27.4.17

OCTAVA REUNIÓN DE LA CLÍNICA LITERARIA DEL GALPÓN ESTUDIO / TERCERA TEMPORADA

Antes que nada deseo felicitar a Flavia Pantanelli por su publicación en Librosampleados de México de su cuento Moebius. Flavia es una de las chicas que concurren a la Clínica, la noticia me puso muy feliz. Va, para que lo lean:


Agradezco también a la joven escritora y cocinera que vino ayer, Belén Rofrano, a servirnos babagamush, hummus y muhammara de su cosecha, con grisines. La receta es una interpretación libre de la que aparece en “Cómo como”, el libro de Kiako. Belén participó de la segunda temporada del taller, y pidió venir a la tercera de visita porque extrañaba. Casualmente nosotros también la extrañábamos a ella, por lo que tenerla fue un negocio redondo. Tomamos un malbec riquísimo de bodegas Emilia.

Leímos un tríptico extraordinario: el cuento “La dama del perrito”, de Anton Chéjov, más una tesis de Vladimir Nabokov sobre ese cuento ruso y un escrito abundante de comentarios analíticos sobre el mismo asunto extractado de "Cómo se escribe un cuento", de -y por- Leopoldo Brizuela. Copio un fragmento:

“Chéjov, como Poe, parece creer que toda palabra de una narración, y por tanto, toda acción –todo verbo- debe servir al propósito final, crear un efecto en el lector, efecto cuyo punto más alto estaría dado por el desenlace del cuento. Pero mientras que en los cuentos de Poe esa “unidad de propósito” de todas las palabras del cuento está fundamentalmente basada en un encadenamiento lógico, en una trama de “raciocinio” en la que cada acción es tan imprescindible para cada una de las otras que la sola supresión de cualquiera de ellas haría imposible el desenlace, Chéjov procede de muy distinta manera. También en sus cuentos todas las acciones apuntan al mismo objetivo; pero estas acciones no están subordinadas las unas a las otras sino simplemente yuxtapuestas, casi deshilvanadas, al punto de que la historia parece poder tomar cualquier rumbo en cualquier momento. Tal “imprevisibilidad” es, en fin, uno de sus mayores encantos. La identidad de las acciones, su unidad, está dada por la atmósfera predominante a la que contribuyen.”

Aprendimos, digo.

En el medio leyeron Laura y Fernando y, para terminar, les indiqué el buen manejo del tiempo presente en un cuento de la chilena Alejandra Costamagna: “Hombrecitos”.  Lo hice para mostrarle a Laura que un tiempo presente podía ser poético y complejo, no un simple enumerar parco y seco de acciones a lo Rejman, que desarrolla sus textos casi siempre en presente, y muy cerca del concepto de guión.  


Y así pasamos el segundo mes.

21.4.17

SÉPTIMA REUNIÓN DE LA CLíNICA LITERARIA DEL GALPÓN ESTUDIO / TEMPORADA TRES

El miércoles vino a cocinarnos la escritora y guionista Belén Wedeltoft al Galpón Estudio, desde su micro emprendimiento OSLO, comida de mar. Comimos de salmón rosado solo y salmón con queso Finlandia, brótola con cebollas caramelizadas y de langostinos, albahaca, tomates cherry y muzzarela. Riquísima, la vikinga tiene la mano adicta a los repulgues. Las empanadas se venden congeladas de a tres, a muy buen precio. Si hacés una compra de cinco bandejas te las entrega a domicilio. Lo sé porque la gran Belu es mi socia en guión y teatro (estamos empezando) y porque le compré montaña de veces. Copio el afichito para que la contacten. Tomamos vino de bodegas El Esteco.

Leímos “Nada de todo esto”, de Samanta Schweblin, de su libro “Siete casas vacías”; “Mur”, de Felisberto Hernández, y ”Doble Antonia”, de Andrea Maturana. Este último ya lo habíamos leído en un curso anterior, quise encontrar “El idioma de los peces”, de Cristina Fernández Barragán, pero perdí su libro entre mis anaqueles, y en Internet no está. Así que lo dejaremos hasta que lo encuentre.

