15.8.05

SHARON OLDS / EL VASO

Recuerdo el vaso con asombro: todo el fin de semana
lleno de moco y pus sobre la mesa, frente a mi padre.
El tumor crece rápido en su garganta estos días,
destila pus como llamaradas el sol, lenguas
ardientes que lo hacen carraspear, toser,
escupir y escupir bocanadas de sustancia
espesa en el vaso. Luego se limpia los labios
-para eliminar hasta el último rastro—,
apoya el vaso en la mesa y ahí queda,
como un vaso de cerveza dorada, espumosa, brillante,
hasta que diez minutos después vuelve a toser,
coge el vaso, echa fuera el esputo lleno de burbujas,
como levadura viviente: es un dios
creando comida en su propia boca,
él, que ya no come nada, a veces un sorbo de leche
diluida en agua, que ni siquiera así logra pasar
más allá del tumor, luego la saliva asciende
tan viscosa que debe hacerla girar todo un minuto
en la garganta para regurgitar una esfera
en el vaso de flema que se pasa las horas
llenándose lentamente de glóbulos complejos,
lo vacío y vuelve a llenarse,
resplandece sobre la mesa
hasta que la habitación parece orbitar en torno suyo
como el sistema solar en torno al sol:
mi padre la tierra, una vez centro del universo,
ahora gira con nosotros en torno a su muerte,
el vaso de esputo radiante sobre la mesa,
sus últimas bocanadas.

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