6.6.25

LOS LIBROS Y LAS PLAYAS SE PARECEN / ACERCA DE LA ESTRUCTURA DE “LOS MUNDOS ANTERIORES”

 


“El amor enfermo” y “Auschwitz” compartieron un mismo esquema inicial, basado en mi yo demediado, cuando iba por los cuarenta años. La decisión fue crear dos personajes masculinos, uno bueno como el pan, Saravia, y otro malo como un diablo, Berto. Los dos son solteros y viven en Palermo. Las historias son absolutamente diferentes y los libros se deben o pueden leer por separado. En un solo momento de Auschwitz alguien saluda a Saravia en la calle, y ese renglón es todo contacto entre ambos títulos. Los personajes del díptico no se conocen aunque sean vecinos de barrio, la acción se desarrolle en el mismo presente y los dos tengan la misma edad. También comparten la desgracia de ser caricaturas, una de bondad, otra de odio, como en la historia del Vizconde de Calvino, pero con las mitades separadas.

Años después cometí el mismo error, pero por tres. Habré pensado “puedo mejorar la apuesta”, y armé un esquema estructural para tres novelas de amor. Muy diferentes entre sí y también autónomas, como el par anterior. En las tres tenía que crecer un enamoramiento, haber una playa y una ciencia rara, y en las tres debía escribirse un libro. Busqué que los detalles fueran bien distintos, para evitar la repetición siempre tan aburrida, pero en las generales de la ley me autoimpuse el ejercicio riguroso.

Hay momentos en que las ciencias o la filosofía se oscurecen por algún motivo y se vuelven indecisas, imposibles, o se acercan a los límites de la inmoralidad. En “El corazón de Doli” toqué la clonación, con sus problemas éticos. Para esto leí decenas de libros de divulgación, del que rescato “El gen egoísta,” de Richard Dawkins, “Genoma”, de Matt Ridley y “Vuelta al Edén”, de Lee Silver.

En “La otra playa” me referí a la fotografía de espíritus, basado en un libro de Schopenhauer titulado “Ensayo sobre las visiones de fantasmas”, otro de Arthur Conan Doyle específico sobre el tema y a una estupenda colección de archivos de la Escuela Científica Basilio que encontré en una tienda de usados.

“Los mundos anteriores” viene a cerrar esta especie de trilogía no trilogíaca (si vale el neologismo), porque cada libro divierte y se comprende sin haber leído los anteriores. Acá no hay ninguna saga ni continuará que valga. La ciencia en este tercer intento tiene que ver con todos esos momentos de la física en la que los profesionales se entretienen elaborando conjeturas acerca del tiempo y los viajes hacia el futuro o el pasado. Créanme que hay muchas. Y en las páginas de “Los mundos anteriores” van a encontrar también una playa (esta vez de río) y un libro (al que no asistiremos a su escritura). Pero aventuras hay de sobra. Y la novela está montada como una especie de homenaje a todas esas teorías rebuscadas, abundantes en paradojas, la mayoría descartadas en la actualidad.

Creo que esta novela nueva es la más amorosa de las tres. Creo, también, que es la mejor (al menos es la que más me gusta). Tuve el placer de leer a Stephen Hawking y a Carlo Rovelli, y delicias amenas como “Los nuevos viajeros del tiempo”, de David Toomey.

Este libro que hoy sale a la venta me ha llevado, además, muchísimo trabajo, y una corrección concentrada y extenuante para que pudiera entrar en los patrones que yo mismo le impuse. ¿Por qué lo hice? No sé.

Lo único que sé es que no lo hago más. De ahora en adelante volveré a escribir novelas de a una, sin inventarme reglas, como cuando empecé con “La flor azteca”.

Ojalá “Los mundos anteriores” les guste tanto como a mí. O sea, mucho. Estoy feliz de que haya salido por el Fondo de Cultura Económica, en una edición accesible y a un precio popular. Gracias y besos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario