El viaje
Al pasado se viaja con una
máquina del tiempo.
Hasta hace un año, todas las que
había eran de mentira, producto de la ficción. El DeLorean de Marty McFly, por
ejemplo. El túnel psicodélico de Tony & Douglas. La esfera metálica
de Wells. El guardamuebles de “Primer”. Y cantidad de otros vehículos o
portales. Desde hace un año a esta parte, parece que el misterio finalmente se aclaró:
un equipo alemán logró enviar una partícula de Planck, la más pequeña de todas
las que existen en el universo, unos días al futuro, de vacaciones. La noticia
la dio Carlo Rovelli, físico cuántico discípulo de Hawking. Y nos pone muy
felices: va a ser difícil que pueda viajar un ser humano en lo inmediato, pero más
adelante se va a poder hacer. ¿Se va a poder hacer?
La carrera por los viajes en el
tiempo ha sido extensa y amigable. Desde las cuerdas gravitatorias de Gött,
pasando por el multiverso de Everett, el Jinn de Novikov, el cilindro de
Tipler, la relatividad de Einstein, el universo rotatorio de Gödel, los
agujeros negros de Hawking y los agujeros de gusano de Rovelli, la física y la
matemática han vivido una fiesta por casi ochenta años. Y en esa fiesta los
capos le armaron una mesita a los niños escritores y directores de cine, donde
fueron sentados Heinlein, Asimov, Bradbury, Carruth, Nolan.
Solito fui y me robé una silla de
plástico, una fuente con chizos a los que le puse kétchup y mayonesa, y me
senté con ellos. Mi contribución es una máquina de doble cilindro -uno
acostado, de titanio, y uno de pie y de espuma cuántica- que rotan y envían
avatares a fechas pasadas del calendario. La empresa que la hace funcionar se
llama Morel, viajes que curan.
El futuro que describo en la
novela “Los mundos anteriores” es de enfermedad y desolación. Ya no hay sanación
posible, pero te podés escapar a otros lugares de la historia donde no haya
habido mayores riesgos de morir por enfermedades terminales. O sea: la ciudad
con menos incidencia de muertes por cáncer de la historia de la humanidad. Hay
una, sí. Hacia ella vamos.
Los otros niños de la mesa fiestera
me hacen bulling (sobre todo Cameron, el de Terminator, que es un pesado), pero
me la banco. A lo mejor ligo algún pancho, o un cacho de torta.
La ciudad y la casa
Esta segunda parte es de diseño,
por eso va dibujada. Como soy arquitecto, me creo con el derecho a hacerlo.
Cuando uno piensa en la ciudad del futuro, siempre suele partir de una serie de
preceptos del presente o pasado. Para mi barrio del mañana en Buenos Aires
consideré los estudios de Nikola Tesla, con su electricidad sin hilos, su aire
magnético saludable y una cantidad de atributos de sus saberes que le fui
agregando a mi burbuja urbana. Le puse el nombre de su mentor, Villa Tesla.
Tiene este aspecto general:
Las torres de vivienda y oficinas
son bastante altas, pero no pueden ser clasificadas como obras de propiedad
horizontal porque carecen de zonas públicas. No tienen halles, ni escaleras ni
ascensores. Funcionan como un simple apilamiento de cajas autónomas, a las que
se entran desde un muelle balcón. Cada vivienda está complementada por su alter
ego móvil, los vehículos T, que pertenecen al dueño del espacio y están
totalmente emparentados con el hecho de vivir ahí. O sea: solo salen cuando su
dueño sale. Y le ponen la musiquita que él quiere escuchar, le perfuman el aire
como a él le gusta y le hablan.
Las casas también están atadas al
deseo del dueño. Conceptualmente se basan en el despliegue de las pantallas en
Windows, ese aparecer de un simple punto y llenar todo el rectángulo visible.
Acá vendría a pasar lo mismo, pero en 3D. Con la intermitencia de un pestañeo,
el espacio cambia y se rehace para satisfacer las necesidades del habitante.
