6.10.25

LA ALMAMULA / 2316


Almamula es un espanto, son almas condenadas, que salen y asustan a la gente en forma de mula cargada de cadenas y que echan juego. Son las mujeres que viven con el cura, con el hermano, con el pa
dre, con el cuñado. También le dicen Mulánima.

Una vez yo venía de Puesto Grande. Sabía que andaba una Almamula, una muchacha que vivía con el hermano, y yo la quería descubrir. Por descubrir me fi con el cuchillo en la mano. El cuchillo protege porque es acero y porque tiene cruz entre el cabo y la hoja.

Bueno. Yo me vine a las cuatro de la mañana del Puesto Grande. Salió el viento del Sur, fuerte, muy fuerte. Saben decir que cuando sale el viento del S--ur muy fuerte salen almas-mulas. Aprovechan las tempestades.

Entonce yo vine por el camino carretero. Sentí gritar.  Es un grito como un relincho y un quejido, que hace estremecer. Casi todos disparan cuando lo sienten. Hace temblar la carne.   

-Bueno -dije yo-, ése mismo es, entonce, la’lmamula, lo voy a descubrir, lo voy a ver y voy a hacer coraje.

Gritó dos veces en la punta del viento. Ya sentí patente que venía. Anda siempre por los caminos y dispara juerte, como el viento. Bueno, entonces, yo salí del camino y me paré tras de un jumi grande, esperando. La Almamula venía como un torbellino, echando chispas. Yo lo vi, una mulita chiquita echando juego por la boca. Eso era hora de las tres de la mañana. Entonces, cuando ya me apronto para salirle y hacharla con el cuchillo, me aventajó. Yo corrí por alcanzarla. Dentró por la otra calle -áhi se abría en dos el camino- y pasó al norte. Yo me quedé mirando esta condenada que disparaba como el viento. Si la alcanzaba con el cuchillo la podía salvar de la condena. Sólo así se salvan, pero el hombre que la lastime y pelie con ella tiene que tener muy mucho coraje, porque ella lo mata no más, casi siempre, si lo agarra mal. Esa es la condena de esa alma.

Como a los ocho días, he sabido que ‘taba enferma la muchacha esta. ‘Taba lastimada en la frente. Y eso pasó porque otro que la andaba buscando como yo, según decían, la había descubierto y la había hachiado en la frente. Murió de esa heridas.

Murió a los pocos días. Esa Almamula no salió más por acá.

Manuel Roldán Benavídez, 65 años. Atamisqui, Santiago del Estero, 1959.

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