Antes que nada deseo felicitar a Flavia Pantanelli por su
publicación en Librosampleados de México de su cuento Moebius. Flavia es una de
las chicas que concurren a la Clínica, la noticia me puso muy feliz. Va, para que lo lean:
Agradezco también a la joven escritora y cocinera que vino ayer,
Belén Rofrano, a servirnos babagamush, hummus y muhammara de su cosecha, con
grisines. La receta es una interpretación libre de la que aparece en “Cómo como”,
el libro de Kiako. Belén participó de la segunda temporada del taller, y pidió
venir a la tercera de visita porque extrañaba. Casualmente nosotros también la
extrañábamos a ella, por lo que tenerla fue un negocio redondo. Tomamos un
malbec riquísimo de bodegas Emilia.
Leímos un tríptico extraordinario: el cuento “La dama del perrito”,
de Anton Chéjov, más una tesis de Vladimir Nabokov sobre ese cuento ruso y un
escrito abundante de comentarios analíticos sobre el mismo asunto extractado de
"Cómo se escribe un cuento", de -y por- Leopoldo Brizuela. Copio un
fragmento:
“Chéjov, como Poe, parece creer que toda palabra de una narración,
y por tanto, toda acción –todo verbo- debe servir al propósito final, crear un
efecto en el lector, efecto cuyo punto más alto estaría dado por el desenlace
del cuento. Pero mientras que en los cuentos de Poe esa “unidad de propósito”
de todas las palabras del cuento está fundamentalmente basada en un
encadenamiento lógico, en una trama de “raciocinio” en la que cada acción es
tan imprescindible para cada una de las otras que la sola supresión de
cualquiera de ellas haría imposible el desenlace, Chéjov procede de muy
distinta manera. También en sus cuentos todas las acciones apuntan al mismo
objetivo; pero estas acciones no están subordinadas las unas a las otras sino
simplemente yuxtapuestas, casi deshilvanadas, al punto de que la historia
parece poder tomar cualquier rumbo en cualquier momento. Tal “imprevisibilidad”
es, en fin, uno de sus mayores encantos. La identidad de las acciones, su
unidad, está dada por la atmósfera predominante a la que contribuyen.”
Aprendimos, digo.
En el medio leyeron Laura y Fernando y, para terminar, les indiqué
el buen manejo del tiempo presente en un cuento de la chilena Alejandra
Costamagna: “Hombrecitos”. Lo hice para
mostrarle a Laura que un tiempo presente podía ser poético y complejo, no un
simple enumerar parco y seco de acciones a lo Rejman, que desarrolla sus textos
casi siempre en presente, y muy cerca del concepto de guión.
Y así pasamos el segundo mes.
Excelente lo de Belen, lo de Nielsen, La noticia y el cuento de Flavia, lo de Fer y Laura, y lo de Chéjov.
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