Leyeron Mariana, Pablo y Laura. Terminamos hablando sobre las cosas que nos dan miedo, para poder encarar o corregir el cuento de terror que tenemos en la consigna. Pablo afirma que la cosa que más miedo le dio de grande es un juego con monstruos en un castillo, del que se hizo fan. Muy gótico para mi gusto. Acá va el teaser:

Amnesia


Yo conté una historia de pánico que Gabriel García Márquez, en uno de sus libros de la Escuela de Baños, en Cuba, sobre la escritura de guiones, dice nunca haber podido escribir en formato cuento. 

Dos alpinistas se pierden en una montaña, en plena tormenta de nieve. Encuentran, casi a punto de congelarse, una pequeña cueva para su resguardo. Uno se pone activo a buscar cómo hacer un fuego; el otro se queda quieto, se congela y se muere. Su amigo llora, está desesperado. Entierra el cuerpo a la entrada de la cueva.  Se duerme agotado al calor de la fogata. Por la mañana encuentra a su amigo sentado a su lado, embarrado y frío. No hay nadie más en los alrededores. No se explica cómo salió del pozo. Inmediatamente lo vuelve a enterrar. Pasa la segunda noche sobresaltado. Al final se duerme. Por la mañana vuelve a encontrar a su amigo ahí sentado. La historia se repite todos los días, hasta que el alpinista enloquece. La explicación es que ese hombre no podía pasar la noche solo. Entonces, sonámbulo, desenterraba a su amigo y lo sentaba a su lado, para tenerlo cerca a la mañana. Horror, horror.


También citamos sustos de cine. Acá Laura manda dos links muy efectivos. Uno, el del niño, me consta. Veánlos y opinen. Besos.


19.4.17

PARA LEER "EL MATADERO" / ECHEVERRÍA POR EL CONDE LÁISEK

“La figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre. A sus espaldas se rebullían caracoleando y siguiendo los movimientos, una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula, y entremezclados con ella algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones por la presa”.
Pero las frases deliciosas son tantas que uno se ve forzado a elegir: “Ahí se mete el sebo en las tetas, la tía –gritaba uno”. “¡A la bruja! ¡A la bruja! –repitieron los muchachos–; ¡Se lleva la riñonada y el tongorí! Y cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro”. 
“Hacia otra parte, entretanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas, y resbalando de repente sobre un charco de sangre caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en hileras 400 negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado en las tripas como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura”. 
Y por último: “Ventilaban a cuchilladas el derecho a una tripa gorda y un mondongo que habían robado a un carnicero, y no de ellas distante, porción de perros flacos ya de forzosa abstinencia, empleaban el mismo medio para saber quién se llevaría un hígado envuelto en barro. Simulacro en pequeño era éste del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los derechos individuales y sociales”.
Vamos a analizar estos fragmentos, pero no ya desde el punto de vista narrativo sino a la luz de la historia. Nada más ficcional que el realismo, donde todo lo que escribimos está bajo la luz del recorte ideológico. Mientras hacemos obra, del tipo que sea, toda nuestra narrativa se torna real, en tanto que nuestro realismo tiende a volverse narrativa y ficción.
El matadero según Lai

18.4.17

DE VOCACIÓN, NOVELISTA / HARUKI MURAKAMI

"De niño leí una novela que trataba de dos hombres que iban a contemplar el monte Fuji. Uno de los protagonistas, el más inteligente de los dos, observaba la montaña desde diversos ángulos y regresaba a casa después de convencerse de que, en efecto, ese era el famoso monte Fuji, una maravilla, sin duda. Era un hombre pragmático, rápido a la hora de comprender las cosas. El otro, por el contrario, no entendía bien de dónde nacía toda esa fascinación por la montaña y por eso se quedó allí solo y subió hasta la cima a pie. Tardó mucho tiempo en alcanzarla y le supuso un considerable esfuerzo. Gastó todas sus energías y terminó agotado, pero logró comprender físicamente qué era el monte Fuji. En realidad, fue en ese momento cuando fue capaz de entender la fascinación que producía en la gente.
   Ser escritor (al menos en la mayoría de los casos) significa pertenecer a esa categoría que representa el segundo de los protagonistas. Es decir, no ser extremadamente inteligente. Somos ese tipo de personas que no entienden bien la fascinación que despierta el Fuji a menos que subamos hasta la cima por nuestros propios medios. La naturaleza de los escritores conlleva en sí misma no llegar a entenderlo del todo después de subir varias veces, incluso estar cada vez más perdidos con cada nueva ascensión. La cuestión que se plantea en ese sentido no es la del rendimiento o la eficacia. En cualquier caso, no es algo en lo que se empeñaría una persona de verdad inteligente."
Gran texto de Murakami en Radar

