"Conocer la biblioteca de una persona es mirarla al espejo, examinar sus gustos, literarios o históricos, y trazar la ruta de un conocimiento. Hay que tener cuidado con quienes lleguen a ver tus libros acomodados no vaya a ser que se encariñen con “ese que me recomendaron y tú tienes” o que uno se emociona con un tema y sale a buscar un texto relacionado. Esos son los momentos de gran peligro para la unidad de una biblioteca. A mis alumnos les exijo leer una novela venezolana durante las clases y espero que quienes se encuentren con este artículo, estén disfrutando de tal modo la misma que les abra el gusto por la lectura, y no voy a abundar en los beneficios que trae. Como tampoco tiene sentido contestar al lugar común que algunos se atreven frente a tus anaqueles: ¿Y tú te has leído todos estos libros? Umberto Eco responde la pregunta boba en uno de sus ensayos humorísticos recogidos en How to travel with a salmon? Lo escribo en inglés porque en ese idioma lo leí y también desapareció de mi biblioteca al haber cometido la tremenda equivocación, como una y otra vez lo hice, de prestarlo y tampoco recuerdo a quién fue. Si la persona en cuestión tiene memoria para recordar que se lo di en préstamo, por favor que me lo devuelva de inmediato. Ya no presto libros y he estado recomprando los que nunca me restituyeron. Con los autores de nuestras bibliotecas mantenemos una cofradía, una organización secreta y clandestina con nosotros mismos. Necesitamos saber si todos están bien, que se mantengan limpios, cuidados y esperando una nueva visita en cualquier momento inminente. “Desconfiad de quienes no relean”, solía decir Italo Calvino. Soy de los que hago anotaciones en mis libros, si merecen ser hechas. Eso devalúa los libros, gritan los tratantes del Antiquarian Booksellers Association of America, la ABAA, que es una de las organizaciones de mayor movimiento de libros raros y antiguos de este mundo. Pero en la relación intransferible que existe con los libros, alguna anotación al pie de página, o una frase subrayada sellan para siempre una indeclinable amistad.
Las bibliotecas son los mejores sitios de una casa, los más acogedores, los que más estimulan una conversación interesante. Lástima que no siempre terminan bien. Depende de si son o no cultos en la familia porque lo primero que cae bajo la picota de los herederos son las bibliotecas de las que tratan de salir de ella a toda costa so pretexto del espacio. Al espacio le cargan todas las culpas. Lo que desconocen los causahabientes que apuran la venta de los libros a quienes los compran por peso o para rematarlos en los kioskos de segunda mano, es que algunos de esos ejemplares puedan ser primeras ediciones, y de un interés supremo para los coleccionistas. Pero el libro tiene que estar en óptimas condiciones, sin rasguños ni rayones, con sus cubiertas y sobrecubiertas inmaculadas para que ingrese en el circuito externo del gran coleccionismo donde se pueden pagar fortunas por los mismos. De hecho, una de las novelas más célebres de Arturo Pérez Reverte, El club Dumas, gira alrededor de unos diabólicos tratantes de manuscritos y ediciones príncipe. Una vez fui cargando con una primera edición de ¿Por quién doblan las campanas? de Scribners de 1940 hasta Shakespeare and Co. pero la desestimaron porque no estaba en la más perfecta e impecable condición. Mi ilusión, porque además no comercio mis libros, era vender la novela y con el importe de la operación almorzar en La Tour D´Argent para luego escribir una crónica de cómo había almorzado en el restaurante más viejo de París gracias a Ernest Hemingway. Pero la operación se cayó por algún despreciable hongo habitando a sus anchas en la tripa, aunque la comilona igualmente ocurrió."
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