-En primer lugar, me gustaría que me hablaras de tus
dibujos, planos y bocetos -que dijiste en la presentación de tu novela que son
una suerte de derivación de tu oficio de arquitecto-, los que dieron origen a
la novela en tanto estructura, en tanto estrategia narrativa, como también a
la creación de la ciudad y los elementos centrales. Incluso hay algunos dibujos
o frases incluidos dentro de la edición. ¿Es algo que solés hacer o surgió aquí
de forma inusual?
Dibujar es el modo que tengo de poder describir mejor un
objeto o un espacio. Cuando dibujo veo más. Ya pasó a ser un método para mí. En
este caso fue una prioridad más que un acompañamiento, porque tuve que diseñar
a grandes rasgos la Villa Tesla, ciudad del futuro donde vive el protagonista.
Y, ya que estamos, me tuve que imaginar Lewellyn Park, porque a pesar de que
existió -fue una especie de Silycon Valley del pasado- no encontré un plano en
ninguna parte. En planta, la Villa Tesla tiene lazos con la ciudad sectorizada
del Movimiento Moderno (Brasilia, por ejemplo), y la otra sigue la linealidad
de los urbanismos históricos del oeste norteamericano. La vista general de
Villa Tesla puede verse en un croquis adjuntado en el libro, y el plano de
Lewellyn lo incorporo más abajo en carácter de primicia. Este es el tipo de
dibujo que suelo acompañar al diseño de mis novelas; tiene un carácter
explicativo, están llenos de cotas e indicaciones. Las explicaciones son para
mí: recordatorios, análisis, intentos de lograr objetos buenos, lindos y
útiles. También croquicé el diseño elemental de una casa del futuro y de un
vehículo eléctrico, el T20, que fuera capaz de andar, trepar, sumergirse,
flotar, volar, hablar y muchas cosas más.
-La ciudad, justamente, ocupa un lugar central en la
historia, los coches voladores, la carretera y, por supuesto, Villa Tesla,
Lewellyn Park y la evocación de Buenos Aires. Me recuerda a tantas ciudades
inventadas por tantos escritores, esa cosa de inventar una ciudad es algo
fascinante, me imagino, incluso sin dejar otras referencias reales que convivan
con ella.
La Buenos Aires que aparece, que no está diseñada a tabula
rasa como hubiera querido Le Corbusier, es una mezcla oxidada de pasado y
progreso atentando uno contra el otro. La referencia más cercana es Los Ángeles
de Blade Runner. Un cuadro de caos y confusión, donde las máquinas de la
vanguardia se superponen a la chatarra vetusta. Ese infierno chino de la peli
de Ridley Scott.
Hay algo verdaderamente extraño con la prospectiva y la
anticipación: las viñetas de principio del siglo pasado, esas que salían en
Caras y Caretas o PBT, auguraban que mucho del tráfico doméstico iba a pasar a
ser aéreo. Las caricaturas de una Buenos Aires del 2000 mostraban el aire
invadido de vehículos como moscas, yendo de aquí para allá. Y no pasó. En mi
novela decidí seguir insistiendo en el asunto, para un futuro bastante cercano:
el año 2053. Me la juego.
-Y también los objetos inventados (los pañuelos, por ejemplo,
con varias funciones), el espacio y el tiempo y los viajes en el tiempo. Algo
que nos lleva al mundo de la ciencia ficción, a la física, a Bradbury, Houdini,
Edison, Nikola Tesla -un apellido que cobra relevancia en los últimos tiempos
por la empresa de autos eléctricos, la de Elon Musk-. ¿Cómo fuiste elaborando
la trama con todos esos elementos, cómo fue la investigación, el proceso
creativo?
Me imaginé que los pañuelos de tela, un objeto hoy olvidado
completamente y reemplazado por el papel tisú, podían ser los celulares del
mañana. Creo que el germen de esta novedad viene de un invento del arquitecto
argentino Emilio Ambasz, que mostró en la FADU un prototipo de walkman de tela,
sosteniendo que la rigidez necesaria para el funcionamiento del gadget se la
proveería el mismo caset. No sé si su invento habrá prosperado o no, pero me
resultó muy simpático que lo mostrara como un hallazgo entre sus pasatiempos industriales de los años ochenta.
El T20 o la Villa Tesla de mi novela tienen que ver con el
verdadero Nikola Tesla, no con el despreciable millonario norteamericano que
nombrás; más bien es EM el que se ha apropiado de un nombre que le queda
holgado. Los propósitos de los colonialistas norteamericanos siempre van por
ese lado maligno y bajo.
-En cuanto al género de la ciencia ficción tu novela
también tiene algo de metafísica, de fantástico, de aventura. Entre otras
referencias, aparece “La invención de Morel”. ¿Te interesa el género de la
ciencia ficción o fue una casualidad llegar ahí? ¿Qué significa la ficción para
vos, por qué seguir escribiendo novelas, qué lectores te imaginás hoy respecto
a lo que ocurría hace un tiempo con la literatura?