12.4.17

DDUM 572 / BICICLETA / CARLOS WOLPO

"Ramos Mejía, 4 de marzo de 2017.-
Mi padre Jaime llegó a la Argentina en 1938. Un hermano de barco, el “brider shif”, le presentó a mi madre Miriam. Se casaron en 1942. En la fiesta de casamiento del día 10 de diciembre hicieron una colecta entre los presentes para la resistencia de Stalingrado.
Mi mamá, que tiene hoy 96 años, es maestra recibida en la Escuela Normal de Río Cuarto. Siempre había deseado vivir en una casa con flores y árboles, ser feliz y pasear en bicicleta.
En 1951, en esta casa del Oeste desde donde hoy escribo, ella hizo sus primeros pedaleos. Llevaba a mi hermana Susy en la canastita, desde los seis. Los gallegos, tanos y rusos que teníamos por vecinos las saludaban al pasar, con la mano levantada.
Si hacía mucho frío, la bici quedaba estacionada en el garaje. En primavera mami la limpiaba e inflaba sus cubiertas, entonces volvían los paseos que tanto nos gustaban.
En nuestra casa estaban siempre presentes los que habían muerto, en fotos e historias. Recuerdo el resentimiento de mi padre con Dios, por todo lo que estaba pasando en Europa. Sus comentarios llegaban tanto a sus compañeros del partido “Poale Sion”, como a la misma sinagoga. El partido era de izquierda, comunitaria y progresista. Hace poquito encontré, buscando un documento de mi madre, el carnet de afiliación de Jaime.
La bici pasó a pertenecernos, hizo viajes conmigo durante la época del  secundario, persiguiendo compañeras del Comercial de Ramos. También viajaba en los veranos a Miramar, donde la compartíamos con Susy. La bajábamos a la playa para hacer el recorrido único que terminaba en el vivero. El piso arenoso con piedritas hacía difícil el pedaleo, pero todo tiene su recompensa: al llegar al asfalto había una suave bajada que el murmullo del mar y del viento sincronizaban con el ruido de la cadena reseca por la salinidad.
Un día la bici fue al galpón de la calle Moreno. Se empezó a oxidar, de tanto esperar buenos momentos nuevos. El archivo del tiempo fue el culpable. La bicicleta estuvo en un rincón hasta que Sebastián Marsiglia la miró detenidamente para decidir si le servía. 
Los arquitectos planearon un espacio central, repartido en cuatro frentes de piedra. Toda la carga de su vida ciclística está transformada, hoy, en monumento. Miriam está orgullosa; Jaime lo hubiera estado también. Nuestro compromiso con todas las cosas está puesto, desde siempre, en la vida."



11.4.17

DDUM 571 / PLAYLIST PARA LA VIDA DE UNA GUITARRA / ROSANA GUTIÉRREZ

"Rosita, la única profesora del barrio a la que mi familia podía acceder, me enseñó a rasguear las primeras canciones.

1.Guantanamera
2. La Bamba
3. Zamba de mi esperanza
4. Lunita tucumana

Yo tenía diez años. A esa edad ya sabía que con eso no iba a conquistar a ningún pibe. Y también sabía que los pibes se encontraban en el coro de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Hurlingham.

5. Ésta es la luz de Cristo
6. Vienen con alegría
7. Los caminos de este mundo
8. Oh, María, Madre mía

Con mis doce años estrenados empezaba el secundario, montones de chicos y chicas esperando seducir, ser aceptados, populares, queridos, admirados.
Y yo, entre ellos, con mi guitarra y otras canciones.

