Estuvo Jorge Accame y la rompió. Leí “Telifrón”, que él levantó
de “El Asno de Oro” de Apuleyo y lo versionó para su antología “Antiguos
cuentos de brujas”, editada por Edhasa en un precioso libro objeto con
ilustraciones de Fernando Falcone. Un cuento realmente horripilante, bien de
terror. Por momentos me hizo acordar a Ligeia, mi preferido de Poe. Jorge nos
leyó además una sección del libro de microrrelatos que está escribiendo,
titulada “Cinco formas breves de la eternidad”, donde cuenta cinco llegadas humanas
diferentes al Más Allá. Desconcertó, como siempre. Mientras uno día a día se
parece más a sí mismo, sin poder hacer nada para remediarlo, Accame es el
escritor que cada vez que se sienta a relatar es una persona diferente, siempre capo. Creo que es su súper poder más visible. Lo admiro por eso y por muchas
cosas más. Estoy orgulloso de ser su amigo.
Hablamos también del traspaso de su cuento “Quería taparla
con algo” a la obra de teatro homónima, y del origen de “Flores”, mi cuento de
fantasmas favorito del mundo mundial, y nos terminó regalando ejemplares de “Cumbia”
y de la obra teatral para los asistentes a la Clínica. Y dio un dato muy bueno:
se pueden retirar gratis muchas obras argentinas
impresas en formato libro de la colección “El País Teatral”, publicadas por el
Instituto Nacional del Teatro. Miré entre los títulos: hay de teoría, de
historia y novedades que estuvieron hasta hace poquito en cartel. Ya me marqué
tres, para ir a buscar: “Teatro del actor”, de Norman Briski con prólogo de
Eduardo Pavlovsky, “Una libra de carne”, de Agustín Cuzzani y “Nada del amor me
produce envidia”, de Santiago Loza.
Después tuvo la gentileza de quedarse a la lectura y
participar de los debates sobre los textos que leyeron Pablo y Lili. Para
ejemplificar conceptos literarios en mi crítica me valí de fragmentos de escritos
de Felisberto Hernández y de Elvio Gandolfo. Jorge citó a Carver, autor que
leímos en la clase pasada, para explicar una sugerencia al texto de Pablo. “Es
bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza… Debe haber tensión, una
sensación de que algo es inminente…” Aunque lo que se vea venir suceda o se
esfume, agregué yo. Accame tiene un ensayo sobre la inminencia que pronto
publicaremos en Milanesa con papas: estamos ávidos de teoría amable, no tan
académica, que se entienda fácil.
Y como si esto fuera poco el master se mandó una salsa picante y otra suave para las empanadas.
En Jujuy le dicen yasgua; la picante
se hace con semillas de locoto. En el momento de la firma de libros -“del autor
al lector”, como dicen por ahí- María nos regaló una frase del cuento “Huaira
Cruz”. “Leyendo Cumbia encontré esta
perlita de un párrafo”, explicó. “El que relata es un hombre solo en una escuela perdida en
Abrapampa”. Va:
“Cociné. Comí (a veces dejaba de masticar por unos segundos,
solo para verificar la nada).”
Gracias, María. ¡Gracias, Jorge!
Hablando de cocinar y comer, va un acertijo para los
habitués de estos informes. Miren la imagen siguiente:
Esas son las empanadas que hago siempre, con mis repulgos
perturbadores. Hay amenaza en esos retorcidos repulgos, diría Carver. Ahora
miren esta otra imagen, de ayer:
Sí, adivinaron. En la primera foto los dos rellenos son de
carne. En la segunda, el relleno de la empanada derecha es de queso. Tenemos
una compañera vegetariana y le hice comida aparte.
Con la Clínica me voy a recibir de mamá.
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