Hace unos meses decidí escribir en mi blog un pequeño homenaje a la revista “Puro Cuento”, que compraba de chico. En la nota contaba de mi primer encuentro con Mempo Giardinelli, para el que fui ilustrador. No suelo equivocarme con las fechas, pero ahí me puse, distraídamente, 13 años, cuando la verdad es que tenía 23. El mismo Mempo me lo hizo saber en un mail simpático. “Fue sin querer”, le dije, con un poco de vergüenza.
Acaban de invitarme a escribir para los 35 años de la historia de la revista, y resulta que alguien de la propia organización también alejó 10 años las fechas, en un error multiplicado en cantidad de mails. “Puro cuento” cumple bodas de plata con la cultura nacional; ni un año más.
Tendemos a creer, como norma, que son recientes sucesos que pasaron hace mucho. Decimos: “¡parece que fue ayer!”, cada vez que la memoria nos hace cercanas historias viejas. No es muy común que las alejemos. Las veces que uno toma distancia de un acontecimiento es para darle perspectiva y poder verlo en su total magnitud. Para poder evaluar con certeza cuán grande fue. Para asegurarnos de que hizo historia: nada demasiado reciente puede hacerla sin dejar dudas.
Puro Cuento hizo historia.
No fue una coincidencia que muchos le diéramos diez años más a la legendaria revista de Mempo. Fue las ganas de verla como es, así de GRANDE. Y para legitimarla no alcanza ni el relato, ni la admiración, ni el respeto: el inconsciente tuvo que ponerse a inventar fechas y meterle años al asunto.
Nunca corregí mi nota en el blog. Me gusta así, con mi amigo Mempo en el papel de un padre protector. Me gusta ser chiquito en esa relación. Y él con su barba a lo Hemingway: enorme, sueñero, laburador.
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