9. Aprendizaje
10. Libros sapienciales
11. Muchacha ojos de papel
12. Jugo de tomate frío

Pero no todo era hacer amigos y novios, también era importante emocionar a padres y profesores en fiestas escolares. Para eso la profesora de música nos seleccionó a Gachy y a mí como dúo de guitarras y voces.

13. Valderrama
14. El viejo Matías
15. La López Pereyra
16. Tonada de un viejo amor

Pasó volando el “dios de la adolescencia” y vino la Facultad, el despertar, el enterarnos y la militancia. Otros amores, otro cielo, ideales y canciones a los gritos.

17.A desalambrar
18. La tortilla
19. Playa Girón
20. Qué vivan los estudiantes

Llegaron los hijos y se apropiaron, primero del tiempo, de la guitarra después. El playlist ya era, a estas alturas, inmanejable."

10.4.17

LA OTRA PLAYA, APLAUSO, MEDALLA Y BESO EN LEEDOR.COM

"Que Gustavo Nielsen es un narrador extraordinario, que se sirve según sus propias palabras de material clase B (para luego reciclar todo ese material en algo diferente y de primer nivel, agrego yo), no cabe duda. Quizás sea porque El corazón de Doli es su antecedente inmediato, que La otra playa no brilla tanto. Pero es injusto juzgar un libro por aquello que no es, después de todo quizás no muchos autores argentinos puedan escribir un libro así. Más justo es decir que se trata de una novela entretenida, que se lee casi de un tirón, tiene un argumento atrapante, y sobre la que se puede debatir largo rato si está enteramente lograda o no. Y ahí volvemos a los Premios Clarín. Es lógico que un lector cualquiera se sienta cómodo con las anteriores "Más liviano que el aire" y "Perder": son apuestas mucho más concretas, que juegan en un terreno bien definido. La otra playa, como su título ya preanuncia, es justamente otro terreno, una apuesta mucho más ambiciosa y jugada: es otra playa, ni la tuya ni la mía: no es reconocible ni familiar; como alguna vez dijo Cortázar en el título de uno de sus cuentos más celebrados cuando hablaba, poéticamente, de ese otro cielo.

¡Gracias atrasadas Kekena Corvalán!

7.4.17

INFORME DE LA QUINTA REUNIÓN DE LA CLÍNICA / TEMPORADA TRES

“Si ustedes quisieran hacer algo amable, como mimarse a sí mismos, en medio del tráfago de la terrible escritura, tomen un libro cualquiera que les parezca atractivo y tírense a leer en un diván en la tarde calurosa. Luego se dejan adormecer y, pasado un ratito, se despertarán renovados y escribirán algo lindo, fuerte, ingenioso.” Eso le pasaba a Alicia Steinberg mientras escribía “La selva”, su gran novela confesional. Lo detalla en “Aprender a escribir”, un libro precioso.  Yo le agregaría “de cuentos” al libro despejador de Alicia. No hay como leer un buen cuento, sirve para descansar y también y al mismo tiempo para despertarse.
El miércoles pasado leí “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, de la genia de Flannery O`Connor. Quedamos estremecidos, como siempre queda uno cuando acaba ese texto. Me sé la última línea de diálogo de memoria:

“-  Cállate, Bobby Lee –dijo el Desequilibrado-. No hay verdadero placer en la vida.”

Juro que cito sin mirar. La línea me quedó grabada a los trece años cuando la leí por vez primera en la revista de Abelardo Castillo y Liliana Heker, “El Ornitorrinco”.
También leí “El cárabo” (antes de que lo busquen, es una especie de lechuza) de la española Sara Mesa, para ejemplificar qué significa entrar a un bosque, perderse en un bosque a lo David Linch. Todo para colaborar con el buen cuento de Jonatan, un joven que se presentó a la Clínica como un aprendiz, pero ya está mostrando las garras. Leyeron también Fabián, su cuento “Cruz” (Fabián tiene una voz, eso es importante; solamente debería limar un poco el sarcasmo, a veces se le va la mano, sobre todo en los remates) y por último Fernando, un cuento que todavía está en el aire, pero que generó una poderosa discusión sobre trama. Muy buenas las acotaciones de Flavia y de Claudia. Ahí salió el tema de Rashomón, la película de Akira Kurosawa, y Fabián envió uno de los cuentos de Akutagawa que sirvieron de base:


El otro es el que le da el nombre a la peli:


Comimos el riquísimo marquisse de chocolate que nos convidó la arquitecta Moira Sanjurjo. Impecable, como siempre. Moi está empecinada en endulzarnos los primeros miércoles de cada mes con sus amorosas exquisiteces de repostería gourmet. La vamos a dejar que haga, nomás.

