3.1.24

NUESTRA PARTE INMATERIAL / MARÍA JOSÉ SCHAMUN


 "Cuando pensamos en fantasmas, solemos pensar en relatos de terror incluso cuando nos provocan risa, tanto que esa comicidad la esgrimimos como una diferencia “No dan miedo, dan risa”, explicamos. Podríamos buscar el origen de esa asociación, fantasma-miedo, en muchos sitios y remontarnos muy lejos en la historia, pero lo importante, tal vez, sea que tanto el miedo como la risa que provocan, son causados por el mismo motivo: nos ponen frente a un espejo.

En su último volumen de relatos, fff que salió publicado por aurelia rivera en 2023, Gustavo Nielsen propone una variedad de escenarios en los que nos topamos con estas criaturas que están hechas de la parte inmaterial del ser humano, su espíritu. Los personajes se nos presentan en situaciones cotidianas, realizando cualquiera de las actividades que uno de nuestros lectores podría estar realizando incluso ahora y, de pronto, algo sucede. Por supuesto, es la regla de la literatura: situación de equilibro, ruptura del equilibrio, acciones que buscan restablecer el equilibrio. Sucede que, cuando se trata de estos fantasmas, esas situaciones que implican una interrupción en el transcurrir de los días, no sólo son un incordio para los personajes, sino que se vuelven una irrupción en el precario balance de la realidad y llevan al relato hacia el plano de lo fantástico. El estallido de una llanta en pleno viaje a Bahía Blanca es algo que puede pasarle a cualquiera, la reunión con un viejo amigo de la infancia y hasta un cambio de casa que viene con mascotas incorporadas son situaciones que podría presentarse a cualquiera de nuestros lectores, pero cuando en las charlas amenas y en las cenas hospitalarias empiezan a colarse el silencio y las miradas esquivas, el tono del relato se tensa, los personajes se incomodan y el lector necesita buscar otra postura en la silla. Ése es el punto en el que entramos al conflicto, de cara con aquello con lo que debemos lidiar y que, en fff es una parte de nosotros mismos. 

La estrategia del terror suele construirse con algo que Schiller llamó “unheimlich” y que denomina, a grandes rasgos, aquello que debiendo permanecer oculto salió a la luz. En los relatos de terror habita lo tenebroso, es el reino de la oscuridad del mundo y del alma, lo que no recibe luz porque no debe ser visto. Por eso, cuando llegamos al cetro de nuestros relatos y tanto los personajes como los lectores hemos visto aquello que no debía ser visto, se impone una maldición que existe desde que creamos a los primeros dioses y nos atrevimos a mirarlos a la cara, nos sucederá la locura o la muerte. Ésa es la verdadera amenaza de los relatos de terror, saber demasiado. Los cuentos y microrrelatos de fff implican siempre un descubrimiento, un salir a la luz de una verdad que no se debería o no se quería develar, y ése es el momento en que el lector siente que el pulso se acelera porque esa verdad no tiene nada de fantástico y sí, mucho de humano. Los espíritus, nuestra parte inmaterial, nos causan temor no sólo cuando están desarraigados del cuerpo, sino cuando el cuerpo no puede controlarlos, ¿o no tememos acaso la ira de los muertos porque no podemos herirlos con las manos? Si lo pensamos, le tememos a eso de nosotros mismos que los fantasmas nos muestran, a esa parte de nosotros que, por mucho cuerpo que nos distraiga con hambre y cansancio, no domina hasta en los sueños.

Y sin embargo, la fragilidad. Los fantasmas de Nielsen no son espectros que licúan casas o que crean vórtices en medio de ciudades superpobladas, son criaturas que solían ser humanas y que cargan sus secretos igual que nosotros. Es por eso que, cuando llegamos al momento de la resolución, a la restauración del equilibrio narrativo inicial (equilibrio – ruptura – acción – restauración), el resultado no siempre es el llanto o el grito inarticulado, a veces, con igual poder liberador, es la risa. “Unheimlich” tiene un rasgo más, es la negación de “heimlich”, lo familiar, y así aquello que sale a la luz suele ser algo que estaba oculto en las escenas familiares y que la costumbre no nos permitía ver hasta que un hecho determinado nos lo muestra bajo otra luz. Aquello que nos muestra y que ha estado oculto, podría ser terrible tanto como humillante y aunque, por algún motivo, los seres humanos estemos más dispuestos a vivir con el estigma del villano que con el del bufón (y si no, pregúntenle al Jorge de Burgos de Eco), qué alivio descubrir escondido en las tinieblas de la rutina, esas parte de nosotros que nos mueve a risa, que muestra nuestro lado pequeño y mundano, nuestras carencias animales o las mezquindades de los aspirantes a ángeles."

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