30.10.24

LO QUE QUISIMOS SER / DEBRET VIANA


 “El jueves se estrenó la nueva película de Alejandro Agresti, “Lo que quisimos ser”. Es de esas historias de amor que tienen la delicadeza de arrasar al espectador sin que los personajes ni siquiera se toquen las manos, sino evocando emociones más profundas, sutiles, casi existenciales que tenemos enterradas muy adentro y que muchas veces ni sabíamos que tenemos pero que al aflorar nos desarman. Quizás por eso, en el cine, escuché, entre las risas que provocaban los diálogos ingeniosos, el llanto contenido que sobrevenía por todo lo que empezaba a desbordarse de las escenas sin estar dicho ni explicitado.

Un librero, interpretado por un Luis Rubio atípico y extraordinario que ya deben estar considerando para Marvel, conoce a una editora en un cine: son los únicos que fueron a ver una de Howard Hawks. Corren los 90 y terminan tomando algo, para charlar de la película, y terminan comprometiéndose a jugar un juego: no decirse quienes son, ni siquiera el nombre, sino adoptar la personalidad de lo que quisieron ser, y serlo, cada vez que se junten, los jueves, a tomar algo y conversar.

Con esta premisa, tan mínima como gloriosa, los veremos encontrarse y charlar mientras se conocen y se desconocen a la vez, mientras se crean a sí mismos, mientras alejan la realidad de sus vidas y mientras se acercan un poco a lo quisieron haber sido y nunca fueron.

Y así las bellas piruetas que cada uno ejecuta para sostener el espejismo va a ir aproximándose a fibras más íntimas, humanas y terribles: yo no sé cómo se hace para salir de esta película sin llorar.

Quizás soy un poco parcial, porque pude ver cómo se filmaron algunas escenas, porque vi de cerca la maestría de Agresti detrás de cámara, porque hay una escena desopilante y antológica protagonizada por el crack de Gustavo Nielsen y porque haber atestiguado la disciplina y obnubilante cima de la gracia de la actuación frente a cámara encarnada en Eleonora Wexler, tan sublime como hipnótica, me inclinaron hacia un encantamiento sin reparos, pero, con todo, qué bello es el cine argentino, y qué buen momento este para ir al cine a ver una argentina; quizás pagar una entrada no fue nunca como hoy un acto tan político.


PS: También puede tener que ver con que me dejaron asomarme en una escena, pero más allá de tener que disculparme infinitamente por mi labor paupérrima, no deja de parecerme una película bellísima, hechizante desde el primer momento, llena de esas pequeñas delicadezas que llenan el alma y que las narrativas suelen dejar de lado, como si Agresti lograse ver y capturar un haiku por cada gesto mínimo que se nos pasa sin darnos cuenta de que es ahí donde se juega el corazón de nuestra humanidad.”

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