6.4.17

DDUM 570 / INFORME FINAL PARA EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES

1.      Según las etapas descriptas en FNALab, detallar las actividades realizadas en cada una. En caso de no haberlas especificado, realizar un balance del proyecto ordenándolo en los siguientes ítems:

INICIO: 15/2/17


DESARROLLO: 3 MESES


FINALIZACIÓN: 15/5/17


2.      ¿En qué medida se modificó, a lo largo del proceso creativo, el cronograma presentado?
En ninguna, no se modificó. Voy a terminar el texto del libro en poco más de un mes, está saliendo todo muy bien. Y a corregirlo en la semana siguiente. Entregaré el día 15/5/17 según lo previsto.

3.      ¿El financiamiento obtenido permitió su realización integral? En caso contrario explique cómo complementó el financiamiento recibido por el FNA.
Pude escribir el texto del libro íntegramente con la financiación. Para poder publicarlo faltará una financiación parecida para el tema de las fotos que ha tomado el fotógrafo Alejandro Leveratto, que deberá conseguirse un sponsor, ya sea el mismo FNA en una próxima convocatoria (es una pena que no se haya presentado a la del Bicentenario, a pesar de que le avisé), o cualquier medio privado que él elija y que sea compatible con la temática del libro. Tengo esperanza de que lo conseguirá a la brevedad, para que el libro pueda ver la luz. Alejandro realizó varios proyectos con ustedes, en oportunidades anteriores.

4.      ¿Se cumplieron los objetivos y las expectativas propuestas? 
No sólo se cumplieron, se superaron ampliamente. El libro lleva hoy un hermosísimo prólogo de la sobreviviente del Holocausto Diana Wang, y el relato de quince donantes de objetos al monumento. Entre esas firmas se encuentra la escritora Josefina Licitra, el videasta Luis Campos, la cantante Gaby Comte, el arquitecto Max Zolkwer. Gracias a eso aparecieron más editores que proponen publicarlo, incluida Ediciones Wolkowitz, que hace unos libros objeto preciosos. Las alternativas son interesantes.

5.      ¿Obtuvo resultados no previstos en el proyecto inicial?
Como dije, el libro está quedando mucho mejor de lo que imaginé, que solamente contemplaba mi relato original. Ahora es mucho más amplio y verdadero, porque el proyecto supo captar la idea coral del propio monumento, con toda la solidaridad que eso significa. Estoy muy contento.

6.      ¿Cuáles fueron las dificultades que surgieron y cómo las resolvió?
Fue un trabajo sin dificultades, lo tenía muy pensado antes de pedir la beca y todo está saliendo según lo planeado. Poder tomarme el tiempo necesario sólo para escribir facilitó mucho la cuestión.

7.      ¿Cuál fue la recepción de su obra? Si no la presentó ¿Cómo proyecta hacerlo?
Espero que Leveratto, que ya tiene las fotos tomadas, prontamente esté trabajando para el libro “Monumento”. Tiene mucho interés; Alejandro forma parte de la colectividad judía y el monumento lo conmovió desde su origen. El libro depende del equilibrio de imágenes y textos; por mi cuenta resolví cada detalle del texto e hice una lista de las fotos en alta que necesito, para pasarle a él.
                                                                                                                   
8.      Escriba una conclusión sobre la obra terminada (mínimo de palabras 300).

Va el prólogo de Diana Wang como mejor conclusión. No encuentro nada más conmovedor para enviarles. Ver:

4.4.17

DDUM 569 / PRÓLOGO DEL LIBRO MONUMENTO / DIANA WANG

¿Cómo hacer presente la ausencia?

