10.8.16

ANGEL GÓMEZ / CHACO, 1 DE NOVIEMBRE DE 1956, BUENOS AIRES, 9 DE AGOSTO DE 2016

Ayer murió Angelito Gómez. Fue el mejor oficial albañil que conocí, y tuve la suerte de trabajar con él durante veinte años. Hicimos casas, empresas, stands. La pasábamos bien, llevaba mis obras con alegría. Fui su amigo, también. Nos llamábamos en los cumples, y solamente porque nos extrañábamos, esas veces -demasiadas- en las que había menos laburo. En la foto está a punto de comerse un lechón que le cociné para uno de sus cumpleaños. 
Quise mucho a este hombre inteligente, más que a mi papá o a mi hermano. Lo defendí cuando lo atacaron, y él hizo lo mismo conmigo. Nos emborrachamos juntos más de una vez. Le gustaba el malbec, lo mismo que a mí. Compartimos infinidad de cosas, todas buenas. Fabricamos espacios nuevos, a la par, hombro a hombro, como tiene que ser.
Angel fue un príncipe en el exilio.
Ayer lo vi morirse en un hospital público de Solano. No sé si se habrá dado cuenta de que yo estaba ahí. El lugar era horrible: había una mancha de sangre en el piso, que nadie limpiaba, y el sonido arrítmico de la máquina que seguía el latido de Angel se mezclaba con los piripipìs floridos de los celulares de sus hijos. Él no hizo ningún ruido. Ni media queja.
Los obreros se van así: silenciosamente, sin pedir nada.

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