por qué ser X, Y o Z: podía ser Q, P o H.

La cuestión que determina cómo responde la gente a lo que se está diciendo es quién es. No es lo que están diciendo lo que provoca que la escena tenga lugar, sino el hecho de que esos personajes estén interpretando la escena en cuestión. De modo que, estén hablando de cómo preparar un emparedado de mantequilla de maní o de cómo asesinar a un vecino, el contenido no es tan importante como lo que sienten y hacen los personajes dentro de esa situación, el cómo se van desarrollando.”

Es pertinente, para una jornada en la que estudiamos el tema del pasaje de un texto literario a otro estado artístico, ya sea teatro o cine, dejar hablar un poco a un capo como Robert Alman. Aunque nos vayamos temporalmente del mundo de la literatura.

12.8.19

ANTENA PARA TECNÓPOLIS / MUTANTE 1







LOS TALLERES LITERARIOS / MARTÍN KOHAN


"Di talleres en momentos de necesidad económica. Llegaban y preguntaban: ¿qué consigna me vas a dar? No, no tengo consignas. ¿Cuánto pagaron para estar acá? Ciento cincuenta pesos. ¿Vos te creés que, si tengo una fórmula de cuatro renglones para hacer un buen texto te la daría por ciento cincuenta pesos? Si la tengo, me la quedo o te la vendo por un millón de dólares. Entonces, yo les decía que no, y la gente se iba, o alguno se quedaba. Hacíamos, básicamente, lectura. Otra figura que yo refractaba es el bloqueado. “Escribo y no me sale nada”, entonces no escribas. “Pero quiero escribir”, entonces escribí. “Pero no me sale nada”, no escribas. ¿Pero qué pensás? ¿Qué el mundo está esperando tu obra? Cuidado, está trabado, destrabémoslo. Después están los que sufren. No escribas si sufrís. “La angustia de la hoja en blanco”. Si te angustia la hoja en blanco, alejate. Alejate de todo lo que te angustie, la vida ya está lo suficientemente llena de angustias.
 Todas esas inhibiciones son resultado del escritor con mayúscula, de otorgarle una solemnidad, una sacralidad que inhibe. Es al revés, se supone que te gusta escribir. Escribí, no es trascendental, no sos trascendental. Si es genial va a ser genial, no porque te subiste a la mayúscula. Con eso trabajábamos en mi taller, agarrar el matamoscas para bajar los egos. Con algunos no podía. Cada uno iba ahí a leer “su genialidad”. ¡Pará! Si estás seguro de que es genial, hacé al revés. No digas nada y los demás te vamos a decir. Tampoco acepto hacer objeciones sobre “no hagas así, hacé asá”. Si a mí no me gusta así, en mi novela no lo haré. ¿Cómo le voy a decir a alguien que saque algo, si el texto no es mío? A menos que seas el escritor con mayúscula, el escritor “amo”, dando latigazos a los escritorzuelos.
La carrera de Letras no tiene eso. Qué gran cosa la carrera de Letras, donde te dicen cómo está hecho tal texto. Te dan César Vallejo y “¿Cómo está hecho “El Capote” de Gogol?”. Con esa pregunta aprendés todo."

9.8.19

CARSON McCULLERS / LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE


“A los niños les encanta dormir en casas ajenas y comer con los vecinos; en esas ocasiones se portan como es debido y se ponen orgullosos. Así de orgullosos se sentían los vecinos del pueblo cuando se sentaban a las mesas del café. Se bañaban antes de ir donde miss Amelia y al entrar en el café se restregaban los pies muy finamente en el salón. Y allí, por lo menos durante unas horas, podía uno olvidar aquel sentimiento hondo y amargo de no valer gran cosa en este mundo.” 

8.8.19

CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO / SÉPTIMA TEMPORADA, CLASE 1


- Ahora que sos doctora y estás más ocupada, si querés dejamos lo de la torta para cuando puedas.
- ¿Estás loco? ¿Y la cábala?

Cortito fue el diálogo que tuvimos con Moira para mi nuevo comienzo de la Clínica. No sé cómo hizo con sus ocupaciones verdaderas, pero el miércoles a mediodía, su fabulosa torta de ciruelas Presidente estaba empaquetada, lista para espolvorearle azúcar impalpable y meterle diente. Por lo que empezamos el curso sin alteraciones: todo bajo control. Se ve en la foto.

