He heredado el bastón
de mi madre.
Su vida fue más dura que la mía,
y aun así lo necesitó
mucho más tarde que yo.
de mi madre.
Su vida fue más dura que la mía,
y aun así lo necesitó
mucho más tarde que yo.
Ahora que me sostengo a mí misma con él,
aprieto una vez más la empuñadura
a la que en mi terquedad
tan a menudo me resistí
y oigo la suave voz de mi madre:
aprieto una vez más la empuñadura
a la que en mi terquedad
tan a menudo me resistí
y oigo la suave voz de mi madre:
“Siempre supe
que nunca te cuidarías.
Hasta tal extremo eres mi hija.
¡Vamos! ¡Camina erguida!”
que nunca te cuidarías.
Hasta tal extremo eres mi hija.
¡Vamos! ¡Camina erguida!”
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