"To be or not to be, that is the question” tal vez sea el parlamento más espoileado de la historia universal de la ficción, junto al final de “Rey de reyes”, en el que el protagonista muere crucificado. Aunque después, increíblemente, resucite. En “Hamlet” no resucita nadie, pero la puesta sí, a cada tanto. Recuerdo haberla visto por lo menos tres veces solamente en el Teatro General San Martín, ese bello edificio del arquitecto Mario Roberto Álvarez. La primera bajo la dirección de Omar Grasso en la Sala Casacuberta. La gente iba a verla porque Alfredo Alcón, un príncipe, hacía del Príncipe. Después, si mal no recuerdo, en la sala de más abajo, la Cunill Cabanellas, vi una versión con Pompeyo Audivert que estaba dirigida por Ricardo Bartís, en la que Pompeyo actuaba el monólogo disfrazado de boxeador, mientras saltaba a la cuerda y hacía fintas de pugilista en un púchinbol de utilería. Alcón, ya grande, llevó cantidad de gente. Pompeyo menos, porque su versión era experimental y se daba, además, en un espacio experimental."
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