Y un día papá compró un caballo. Habrá creído
que solucionaría todos sus problemas,
que iba a cerrar la carnicería, empezar a tomar whisky,
fumar puros en bata y cosas así. En cuanto al caballo,
se llamaba Fotón y tenía una mancha entre los ojos,
una mancha blanca que le bajaba hasta el hocico.
Todavía puedo olerlo. Oler la pieza donde dormía.
La cosa, como es sabido, no funcionó,
y mamá abrió la puerta de la jaula donde teníamos
los cardenales y el tordo. Hacía eso cuando se enojaba.
Le soltaba los pájaros. Pero los pájaros
se quedaban en el techo del vecino,
sin saber muy bien qué hacer.
Había que subir con un balde y una toalla
para traerlos de regreso, entrarlos a la jaula,
calmar a mamá,
dejar todo preparado
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