"Cuando pensamos en fantasmas, solemos pensar en relatos de terror incluso cuando nos provocan risa, tanto que esa comicidad la esgrimimos como una diferencia “No dan miedo, dan risa”, explicamos. Podríamos buscar el origen de esa asociación, fantasma-miedo, en muchos sitios y remontarnos muy lejos en la historia, pero lo importante, tal vez, sea que tanto el miedo como la risa que provocan, son causados por el mismo motivo: nos ponen frente a un espejo.
En su último volumen de relatos, fff que salió
publicado por aurelia rivera en 2023, Gustavo Nielsen propone una variedad de
escenarios en los que nos topamos con estas criaturas que están hechas de la
parte inmaterial del ser humano, su espíritu. Los personajes se nos presentan
en situaciones cotidianas, realizando cualquiera de las actividades que uno de
nuestros lectores podría estar realizando incluso ahora y, de pronto, algo
sucede. Por supuesto, es la regla de la literatura: situación de equilibro,
ruptura del equilibrio, acciones que buscan restablecer el equilibrio. Sucede
que, cuando se trata de estos fantasmas, esas situaciones que implican una
interrupción en el transcurrir de los días, no sólo son un incordio para los
personajes, sino que se vuelven una irrupción en el precario balance de la
realidad y llevan al relato hacia el plano de lo fantástico. El estallido de
una llanta en pleno viaje a Bahía Blanca es algo que puede pasarle a
cualquiera, la reunión con un viejo amigo de la infancia y hasta un cambio de
casa que viene con mascotas incorporadas son situaciones que podría presentarse
a cualquiera de nuestros lectores, pero cuando en las charlas amenas y en las
cenas hospitalarias empiezan a colarse el silencio y las miradas esquivas, el
tono del relato se tensa, los personajes se incomodan y el lector necesita
buscar otra postura en la silla. Ése es el punto en el que entramos al
conflicto, de cara con aquello con lo que debemos lidiar y que, en fff es
una parte de nosotros mismos.
La estrategia del terror suele construirse con algo que Schiller llamó
“unheimlich” y que denomina, a grandes rasgos, aquello que debiendo permanecer
oculto salió a la luz. En los relatos de terror habita lo tenebroso, es el
reino de la oscuridad del mundo y del alma, lo que no recibe luz porque no debe
ser visto. Por eso, cuando llegamos al cetro de nuestros relatos y tanto los
personajes como los lectores hemos visto aquello que no debía ser visto, se
impone una maldición que existe desde que creamos a los primeros dioses y nos
atrevimos a mirarlos a la cara, nos sucederá la locura o la muerte. Ésa es la
verdadera amenaza de los relatos de terror, saber demasiado. Los cuentos y
microrrelatos de fff implican siempre un descubrimiento, un
salir a la luz de una verdad que no se debería o no se quería develar, y ése es
el momento en que el lector siente que el pulso se acelera porque esa verdad no
tiene nada de fantástico y sí, mucho de humano. Los espíritus, nuestra parte inmaterial,
nos causan temor no sólo cuando están desarraigados del cuerpo, sino cuando el
cuerpo no puede controlarlos, ¿o no tememos acaso la ira de los muertos porque
no podemos herirlos con las manos? Si lo pensamos, le tememos a eso de nosotros
mismos que los fantasmas nos muestran, a esa parte de nosotros que, por mucho
cuerpo que nos distraiga con hambre y cansancio, no domina hasta en los sueños.
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