Este año hubo diez anotados, sin necesidad de publicidad en el feis. La noticia se pasó de boca en boca. Algo estaremos haciendo bien, pienso. Lo mismo nos pasó con Moira en nuestro viaje a Galápagos. Si a los veinte años me decían que estudiar arquitectura me iba a servir nada más que para dar un workshop durante quince días en la isla de las tortugas cuando tuviera cincuenta y seis, casi seguro que seguía estudiando solamente para eso. La educación me está devolviendo sus frutos jugosos. A la arquitecta Sanjurjo le pasa igual. Tenemos tortas garantizadas para todos los comienzos de mes. Se volvieron a alegrar mis miércoles a la noche, esta vez por dieciséis. Felicidad total.

Cené con mi amigo Jorge Accame unos días antes, y prometió dar una masterclass a fines de la Clínica. Entre los libros que me dejó de regalo me llamó la atención una obra de teatro con el título de uno de sus mejores cuentos: “Quería taparla con algo”. Y sí, el consagrado autor de Venecia convirtió a la escena la historia del Pescado y el Tucán. Por lo que se me ocurrió que podíamos leer, primero el cuento, luego la obra. Como era el primer día, dejamos la obra para la semana que viene. El experimento se completará.

Pablo me trajo de regalo el libro “Por el camino de Puan”, de ediciones FILO. Es una antología coordinada por Gabriela Franco de trabajos del Seminario de escritura creativa de la UBA, que incluye uno de los textos escritos en mi taller. La consigna fue “porno para ser publicado en revista de domingo”. El cuento de Pablo Redivo se titula “Sin sal”. Bien ahí. Este año la consigna va a ser “cuento de brujas”. No hay tanta bibliografía como con los de fantasmas o de sexo; justamente por eso creemos que va a funcionar. Lo planteamos ayer y ya tengo ganas de escribir el mío.

María Inés, Laura y Leo aportaron sus lecturas. Tres historias naturalistas, una orillando el costumbrismo, a las que les falta apenas un poco de calibración. Para orientar (o desorientar, en literatura es casi igual de válido) leí “Los cuentos de los amigos de Cecilia”, de Hebe Uhart, de su libro “El budín esponjoso”. Y para orientarlos-desorientarlos en las descripciones, fragmentos de una maravilla que releí el último verano: “La balada del café triste”, de Carson McCullers. La chica Carson es capaz de decir que la maldad de Marvin Macy era “secreta, algo que se desprendía como un olor”; que Amelia andaba de un lado a otro con aire ausente “como si hubiera caído en uno de sus trances gripales”; de un extraño hombre parado en medio de la calle que era de “mirar lento”; de una mujer racional que era “silenciosa por sistema”. Capaz de describir de este modo las peculiaridades de una bebida:

“No se pueden pasar por alto las dos botellas grandes de whisky que bebieron aquella noche; solo así puede uno explicarse lo que ocurrió después. Sin aquel whisky quizás no hubiera llegado a abrirse el café. Porque el licor de miss Amelia tiene una cualidad peculiar: sabe limpio y seco en la lengua, pero una vez dentro empieza a arder y ese fuego dura mucho tiempo. Y eso no es todo. Ya es cosa sabida que si se escribe un mensaje con jugo de limón en una hoja de papel no queda rastro de la escritura; pero si se expone el papel al fuego, las letras se vuelven de un color castaño y lo escrito se puede leer. Imaginen que el whisky es el fuego y que el mensaje está oculto en el alma de un hombre; entonces se comprenderá el valor del licor de miss Amelia. Muchas cosas que han pasado sin que se supiera, pensamientos relegados a las profundidades del alma, salen de pronto a la luz y se hacen patentes. Un hilandero que no ha estado pensando toda la semana más que en los telares, la comida, la cama, y otra vez los telares, al llegar el domingo bebe de aquel whisky y tropieza con un lirio silvestre. Y toma el lirio en su mano, se queda contemplando la delicada corola de oro, y de pronto se siente invadido por una ternura tan viva como un dolor. Y un tejedor levanta de pronto la mirada y por primera vez descubre el cielo radiante de una medianoche de enero, y se siente sobrecogido de temor al pensar en su propia pequeñez. Esas son las cosas que ocurren cuando un hombre ha bebido el licor de miss Amelia. Podrá sufrir, podrá consumirse de gozo; pero la verdad ha salido a la luz: ha calentado su alma y ha podido ver el mensaje que estaba oculto en ella.”

6.8.19

LOS CATORCE NOMBRES DE SHABNA / AUSCHWITZ

Xanih
Xaniaixah
Xanaih
Xanixah
Xinah
Xianah
Xainah
Xanahixah
Xhaniaxah
Xahniah
Xainahxah
Xianahxah
Xiniah
Xaniah