22.8.19

TERCERA JORNADA DE LA CLÍNICA LITERARIA DEL GALPÓN ESTUDIO / SÉPTIMA TEMPORADA


Estuvo Jorge Accame y la rompió. Leí “Telifrón”, que él levantó de “El Asno de Oro” de Apuleyo y lo versionó para su antología “Antiguos cuentos de brujas”, editada por Edhasa en un precioso libro objeto con ilustraciones de Fernando Falcone. Un cuento realmente horripilante, bien de terror. Por momentos me hizo acordar a Ligeia, mi preferido de Poe. Jorge nos leyó además una sección del libro de microrrelatos que está escribiendo, titulada “Cinco formas breves de la eternidad”, donde cuenta cinco llegadas humanas diferentes al Más Allá. Desconcertó, como siempre. Mientras uno día a día se parece más a sí mismo, sin poder hacer nada para remediarlo, Accame es el escritor que cada vez que se sienta a relatar es una persona diferente, siempre capo. Creo que es su súper poder más visible. Lo admiro por eso y por muchas cosas más. Estoy orgulloso de ser su amigo.

Hablamos también del traspaso de su cuento “Quería taparla con algo” a la obra de teatro homónima, y del origen de “Flores”, mi cuento de fantasmas favorito del mundo mundial, y nos terminó regalando ejemplares de “Cumbia” y de la obra teatral para los asistentes a la Clínica. Y dio un dato muy bueno: se pueden retirar gratis muchas obras argentinas impresas en formato libro de la colección “El País Teatral”, publicadas por el Instituto Nacional del Teatro. Miré entre los títulos: hay de teoría, de historia y novedades que estuvieron hasta hace poquito en cartel. Ya me marqué tres, para ir a buscar: “Teatro del actor”, de Norman Briski con prólogo de Eduardo Pavlovsky, “Una libra de carne”, de Agustín Cuzzani y “Nada del amor me produce envidia”, de Santiago Loza.

Después tuvo la gentileza de quedarse a la lectura y participar de los debates sobre los textos que leyeron Pablo y Lili. Para ejemplificar conceptos literarios en mi crítica me valí de fragmentos de escritos de Felisberto Hernández y de Elvio Gandolfo. Jorge citó a Carver, autor que leímos en la clase pasada, para explicar una sugerencia al texto de Pablo. “Es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza… Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente…” Aunque lo que se vea venir suceda o se esfume, agregué yo. Accame tiene un ensayo sobre la inminencia que pronto publicaremos en Milanesa con papas: estamos ávidos de teoría amable, no tan académica, que se entienda fácil.

Y como si esto fuera poco el master se mandó una salsa picante y otra suave para las empanadas. En Jujuy le dicen yasgua; la picante se hace con semillas de locoto. En el momento de la firma de libros -“del autor al lector”, como dicen por ahí- María nos regaló una frase del cuento “Huaira Cruz”. “Leyendo Cumbia encontré esta perlita de un párrafo”, explicó. “El que relata es un hombre solo en una escuela perdida en Abrapampa”. Va:

“Cociné. Comí (a veces dejaba de masticar por unos segundos, solo para verificar la nada).”

Gracias, María. ¡Gracias, Jorge!

Hablando de cocinar y comer, va un acertijo para los habitués de estos informes. Miren la imagen siguiente:

Esas son las empanadas que hago siempre, con mis repulgos perturbadores. Hay amenaza en esos retorcidos repulgos, diría Carver. Ahora miren esta otra imagen, de ayer:


Sí, adivinaron. En la primera foto los dos rellenos son de carne. En la segunda, el relleno de la empanada derecha es de queso. Tenemos una compañera vegetariana y le hice comida aparte.

Con la Clínica me voy a recibir de mamá.

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