3.5.11

CARNE ARGENTINA / MARTA DILLON

“Estás muy linda”, dice él según la traducción de los lectores de labios y de eso se trata un exceso, dicen los traductores de protocolo real para la plebe que lo mira por tevé y en continuado, pantalla partida con el acto de la CGT en ventanita pequeña y campera de cuero contrastando con vestido de Alexander McQueen –sencillo, dicen– y charreteras doradas para los caballeros que hacen gala de pasión con un cumplido digno de matiné de sábado cuando los cines daban dos películas y la chaperona relojeaba el destino de las manos en el apoyabrazos lindante. Vaya con los excesos de la corona que más tarde o más temprano se derramarán en bombas en algún país poco civilizado y con menos tradición para el carruaje. “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, es la música de fondo de los arbolitos artificiales de la Abadía de Westminster con la figura dislocada de nuestros soldados mutilados soportando la bravuconada con sus cuerpos. No hay por qué ponerse dramática, se trata de la puesta en escena del amor romántico a escala global: el príncipe por fin encontró la horma del zapato en el pie de una lady con sangre popular aunque lo de popular habría que ponerlo en duda porque en algún lado se habrán encontrado y no fue exactamente en la calle. Si quieren venir que vengan, aquí estaremos mirando lo que no tiene nada para ser visto y menos para ser relatado aunque igual se hilvanan los relatos sobre el escote, la sonrisa a destiempo, los dos besos dados en el balcón que transmiten menos calor que la piel de un reptil con el que tal vez se hayan hecho los zapatos de la afortunada ayer llamada Kate y ahora Catalina, que es un nombre más imperial y más a tono a las circunstancias. Si quieren venir que vengan, que tenemos mucho para decir de los vestuarios, de las invitadas, de los invitados y del desfile de aviones que surcan cielo inglés y escupen como palomas un resto de excremento sobre la mirada de vaca de quienes hoy no fuimos al centro de Buenos Aires –es que acá estamos no más– porque la amenaza parda de la invasión de cabezas negras nos iba a hacer pasar una tarde de perros. Si la amenaza fue en continuado también la promesa de que los cuentos de hadas existen, ¿o no hay una princesa argentina entre las cortes reales? No, reales no es de realidad, es de realeza nada que conozcamos desde que nos negamos a una monarquía latinoamericana y desde que, vaya estupidez, resistimos a agua y aceite, según el cuento infantil, a adoptar como lengua madre la lengua universal que tal vez ahora seríamos una nación tan próspera como Australia, con el mismo clima pero con sueldos promedios de 3 mil dólares mensuales y aumentando. Pero olvidemos por un momento las heridas de guerra, olvidemos eso que Alejandro Tantanián pone tan bien en escena, el sueño de la “Argentina potente” con su falo enhiesto como el Obelisco obligando a los principitos a poner pies en polvorosa de nuestros mares australes para poner a salvo sus retaguardias. Dejémonos tentar por la boda, la boda real, los cientos de comensales, la coreografía del saludo y el calambre en el brazo de Catalina. ¿O no es lo que sueña toda mujer?"

Sigue en Página 12.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario