“¿Para qué sirve la literatura?
De todas las analogías que se podrían usar para
responder, a mí me gusta la de las vacunas. Leemos para inyectarnos un poco de
dolor, de vacío, de amor, de miedo; para que pequeños fragmentos de todo lo
bueno y de todo lo malo ingresen a nuestro cuerpo y formen parte de nosotros.
Para que cuando las cosas sucedan –o con las que ya nos han sucedido–, estemos
un poco más preparados. Leemos para asimilar el mundo.”
Hasta hoy a la mañana no sabía cómo iban a empezar los
informes de la temporada final de la Segunda Clínica de cuentos del Galpón
Estudio, y hoy me llegó el niusleter que Sebastián Lidijover escribe
para promocionar los libros de Anagrama; esta hermosura. Le
dije que la iba a usar de arranque y me contestó que siempre tiene dudas, que
nunca sabe si no está derrapando en la cursilería. Agregó “jajajá”. Le
contesté:
- Está muy bien derrapar en la cursilería. ¿Cómo
emocionar instantáneamente si no es con ciertas herramientas amorosas? Para empezar
un texto emocionando no me parece que haya otro camino, y resulta solo si está bien
escrito. Lo que hiciste hoy, Sebas.
Termina el nius de esta manera: “Pensaba también que
la literatura sirve para la búsqueda de algo más primitivo, casi alquímico:
convertir el dolor en belleza, el duelo en belleza y, aunque parezca redundante,
la belleza en belleza”.
Hablemos de belleza. Ayer a la noche comimos empanadas,
tomamos vino, hablamos de literatura durante tres hermosas horas. Me encantó
volver a ver a Fabiana, a Pati, a Mariano, a Pablo, a Vicky, a Liliana, a Fabián,
a Jonatan y conocer al nuevo integrante: Alberto. El último taller que hizo Alberto
fue el de Hebe, hasta que ella falleció. La tristeza de perder a su maestra lo dejó
escribiendo solo. Le dije que esperaba estar a la mitad de la altura de Uhart;
con eso me conformo. Anoche lo vi unirse al grupo como si hubiera venido
siempre. Leyó primero, “Amigo tomate”, y entre su cuento y el de Fabiana, con
un pie embalsamado, casi casi que armamos una teoría de la personalización de
los objetos que hubiera puesto orgullosa a la gran escritora.
Hablemos también de grandes escritores. A veces coinciden con
que son, además, grandes profesores. Miren la foto que sigue y crucen esos
dedos, porque parece que tenemos una invitada estrella. Alguien que no suele ir
a ninguna parte, pero aceptó mi invitación. Además, come las empanadas con
pasas de uva, mecacho.
El cuento que leímos pertenece a otra grande de la literatura
(esta vez uruguaya): Cristina Peri Rossi. “La sintaxis”. Maraviloso. Lili nos
mandó otro, “Punto final”, que es menor que el elegido, pero va por el mismo
camino. Puede leerse en este link de Lecturia.
Yo aporto uno, también, para cerrar el informe, sacado de su
libro “Indicios pánicos”, que alguna vez me regaló Mempo Giardinelli. Voviendo
a las mujeres que escriben bien, el texto que leyó Pati en esta primera jornada
está casi perfecto. Tiene algo extraño “El búlgaro”. Es un cuento si lo termina
un párrafo antes. Es el primer capítulo de una novela que aún no existe, si lo
deja como está. Todos coincidimos en eso.
Y así terminamos la reunión.
Felices, convirtiendo belleza en más belleza, como dice Lidijover (el cursi, jajajá). Va lo
prometido de Cristina:
22
Soñé que estaba al borde del plato, sosteniéndome apenas por
las manos (¿o eran los dientes?) y era tan difícil ascender al plato,
a
la llanura lisa y blanca de la loza.
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