¿Qué tienen que ver estos bloques cuadrados con el Holocausto?
No se entiende nada, ¿qué quiere decir todo eso?
Es un insulto a los que sobrevivimos y a la memoria de los que fueron asesinados.
¿Por qué no hay objetos judíos, acaso no nos pasó a nosotros?
¿Los cassettes y los auriculares no existían en esa época, para qué están en un monumento que nos representa?

Cosas así dijeron algunos sobrevivientes en una presentación de la obra realizada especialmente para ellos. No todos, claro está, pero varios, y algunos de manera airada, expresaron su frustración y dificultad en comprender el sentido del monumento. No tenía los símbolos o códigos habituales en su imaginario representativo, sin víctimas ni perpetradores, sin escenas sangrientas ni banderas reivindicatorias ni brazos levantados implorando al cielo. No sabían todavía que estaría ubicado entre dos líneas férreas que con el sonido y la vertiginosidad del paso de los trenes, evocarían cada tanto aquellos otros, los que iban llenos y regresaban vacíos. Lo que veían era un muro con bloques de piedra con huecos de objetos cotidianos que no les hablaban de la “cosa en sí”. Era un idioma extraño que les era ajeno.

La Shoá y todos los hechos genocidas, como tragedia, son representados tradicionalmente agigantando el mal hasta volverlo ominoso, abominable y acentuando lo sufrido por las víctimas. Son representaciones para ser miradas desde lejos, siempre referidas a valores centrales de la sociedad, firmemente aleccionadores. Como en la tragedia aristotélica, suelen contener claros símbolos que hablan sin intermediarios del Bien y del Mal para que el ciudadano comprenda y haga suya la lección. La tragedia, según Aristóteles, debe ser pedagógica y estimulante en la construcción de la moral social, sus protagonistas son dioses, semidioses y héroes continuamente enfrentados con la vida y la muerte, el bien y el mal, la verdad y la mentira.

Los creadores del Monumento Nacional a la Memoria de las Víctimas del Holocausto Judío, Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia, tomaron el riesgo de mostrarlo desde otro ángulo, el que Aristóteles llamaba comedia. No se trataba de un espectáculo de humor como se cree hoy sino la representación de lo humano pequeño y concreto, individual, falible y vulnerable; sus protagonistas eran personas comunes cuyas vidas cotidianas anónimas tenían experiencias similares a las de los espectadores que podían así identificarse con los protagonistas y sentirse parte de la representación. Cada objeto aquí mostrado sigue esta línea que habla sobre vidas anónimas pero le suma a ello la alusión a aquellas otras despedazadas y silenciadas. Cada objeto es ese objeto, pero, también y junto con él, infinitos otros que podrían haber estado ahí, que cualquiera de nosotros podría haber entregado para dejar testimonio y decir: acá alguna vez vivió alguien.

Claude Lanzmann cree que es irreverente e improcedente pretender representar lo irrepresentable, esos hechos de tal horror que superan lo concebible, que en el intento de mostrarlo lo bastardean y banalizan. No se han inventado aún sistemas de registro y medición para la Shoá y los otros cataclismos que han seguido sucediendo, no hay sismógrafos que midan y evalúen, seguimos mudos y espeluznados ante lo que los humanos somos capaces de hacerle a otros humanos.

En este monumento, la representación es conceptual, habla más allá de la piedra y enmudece ante lo perdido. La ausencia deliberada de la figura humana se potencia en el vacío dejado por la huella de los objetos huérfanos de humanidad, perdidos, olvidados que interpelan al caminante desprevenido con interrogantes como ¿por qué si es en homenaje a víctimas, no hay ninguna? ¿a quién pertenecían estos objetos? ¿cómo fue? ¿qué pasó? ¿por qué está acá? Y alguno, más atrevido, tal vez llegue a preguntarse ¿cuál objeto podría representarme cuando yo no esté? ¿Con cuál objeto podría dejar constancia de haber estado y de haber sido arrancado de la vida violentamente y sin motivo alguno? Y si hubiera alguien que se animara a recorrer con la mano cada hueco, cada vacío, cada marca, y respirara hondo dejándose impregnar por tanta ausencia, tal vez podría advertir que no se trata solo de la Shoá, que lo representado la excede, porque lo que allí sucedió hirió de muerte a una concepción de lo humano que nos atañe a todos. Y la herida sigue abierta y sangrando. Por eso los objetos son de hoy, porque el peligro sigue activo y todos podríamos ser la próxima víctima.

