“Un día le preguntó a su padre si creía en los fantasmas;
pero su padre, que tal vez fuese ya incapaz de responder una pregunta de manera
directa, le dijo que en una ocasión había leído que estos no pueden posarse en
las superficies escritas: pueden hacerlo en todas las demás -en las de
porcelana, en las de piedra, en las de madera, incluso sobre el papel-, pero jamás
sobre una superficie en la que se haya escrito algo. Y por esa razón, le dijo,
Olivia debía escribirlo todo, incluso las cosas más nimias; simplemente para que
el fantasma no se posara un día sobre ellas. Pero esa conversación tuvo lugar
antes de que su padre desapareciera, por supuesto; antes de que él mismo se
convirtiese en el singular protagonista de una historia de fantasmas.”
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