Actualmente llegamos a nuestras
casas del trabajo o de la calle pensando en el bifacho que nos vamos a
comer, o en la siesta que vamos a tomar, porque estamos cansadísimos. En las
casas apiladas de la Villa el espacio nos está esperando para cumplir con
nuestras satisfacciones con un máximo de confort y un abanico inmenso de
situaciones, las más hedónicas que se te ocurran. El dibujo que viene muestra
el frente de la vivienda en el momento en que el protagonista, P, llega con
ganas de bañarse por primera vez. ¿Cuáles son las opciones? Todas. Hay duchas,
hay piletas de inmersión de distintas temperaturas, hay termas de Caracalla,
hay campiña con reposeras para secarse al sol y umbráculos para tomar fresco,
hay fuentes de aguas danzantes y cascadas naturales. P eligirá qué hacer, e irá
entrenando al espacio sobre sus gustos, placeres y practicidades para que le
responda con más precisión en adelante.
Pienso en las veces que entro a mi departamento con ganas de hacerme un trago. Tengo que agarrar las botellas, los hielos, el medidor, la batidora, los vasos largos, mezclar los líquidos, ir hasta mi diván y sentarme a beber. Quizás buscar un cd de Pink Floyd entre mi colección y ponerlo en el equipo. En la casa de la Villa Tesla yo simplemente tendría que suponer la situación, que se crearía sola. Tal vez ingrese en un espacio símil Pinar de Rocha en los ochenta, con una barra mullida, cómodos sillones, bola de espejos, perfume cannábico y Wish you were here sonando al volumen ideal. Y un Martini Dry que brotó del aire, con su aceituna descarozada.
El vehículo
P
se maneja con un Tesla de última generación. En el 2053 los vehículos no simulan
futuros cromados, por lo que la apariencia puede ser vintage ecológica. Su T20
parece un armadillo que ejecuta múltiples acciones. Vuela, rueda, corre,
camina, trepa, flota y se sumerge. La carrocería puede ser opaca, trasparente,
traslúcida o servir como pantalla. Una vez P se sumergió en Miramar y pudo ver
un cardumen de caballitos de mar fosforescentes, que guarda en su memoria como
un tesoro.
Los Teslas de este futuro no
necesitan estacionamiento, se vuelven solos al muelle. Su destino está engarzado
a los movimientos de su dueño y su casa. Un detalle de diseño tiene que ver con
la incomodidad que surge, a lo largo de los años, para subir a un auto. Vieron
que adentro se puede estar muy confortable, pero para subir hay que apelar a
una pequeña acrobacia (agacharse, entrar un pie, entrar el otro, sentarse,
abrocharse el cinturón de seguridad). Todos esos movimientos pueden hacerse
difíciles en la tercera edad. El T20 saca su asiento Jagger, como la lengua de
Mick a tamaño gigante, te recoge en la vereda y te sube, sin ninguna
complicación.
Welcome
Stephen Hawking imaginó una reunión
para recibir a los posibles viajantes del tiempo. Creo que tomó la idea de
Julio Verne, que había convocado públicamente en la redacción del periódico
para el que trabajaba a todo aquel que llegara de otra era, u otro planeta.
Simplemente tenía que avisarle: Verne se ocuparía de pagar los cafés. Hawking
mejoró la apuesta: alquilaría un galpón todos los 23 de Julio, y le pondría un
cartel de bienvenida. Algún día se llenará de recién llegados, opinó.
Para “Los
mundos anteriores” diseñé un Welcome en 1920, que se colma de farsantes.
Pero ojo: algunos vienen del futuro de verdad, y a veces quedan en orsai para
los lugareños porque estos, por más cracks que sean, no tienen la información
suficiente para decodificar los datos que reciben.
Ana María Shua es la speaker de
la reunión anual. En mi novela se llama Anmarie Shuít. Le pedí que
presentara la novela en el auditorio de la librería del Fondo de Cultura
Económica el jueves pasado. Fue un golazo metaliterario: la speaker de la
presentación era la mismísima speaker del libro. Le coloqué una credencial
oficial de viajera en el tiempo, con la zona de salto situada en la Villa Tesla
y la fecha de llegada el 26/6/2025 a ese auditorio. En su discurso, que puede
leerse en https://milanesaconpapas.blogspot.com/2025/06/las-notas-del-discurso-de-ani-shua-del.html,
menciona las bondades de haber arribado para presentarse como speaker
intertemporal. Una genia, Ani.
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