Son objetos cotidianos, pequeños, insignificantes, con los que interactuamos a diario, parte de nuestra subjetividad y se constituyen en marcas indelebles de una arqueología urbana universal. Esa muda hendidura dejada en la piedra por esos objetos remite a aquellos otros que quedaron tras tantas vidas cercenadas, interrumpidas, acalladas, ésos que, huérfanos de sus dueños, pasaron a ser objetos sin objeto. Son, en palabras de sus autores, “fósiles urbanos … que a diario pasan inadvertidos pero que cuando el sujeto ya no está, cobran la fuerza de una presencia”. Cada objeto en este monumento fue entregado y usado con algún sentido. Este libro recolecta esas historias.

El vacío es el protagonista conceptual de la obra para dar cuenta del agujero, la mutilación que todo hecho genocida deja en el cuerpo de lo humano. Pero, como el fotón que no puede ser medido porque para medirlo hay que iluminarlo y en ese acto se lo modifica, ¿cómo iluminar la oscuridad? ¿cómo hacer presente la ausencia? ¿cómo gritar el silencio? Es un oxímoron y parece haberse salvado en esta representación de la ausencia, una ausencia al cubo, ausente el objeto, ausente su dueño, ausentes las víctimas. Este monumento, gestado poéticamente, probablemente no habría sido comprendido tampoco por mis padres, sobrevivientes de la Shoá, pero seguirá hablando de ellos, de quienes fueron, de cuánto perdieron y de cómo sobrevivieron.

Pienso en mi mamá que tanto sufrió durante la Shoá y que ya hace tanto que se fue. ¿Cómo poner en imagen por ejemplo su ausencia? ¿Cómo contar sobre su sutileza y picardía, su elegancia, su sabiduría? Lo haría con un colgante que ella solía llevar en el cuello, un pececito de oro con escamas movibles con el que me gustaba tanto jugar de chica. El pez es un símbolo de la vida, de la frescura y el agua, curiosamente fue el primer símbolo del cristianismo antes de que se instaurara la cruz, un instrumento de tortura. Cuando mamá se fue, con mi hermano nos repartimos sus pertenencias; todo fue fácil y fluido hasta que le llegó el turno al pececito. Lo queríamos los dos. Decidimos someterlo al azar y lo ganó él. Yo conseguí un tiempo después un pececito parecido, no de oro y lo guardo sabiendo que no es, pero como cuenta Gustavo con el gato chino, me miento como si lo fuera y a veces juego con él en un diálogo silencioso y privado con mamá. Si yo hubiera ofrecido algún objeto para la construcción de este monumento, habría sido ese pececito de escasos 4 centímetros pero que, para mí, es enorme. Y estaría su huella en medio del concreto, fijo en la piedra para toda la eternidad y tal vez alguien, alguna vez, lo miraría y se preguntaría ¿para qué habrán puesto un pececito en un monumento al Holocausto? y tal vez esa misma persona construiría su propia historia acerca de qué estaría representando semejante objeto tan alejado de lo que supuestamente se quiere expresar.
Por todos los que fueron asesinados solo por haber nacido judíos cuyas voces forman un coro atronador y fantasmático casi imposible de oír.
Por los que sobrevivieron luego de esa cruel ordalía y de haber perdido familias, infancias, la pelota de fútbol, la muñeca, la bicicleta, el abrigo favorito, los zapatos para la nieve, los libros, casas, idiomas, países y se reconstruyeron en otra lengua mientras aprendían a comer asado y a tomar mate.
Por todos los que lo pueden ver y por los que lo seguirán viendo cuando pasen caminando tal vez distraídos y quizás se pregunten por cada uno de esos objetos cuál es la historia que acecha detrás, cuáles las ilusiones, las penas, los sueños y las alegrías de esas personas anónimas para las que cada uno de ellos fue un ancla en lo humano que nos es común a todos.