"En 1886 había cuatro diarios italianos, dos franceses, dos españoles y uno alemán. En el interesante “Buenos Aires desde 70 años atrás” de José Wilde, se muestra cómo ha cambiado todo. Cambiaron los mendigos, que iban a caballo por el cuentero del tío, los cocheros que eran criollos, son italianos o extranjeros y afeitados y con patillas a la moda de París. El palacio de Congreso era una carnicería, las pulperías se mudan a los arrabales, aparecen las barberías, la bicicleta. A partir del 80 hay luz eléctrica. Los frigoríficos suplantan a los saladeros y se exporta mucho más. El arreglo de la casa y de las personas cambia: de la austeridad en que usaban el gato para calentarse los pies, pasan a arreglar los cuartos como si fueran bazares y los cuerpos son objetos de exhibición en Palermo o en el Colón. Esta proteica sociedad da mucha tela para cortar a Fray Mocho y a Eduardo Wilde, dos de los escritores a tratar. El otro escritor es Mansilla y los tres tienen rasgos comunes: Los tres escriben con chispa, utilizan el castellano de modo casi actual. Mansilla es famoso en su tiempo por escribir como habla, Fray Mocho tiene prácticamente un oído absoluto para registrar el habla callejera. Mansilla dice: “La mayor parte de los escritores argentinos aspiran a escribir no como yo o como Fray Mocho, sino como Larra o Cervantes”. En los tres hay una total seguridad de que cada uno tiene el derecho de escribir y pensar como quiere, sin modelos. Wilde dice del discurso de Sarmiento que es acusado de tropicalismo y excesos: “En cada párrafo tiene una idea y en cuanto al estilo, es como una joven audaz que desprecia la moda y es capaz, llegado el caso, de salir en cuerpo a la calle”. De Fray Mocho dice Gálvez: “Realizó la paradoja de ser un gran escritor que escribía mal”. Pero hay diferencias entre ellos propias de sus respectivos temperamentos: Mansilla es vehemente, digresivo y charlatán. Llevado por su vanidad puede hablar hasta de que no sabe; se perdona alegremente sus divagaciones. Wilde es sintético, punzante y zumbón. Y lo mejor de Fray Mocho está en sus diálogos, en la pintura de personajes urbanos o casi. Si bien son contemporáneos, no son coetáneos. Mansilla nace en 1831.Wilde en 1844 y Fray Mocho en 1858. Si bien Mansilla y Wilde pertenecen a las misma clase social, las aspiraciones constantes del primero para ocupar cargos políticos se ven obstruídas por ser sobrino de Rosas (estamos en pleno liberalismo) y por su propia excentricidad.
Fray Mocho venía de Gualeguaychú y salvo un paso por la policía como oficial de investigaciones, se dedicó siempre al periodismo y a la literatura. ¿Qué relación existía entre los tres? Wilde y Mansilla decían: “El malogrado Fray Mocho” (muere joven). Y Wilde dice de Mansilla: “El que inventó los ranqueles”. Comencemos por Wilde. Médico, ministro de Instrucción pública, la que defendió en el gran debate del Congreso Pedagógico. Tiene relatos de infancia, de viajes, y crónicas en las que registra costumbres porteñas: el viaje a Europa, la carta de recomendación como pasaporte para conseguir empleo, el absurdo de los duelos. El ingenio de Wilde aparece en su capacidad de contrastar elementos disímiles: en su crónica “Vida Moderna” dice: “Me encuentro solo con mi cocinera, una señora cuadrada de este pueblo muy entendida en política y en pasteles criollos”. Otro ejemplo: “Una señora de 90 años a hora temprana me contaba con esa impertinencia con que cuentan los viejos la historia de un catarro crónico, con detalles biográficos que ligaban íntimamente su bronquitis con la guerra de la independencia”.Y en el cuento “El coronel Estompa” había un viejo que había sido comandante, erudito y hombre de consejo que tanto describía una batalla de Julio César como componía un acróstico con el nombre de la hija del juez de paz. Y hablando de los duelos de las cofradías de estudiantes alemanes: “Un individuo sin tajo es un ser casi despreciable y en relación a las mujeres el más estropeado es para ellas el más valiente”. En la extensa polémica con Pedro Goyena cuyo título es “Tiempo perdido” se revela su veta chispeante y provocadora. Goyena endiosa a la poesía y a los grandes autores españoles; cita testimonios de éstos. Wilde contesta “No me pongas nombres como Napoleón, Espronceda, tengo el derecho de pensar como se me da la gana”.Y para picarlo, Wilde niega el valor de la poesía y dice: “Un buey que ara es superior a un poema” y añade, para divertirse: “La utilidad de la poesía es semejante a la de las pulgas, mosquitos y demás sabandijas”. Y “Los poetas son malos maridos, están obligados a ser infieles para escribir, sería ridículo ensalzar a la propia señora”. Indignado Goyena contesta entre otras cosas: “Un ranquel transportado de la pampa para contemplar las bellezas del arte las miraría con desdén”. Wilde le dice: “Yo pasaría muy bien la vida en los toldos sin haber visto los cuadros de Rafael”. Cuanto más escandalizado Goyena, más se divierte Wilde. Cita a su amigo Guido Spano, que dice: “Cuando me oigo llamar poeta me da vergüenza”.
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