15.8.19

SEGUNDA JORNADA DE LA SÉPTIMA TEMPORADA / CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO

El chocolate se compra en Fénix, la carne en Piaf, el pescado en El Delfín y las salchichas alemanas en Bratwurst. Si vivís en CABA esas son las mejores opciones. Perdonen la tilinguería, pero es lo que aprendí con el tiempo. En cualquiera de los otros lugares que existen pueden atenderte bien y venderte buena merca; estos cuatro no fallan jamás. Ayer comimos dos tipos de salchichas a la parrilla, una especialidad al curry y otra con queso, exquisitas ambas. Provenientes del Bratwurst Central, barrio de Consti. En sanguchitos y con pan casero. Tomamos una botella de Álamos y otra de un vino salteño delicioso, tintos. La séptima emisión de la Clínica de cuentos del Galpón Estudio marca la diferencia: encendí carbón antes del asado final. Como dicen en Brat: ¡Guten apetit!

Aprovechando que en la próxima sesión viene Jorge Accame, hicimos un teatro semi montado indoor con su obra “Quería taparla con algo”, escrita a partir de su cuento homónimo. Se me ocurrió que podía ser una buena idea leer los dos registros, el cuento y la obra. Lo fue. Para recitar los parlamentos distribuí fotocopias del librito y cada uno hizo un personaje. A mí me tocó, como no podía ser de otra manera, el Pescado. Así que enterate, Jorge: representamos tu obra antes de que tu hijo Marcelo la presente en el teatro comercial. Cuando la prensa te pregunte dónde se dio por primera vez, en primicia mundial, desde ayer a la noche vas a tener que contestar “en la Clínica de cuentos del Galpón Estudio”.

La idea se me ocurrió porque yo mismo pasé por esa experiencia con “Marvin”: escribí el cuento y realicé el cortometraje junto a Adolfo Cabanchik. Y la cabeza se me iluminó en el proceso: pasar el cuento a guión fue un ejercicio sublime. Cada vez que doy el mini show de “Marvin x 2”, donde leo Marvin y proyecto Marvin, la gente se llena de preguntas. Eso mismo nos pasó a nosotros ayer cuando terminamos de leer el texto teatral de Accame. Tenemos cantidad de preguntas para hacerte, Jorgito, listas para el miércoles que viene. No nos podés fallar, ¿eh? Te cocino mis empanadas de carne y harissa, mirá. Todo para que vengas.

Principalmente queremos saber por qué le cambiaste el final. Nosotros, con Marvin, casi se lo cambiamos también y desconocemos la razón.

Leyeron Lidia, Fabián y Lili. Todos cuentos con niños. Dos que se mueren y uno que casi, y se salva de milagro. Para ilustrar el de Fabián recurrí a una microficción de Gilda Manso titulada “Mitología”. La tenía guardada por si se armaba una discusión sobre el dueño de las palabras en el cuento milagrero, y pasó, porque Leo también se lo había cuestionado.

Para los de chicos muertos hablamos de finales. Empezamos por los de Salinger en “Un día perfecto para el pez banana”, “El hombre que ríe” y, sobre todo, “Teddy”, en el que efectivamente muere un niño. Después seguimos con Carver y nos metimos en los finales de “Gordo” y “Catedral”, de tinte existencialista. Hablamos también del paso de la obra del autor a largometraje de la mano de Robert Alman, en 1993. “Short cuts”. La edición de Anagrama de esos cuentos originales –cuando digo originales digo los no retocados y recortados por su editor- trae una versión del cuento del panadero titulada “Parece una tontería”, que es demasiado diferente a “El baño”, la que habíamos leído originalmente en “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Otro buen ejercicio para hacer en esta Clínica podría ser la lectura de esas dos versiones para contrastarlas y aprender un poco del maestro Raymond. La edición de la película, titulada en español “Vidas cruzadas”, trae un prólogo de Altman que es imperdible, donde habla de personajes, acciones, cortes. Cito un fragmento:

“Los personajes narran muchas cosas a lo largo de la película, cuentan pequeñas historias acerca de sus vidas. Muchas de ellas son de Carver, o paráfrasis de las de Carver, o están inspiradas en ellas, pues siempre procuramos ser lo más fieles posible a su mundo, teniendo en cuenta el imperativo de colaboración de la película.

Por su parte, los actores se percataron también de que los detalles de los que hablan esas gentes de Carver no son lo principal. Los elementos parecían flexibles. Podían estar hablando de cualquier cosa. Sin embargo, ello no significa que el lenguaje no fuera importante, sino más bien que el tema no tenía por qué ser X, Y o Z: podía ser Q, P o H.

La cuestión que determina cómo responde la gente a lo que se está diciendo es quién es. No es lo que están diciendo lo que provoca que la escena tenga lugar, sino el hecho de que esos personajes estén interpretando la escena en cuestión. De modo que, estén hablando de cómo preparar un emparedado de mantequilla de maní o de cómo asesinar a un vecino, el contenido no es tan importante como lo que sienten y hacen los personajes dentro de esa situación, el cómo se van desarrollando.”

Es pertinente, para una jornada en la que estudiamos el tema del pasaje de un texto literario a otro estado artístico, ya sea teatro o cine, dejar hablar un poco a un capo como Robert Alman. Aunque nos vayamos temporalmente del mundo de la literatura.

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