“El jueves se estrenó la nueva película de Alejandro Agresti, “Lo que quisimos ser”. Es de esas historias de amor que tienen la delicadeza de arrasar al espectador sin que los personajes ni siquiera se toquen las manos, sino evocando emociones más profundas, sutiles, casi existenciales que tenemos enterradas muy adentro y que muchas veces ni sabíamos que tenemos pero que al aflorar nos desarman. Quizás por eso, en el cine, escuché, entre las risas que provocaban los diálogos ingeniosos, el llanto contenido que sobrevenía por todo lo que empezaba a desbordarse de las escenas sin estar dicho ni explicitado.
Un librero,
interpretado por un Luis Rubio atípico y extraordinario que ya deben estar
considerando para Marvel, conoce a una editora en un cine: son los únicos que
fueron a ver una de Howard Hawks. Corren los 90 y terminan tomando algo, para
charlar de la película, y terminan comprometiéndose a jugar un juego: no
decirse quienes son, ni siquiera el nombre, sino adoptar la personalidad de lo
que quisieron ser, y serlo, cada vez que se junten, los jueves, a tomar algo y
conversar.
Con esta
premisa, tan mínima como gloriosa, los veremos encontrarse y charlar mientras
se conocen y se desconocen a la vez, mientras se crean a sí mismos, mientras
alejan la realidad de sus vidas y mientras se acercan un poco a lo quisieron
haber sido y nunca fueron.
Y así las
bellas piruetas que cada uno ejecuta para sostener el espejismo va a ir
aproximándose a fibras más íntimas, humanas y terribles: yo no sé cómo se hace
para salir de esta película sin llorar.
Quizás soy
un poco parcial, porque pude ver cómo se filmaron algunas escenas, porque vi de
cerca la maestría de Agresti detrás de cámara, porque hay una escena
desopilante y antológica protagonizada por el crack de Gustavo Nielsen y porque
haber atestiguado la disciplina y obnubilante cima de la gracia de la actuación
frente a cámara encarnada en Eleonora Wexler, tan sublime como hipnótica, me
inclinaron hacia un encantamiento sin reparos, pero, con todo, qué bello es el
cine argentino, y qué buen momento este para ir al cine a ver una argentina;
quizás pagar una entrada no fue nunca como hoy un acto tan político.
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