5.6.25

QUINTA JORNADA DE LA CLÍNICA DE CUENTOS / GALPÓN RESTÓ

Comenzamos la jornada con un repaso de la actividad extracurricular (jajá, me puse solemne) realizada el sábado pasado. Fuimos a la experiencia narrativa que dictó Patricia Suárez en Chacarita. O sea: sobredosis de Suárez Patricia en la Clínica de Cuentos del Galpón Estudio. Y lo bien que vino.

Largó como se largan todos los talleres serios de cuento, con el decálogo de Horacio Quiroga. Nombró al polifacético David Mamett cuando dijo que el cerebro humano está diseñado para recibir una historia, cualquier historia, en tres actos: “Había una vez”; “entonces pasó esto”; “y comieron perdices”. Recomendó en Spotify el “Gimnasio para escritores”, el sitio de podcast de Edith Jeannete. Explicó detalladamente el círculo de Joseph Campbell que describe “Los doce pasos del héroe”, más la curva de los tres actos con sus puntos de giro. Habló de “incidente incitador”, la llave que pone en marcha una historia, y del rechazo que suele existir en todos los héroes a iniciarse a la aventura. La primera palabra de un héroe suele ser “no”, porque lo tiene que pensar. Una vez que aceptó, el héroe se lanza al abismo tomando decisiones racionales o absurdas, sabias o improvisadas, porque lo único importante es avanzar. Puso de ejemplo a un novio de ella que quería construir un delfinario en el fondo de su propia casa. Tenía proyectada la pileta con unos vidrios gruesos y le iban a traer unos bebés delfines de “Las toninas”, por lo que tal vez ni siquiera fueran delfines.

“- ¿Y con qué pensás alimentarlos? -le preguntó Patricia.

- Con latas de caballa -afirmó él.”

Hicimos un ejercicio muy rico con Fabiana, Pablo y Fabián, apuntando más a los personajes y a la historia visible de los cuentos. Suárez coincide con Shirley Jackson, gran escritora americana de pocas piezas literarias pero mucha influencia (es la mamá putativa de Richard Matheson, el de “Soy leyenda”, y del gran Stephen King), en que los personajes son “personas exageradas”. Leímos la primera mitad de “Experiencia y ficción”, una conferencia en la que Shirley cuenta por qué es escritora y describe un ejercicio parecido al que hicimos en el día de taller de Patricia. La descripción es pormenorizada, minuciosa, abundante en detalles, tantos, que a veces abruma. En alguna próxima clase leeremos la otra mitad de la conferencia y el enigmático cuento “Siete tipos de ambigüedad”, donde Shirley habla de libros, libreros y lectores. Quiero que lo discutamos en el grupo. “La lotería” fue una jugosa discusión en un taller anterior.

Anoche también leyó Fabián, un cuento sobre el nacimiento de la “Casa cuna”, con el personaje de una chancha amable que merece un monumento. Lili y Mariano lo asociaron inmediatamente con “El baldío”, un brevísimo texto de Roa Bastos que Mariano bajó en su celu y compartió con todos. Yo lo vinculé a “Tatita”, de Roberto Holstein.

Fabián va a continuar la lectura el sábado que viene en la librería más famosa de Parque Chas. Habrá música y amigos, y podrán adquirir su libro “El canto rodado”, que está buenísimo. Va el flyer, pásenla lindo, quedan invitados.

 


 Pablo, que está armándose en silencio una valiosa antología de extraterrestres, leyó un cuento que parece un guion de historieta Por el momento es casi un chiste, para ser cuento le falta profundidad, pero adentro de un volumen con afinidades temáticas podría funcionar lo más bien.

Una cosa que no marcó Suárez en su presentación fue que las grandes historias suelen tener un esqueleto moral que las sostiene; podemos llamarle tema o asunto, por nombrarlo de alguna manera. Además del argumento, hay un tema. O esa segunda historia que mencionaba Piglia. Este tema puede describirse fácilmente en una o pocas palabras. En “Marvin” podría ser “racismo”. En otros cuentos podría estarse hablando de “envejecer”, en otros de “la madre”. Tener clara estas palabras ayuda a sostener lo que se cuenta; muchas veces canta finales y comienzos, o al menos define los que no pueden ser.

Hitchcock resumía “La ventana indiscreta” como un policial de averiguación, donde un fotógrafo se inmiscuye con sus máquinas en la vida de un vecino asesino y sale indemne gracias, también, a sus máquinas de fotografiar. Pero cuando pregona de qué va la peli, nombra una sola palabra: “matrimonio”. Los protagonistas se van o no a casar; el vecino mata o no a su propia esposa.

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