“(…) la virtud fundamental de la narración desde un punto de vista (es lograr
que) el universo no esté objetivamente definido. Se muestra, pero no de una
manera categórica: sesgadamente; muchas veces, a través de un narrador no
confiable cuyas deformaciones resultan elocuentes.
En el otro extremo de
posibilidades del relato desde un punto de vista está el indirecto libre, con
un narrador que se pega al personaje y lo cuenta, casi exclusivamente, desde su
conciencia; revela ese pensamiento con todos los tics del monólogo interior
-asociaciones libres, negaciones, obsesiones-, al punto de que, al lector desprevenido,
puede crearle la ilusión de que está leyendo un texto en primera persona. En
algunos casos, esta manera de narrar puede incluso suplantar eficazmente al
monólogo interior, sobre todo cuando es necesario contar acciones que, en
general, resultan inverosímiles en la primera persona. Por ejemplo: en un
monólogo interior podría verse como impostada la indicación “cruzo la calle”:
quien piensa no necesita decirse a sí mismo la acción que está realizando. En
cambio, un cuento narrado en indirecto libre, aunque el relato esté sumergido
en la subjetividad del personaje, puede incluir la indicación “cruza la calle”
sin que se produzca una discontinuidad en el texto (…)”
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