"Pocas novelas salen airosas de experimentos narrativos extremos. Auschwitz trascurre en un borde de la literatura: enfoca y distorsiona miserias sociales cotidianas desde la experiencia de un prototipo. Theodor Adorno en Mínima Moralia advertía que "cuanto más sitúa uno el objeto de agresión en sí mismo, tanto más perfectamente representa el principio opresor de la sociedad".
Gustavo Nielsen proyecta en Berto, el protagonista de su tercera novela, todas las variantes del odio individual. Concibe un pequeño superhombre cuyo modo de aprehender el orden social inmediato consiste en deformar y despreciar la diferencia. De esa manera, el autor establece entre su personaje y el mundo una relación persecutoria. Lo terrenal nunca parece coincidir con lo deseado. Berto, un contador de treinta y siete años, lleva una vida holgada, percibe a cada paso evidencias de una descomposición social vinculada a la última crisis argentina y resiste desde sus fantasías xenófobas y antisemitas. Fuera del trabajo, pasea en su Torino, asiste a los bailes del Club Israelita en busca de amantes transitorias y mantiene una desopilante amistad con un vecino hindú.
Su vida cambia radicalmente cuando conoce a Rosana Auschwitz. Después de pasar juntos una noche, Berto cree descubrir que ella le ha robado su semen. Aterrado por la posibilidad de ser reproducido en un laboratorio, rastrea a Rosana, pero se deja tentar por una alternativa impensada: raptar a su extraño hijo. Las consecuencias del acto exceden lo previsto. En su casa descubre que el muchacho es extraterrestre y tras someterlo a una extensa sesión de torturas, establece una comunión sentimental única.
Puede decirse que en Auschwitz Nielsen amplifica hasta el grotesco obsesiones que en sus cuentos aparecían esbozadas: cierta inclinación por lo escatológico, por las atmósferas viciadas, por las características de un desprecio que en sus personajes está asociado a la paranoia y al acecho de una miseria generalizada. En El amor enfermo, segunda novela del autor, la opresión se manifestaba a partir de una dolencia amorosa: un zumbido posterior al abandono. En ésta, su tercera novela, la opresión y el odio, como caras de una misma moneda, se reducen a la presencia de lo humano. Cualquier peculiaridad, sea física, religiosa o racial, invade a Berto. Sólo a través de un alienígena, experimentando todas las libertades posibles -esa libertad absoluta será el resultado del horror- podrá reconocerse como humano e invasor.
A fin de neutralizar cualquier lectura política del argumento, Nielsen elige el punto de vista más cómodo para el caso, es decir, el de un narrador que no se separa de la subjetividad de su protagonista. Superpone siempre la descripción del horror a las percepciones alucinadas de Berto. Evita de esa manera tomar partido, no justifica ni condena la malicia de su personaje y despliega sus antojos literarios con total audacia.
En definitiva, Auschwitz puede pensarse, por un lado, como el esbozo de una historieta: la velocidad del relato y la capacidad de entretener están asociadas a las salidas ingeniosas, a los clisés del comic y de la ciencia ficción. Por otro lado, si se la lee fuera de una tradición que dialoga con la mala literatura, la novela puede pensarse como una trasgresión literaria cuyo logro consistiría en supeditar lo cómico a lo cruel y descolocar así al lector. En cualquier caso, la originalidad del texto proviene, no de una relación especial con la lengua, sino de un uso perturbador del humor y de las ideologías más extremas."
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