El miércoles vino a cocinarnos la escritora y guionista
Belén Wedeltoft al Galpón Estudio, desde su micro emprendimiento OSLO, comida de mar. Comimos de salmón rosado solo y salmón con queso Finlandia,
brótola con cebollas caramelizadas y de langostinos, albahaca, tomates cherry y
muzzarela. Riquísima, la vikinga tiene la mano adicta a los repulgues. Las
empanadas se venden congeladas de a tres, a muy buen precio. Si hacés una
compra de cinco bandejas te las entrega a domicilio. Lo sé porque la gran Belu
es mi socia en guión y teatro (estamos empezando) y porque le compré montaña de
veces. Copio el afichito para que la contacten. Tomamos vino de bodegas El
Esteco.
Leímos “Nada de todo esto”, de Samanta Schweblin, de su
libro “Siete casas vacías”; “Mur”, de Felisberto Hernández, y ”Doble Antonia”,
de Andrea Maturana. Este último ya lo habíamos leído en un curso anterior,
quise encontrar “El idioma de los peces”, de Cristina Fernández Barragán, pero
perdí su libro entre mis anaqueles, y en Internet no está. Así que lo dejaremos
hasta que lo encuentre.
Leyeron Mariana, Pablo y Laura. Terminamos hablando sobre
las cosas que nos dan miedo, para poder encarar o corregir el cuento de terror
que tenemos en la consigna. Pablo afirma que la cosa que más miedo le dio de grande es un juego con monstruos en un castillo, del que se hizo fan. Muy gótico para mi gusto. Acá va el teaser:
Amnesia
Yo conté una historia de pánico que Gabriel García Márquez, en uno de sus libros de la Escuela de Baños, en Cuba, sobre la escritura de guiones, dice nunca haber podido escribir en formato cuento.
Amnesia
Yo conté una historia de pánico que Gabriel García Márquez, en uno de sus libros de la Escuela de Baños, en Cuba, sobre la escritura de guiones, dice nunca haber podido escribir en formato cuento.
Dos alpinistas se
pierden en una montaña, en plena tormenta de nieve. Encuentran, casi a punto de
congelarse, una pequeña cueva para su resguardo. Uno se pone activo a buscar
cómo hacer un fuego; el otro se queda quieto, se congela y se muere. Su amigo
llora, está desesperado. Entierra el cuerpo a la entrada de la cueva. Se duerme agotado al calor de la fogata. Por la mañana encuentra a su amigo sentado a su lado,
embarrado y frío. No hay nadie más en los alrededores. No se explica cómo salió del pozo. Inmediatamente lo vuelve a enterrar. Pasa la segunda noche sobresaltado. Al final se
duerme. Por la mañana vuelve a encontrar a su amigo ahí sentado. La historia se repite
todos los días, hasta que el alpinista enloquece. La explicación es que ese
hombre no podía pasar la noche solo. Entonces, sonámbulo, desenterraba a su
amigo y lo sentaba a su lado, para tenerlo cerca a la mañana. Horror,
horror.
También citamos sustos de cine. Acá Laura manda dos links muy efectivos. Uno, el del niño, me consta. Veánlos y opinen.
Besos.
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