“Los mundos anteriores” cuenta una historia de amor que
tiene una máquina del tiempo. En las nuevas pandemias ya no hay escapatoria
hacia otras ciudades no contaminadas, como sucedía en la peste relatada por
Daniel Defoe o en la de Camus. Ahora es el mundo entero el que se contamina en
apenas días. Para estructurar el relato me imaginé un escape hacia otra época,
utilizando justamente las ventajas de los cilindros de espuma cuántica que
estudian Rovelli y otros físicos discípulos de Stephen Hawking. Es un viaje sin
retorno a un lugar en la historia donde menos incidencia hubo de muertes por
enfermedad terminal. Los personajes hacen un viaje de ida que no es nada fácil,
y ya no por problemas técnicos: los inconvenientes vienen por el lado de la
ética, la memoria, las buenas costumbres. Encuentro que la ficción es un muy
buen laboratorio para explorar estos dilemas.
-La guerra de la electricidad en medio de la trama de la
pareja, del amor, y de pronto la enfermedad que afecta a la población. Y
también está el tema de la enfermedad, de la pandemia, algo que conocimos tan
de cerca con el Covid hace poquito, y que parece ya haberse olvidado. ¿Qué te
llevó a cruzar esos mundos, cómo fue que les diste forma y cuerpo?
Escribí el primer original de la novela antes de la
pandemia, hay pruebas de eso. Algo me taladraba la cabeza, como un presagio.
Cuando pasó lo del Covid no lo podía creer; pero ahora sé que es un signo de
los tiempos. Lo del Covid puede repetirse en cualquier momento, pasamos a ser
un planeta frágil, en el que si seguimos apuntando a gobiernos liberales o de
ultraderecha como los que se están dando en nuestro país y en muchas partes del
mundo, se salvarán de las pestes solamente unos pocos. Es algo absurdo, pero
tiene que ver con el capitalismo salvaje que elimina a los más débiles.
La guerra de la electricidad existió entre Edison y Tesla en
su momento, en “Los mundos anteriores” está expuesta como un tema concluido
unos años atrás, pero que se reflota en la guerra de los libros. La guerra de
los libros es un invento mío para recrear el evento real.
-Los parlamentos de Tesla y Edison son muy creíbles. He
buscado algunas frases en Internet y, para mi sorpresa, fueron dichas por
ellos. ¿Cuál fue el método empleado para conseguir esto?
Puse en Internet “frases de Edison”, “frases de Tesla”. Hice
dos listas. Fui armando diálogos para poder utilizar sus palabras reales en parlamentos
con contextos alterados. Por un instante me creí Gardel, pero los personajes
carecían de toda personalidad. Entonces les agregué adjetivación para que
sonaran como parte de la “grieta”. Edison es un gorila prepotente, Tesla un
progre dubitativo. Así es como quedaron tan creíbles.
- En “El ruido del trueno”, cuento de Bradbury que se
menciona en la novela, una pequeña modificación en el pasado (la muerte de una
mariposa) produce una serie de cambios importantes en el futuro (políticos y
ortográficos). En “Los mundos anteriores” los pequeños cambios se vienen
atajando en una especie de jardín mutante, hasta que hay una peripecia que
produce una alteración mayor y más importante. Sin espoilear demasiado, ¿quiere
referirse al respecto?
Es muy gracioso que me hagas esta pregunta, porque toca un
tema delicado en la novela. ¡Al final cualquier tema que pongas en jaque
resulta siendo delicado! En esto los escritores nos parecemos a los humoristas,
que se la pasan cuidándose porque siempre hay alguien que se ofende. Cuando el
protagonista, en el pasado, comete un error sensible al futuro, el cambio que
produce es la aparición del lenguaje inclusivo y la indeterminación de los
géneros. Se me ocurrió que estaba bueno que el doctor se sintiera mejor siendo
mujer, y la escribana fuera más feliz en un cuerpo de otro tamaño. Me divertí
mucho escribiendo esta parte.
-La novela se interroga, de algún modo, cuánto dura una
vida, cuánto es el tiempo hoy para el amor, por supuesto también la muerte y el
futuro. Y también pone en tensión la tecnología, los afectos y aspectos de la
vida cotidiana, como lo que sucede en el restaurante armenio, entre otras
cosas. Temas muy viejos pero a la vez muy actuales. ¿Creés que “Los mundos
anteriores” evoca de algunos modos estos presentes, pasados y futuros tan
acelerados que estamos viviendo? ¿De qué forma te parece que la novela habla
algo de la contemporaneidad o está tocada por ella?
Soy un habitante del presente: todo lo que hago en
literatura o arquitectura está tocado por la contemporaneidad. Estoy orgulloso
de que así sea. Mis antenas siguen encendidas.
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