1.7.09

CENOTAFIO LAS HERAS / MEMORIA

El cenotafio diseñado amalgama lo funcional con lo significativo. Ya no hay veinte asientos como las bases pedían y una calle formalizada con un monumento al que llegar. Ya no hay cinco placas. El territorio es el parque mismo, con su césped como un manto de democracia.

Sobre el parque se diseminan 32 piezas de hormigón armado que funcionan como sillas. Cada silla representa a un compañero ausente, con su nombre y apellido, el lugar y la fecha de su deceso. Cada silla tiene un nombre, un sitio, un día del pasado y una luz propia. Cada silla tiene tres posiciones posibles y tres modos distintos de insertarse en la barranca.

Las sillas tienen escala peatonal y están para que los paseantes puedan ocupar los lugares de los desaparecidos, esos vacíos. Están para que uno pueda sentarse en el lugar del otro, sabiendo o no sabiendo lo que pasó. Alguien nuevo toma el lugar de los mártires que murieron para que la democracia persista. Si uno conoce la historia, el acto de sentarse será una compañía, un homenaje. Si uno no la conoce servirá como mecanismo posible de activación de la curiosidad.

Treinta y dos sillas que hacen presente 32 ausencias.

Las sillas vacías son un cuadro de De Chirico, existencialista y melancólico. Las sillas ocupadas en su totalidad dan la dimensión real del tamaño de la masacre.

Por un hueco del espeso follaje ubicado sobre la avenida Las Heras sobresale una placa de hormigón armado a escala de las copas de los árboles, en el que figura la frase democrática de Valle.

La iluminación de este monolito de gran altura apunta a reforzar la lectura del texto.

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