Conocí a Mempo Giardinelli con 13 años, porque le escribí a la revista mandándole fotocopias de mis cuentos y dibujos. Los cuentos no le gustaron, los dibujos sí. Me llamó a la casa de mi mamá y combiné para ir un jueves. Era lejísimo. Fui con decenas de trabajos, una carpeta llena. Me abrió la puerta un tipo simpático, de unos treinta años, de barba y corpachón. Me dijo que me iba a pagar, y me dio dos encargos. Volví a mi casa feliz: nadie antes me había ofrecido dinero por lo que hacía. Tardé una semana en armar los originales, y se los mandé por correo. Uno le había gustado mucho; el otro, no tanto. Lo sacó en la revista al mes siguiente. Yo estaba chocho. Lo llamé para quedar para cobrar. Me dijo que el lunes. Llegué ansioso a su departamento de Coghland. El habia discutido fuertemente con su mujer; estaba contrariado. No era el mismo del otro jueves. Posiblemente había pasado todo el fin de semana discutiendo, mientras yo me había pasado todo el fin de semana pensado en mi pago. Dijo "ah", cuando me vio.Tenía la cara mal, me dio un poco de miedo. Igual me hizo pasar. Se metió para adentro y pude escuchar un portazo. Cuando volvió, estaba deprimido. Me explicó algo que me sonó muy sonso, y me pidió que volviera otro día. Me mostró lo vacías que estaban sus manos grandes. Entonces yo le expliqué lo lejos que quedaba Castelar, y que me había gastado la plata del micro y del tren. Que había tardado casi dos horas para llegar ahí. Problemas reales, concretos. Que me tenía que pagar porque lo que tenía en el bolsillo no me alcanzaba para volver. "Tengo trece", agregué, como si eso sirviera de algo (o como si mi edad fuera lo que llevaba ese día en el bolsillo). Y entonces lo vi cambiar su enojo por una sonrisa corta, chiquita, razonable.Dijo: "tenés razón, macho". Fue hasta la billetera, sacó dos billetes y me pagó lo que habíamos acordado. Salí de allí sintiéndome un millonario.
Qué gran tipo este Mempo. Mi amigo enorme del Chaco.
En Página 12.
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