“Veinte años más
tarde, el 26 de abril de 1997, Ray Bradbury vino a la Argentina y ¿qué pidió?
Visitar el Planetario. El arquitecto y
escritor Gustavo Nielsen lo recuerda en una hermosa crónica publicada en Radar. La escena parece salida de un cuento del
novelista, aunque con dejos oníricos de estas pampas. Bradbury le escribió al
director por ese entonces del Planetario, Antonio Cornejo, sobre sus ganas de
conocer el lugar. En solo unas horas se armó una cena, con periodistas y
figuras dispares, y "un catering modesto de carne y papas al horno",
cuenta Nielsen. Bradbury llegó con un traje celeste a rayas finitas, camisa y
corbata azul. La velada, sin embargo, careció de simpatía, por lo menos para el
autor de la nota. Sin embargo, la suerte quiso que Nielsen olvidara algo y
tuviera que volver cuando ya todos se habían ido. En silencio, marchó al salón
de la cúpula y entonces oyó unos golpes adentro de un túnel. La imagen que
sigue demanda que se cite el texto escrito en primera persona: "Arrimé un
cubo de basura a la pared y me subí, para espiar por una rendija entreabierta
de los revestimientos (del techo). En la penumbra interior del espacio entre
cúpulas estaba Ray, calzado con sus botas de montar y su sombrero de cowboy.
Amenazaba al empleado con un rebenque, desde lo alto de una escalera de gato.
El empleado, desde abajo, le rogaba que bajara de ahí. Bradbury hizo palanca
con el mango del rebenque en uno de los paneles de aluminio y metió la mano.
Tiró con fuerza. El panel fue a parar con otro que ya estaba en el piso".
El 26 de abril de 1997, Ray Bradbury vino a la Argentina y pidió visitar
el Planetario. Jamás sabremos cuáles eran sus
intenciones, o por lo menos Nielsen no las revela. Pero el relato sirve para
alumbrar uno de los secretos mejor guardados del Planetario, que al parecer Bradbury conocía bien:
entre la cúpula donde se reflejan las estrellas y el techo hay un pasillo donde
puede caminar una persona.”
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