“Cualquier persona que se haya criado leyendo narrativa del siglo XVIII y XIX no tiene problema alguno con lo que se llama “omnisciencia”. Yo misma lo llamo punto de vista “autoral”, porque la “omnisciencia”, la idea de que quien escribe sea omnisciente, se usa muy a menudo con un tono negativo, como si fuese algo malo. Pero, al fin y al cabo, si has escrito el libro, pues has escrito a todos esos personajes, eres quien los ha creado, quien los ha inventado. De hecho, todos los personajes son el autor o la autora si vamos con la verdad por delante. Por lo tanto, tú, que lo has escrito, tienes todo el derecho del mundo a saber qué se les pasa por la cabeza. Si el autor no te dice lo que está pensando… ¿por qué lo hace? Vale la pena pararse a pensar en eso. A veces, ocultar información que conoce quien firma el texto no es más que un recurso para crear suspense. Bueno, es legítimo. Es arte. Pero yo lo que quiero es que la gente piense en por qué elige ciertos recursos, ya que hay tantas opciones bellísimas que caen en desuso… En cierta manera, la primera persona y la tercera limitada son los puntos de vista más fáciles, los menos interesantes.”
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