10.8.21

CLASIFICACIÓN SEGÚN ESTRUCTURAS POSIBLES / CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO

 - El cuento flecha: que marcha hacia el último párrafo como único objetivo. Es el más ortodoxo, el clásico. Lo hicieron Cheever, Onetti, Boccacio, Rulfo, Kipling, Jacobs, Heker... Hay cantidad de ejemplos: “El nadador”, “Esbjerg, en la costa”, “Alibech, o la nueva conversa”, “No oyes ladrar los perros”, “El cuento más hermoso del mundo”, “La pata de mono”, “La fiesta ajena”.

 - El cuento discursivo: muy de los 70’, la primera persona a full, con todo su pintoresquismo a cuestas. Es teatral. Figuran aquí varios de Cortázar y Castillo. Puedo nombrar “Torito” y “Conejo”.

 - El cuento de las dos etapas: en la primera sucede algo que para la segunda etapa cambia, aunque los protagonistas y los lectores esperan a que vuelva a pasar lo mismo que antes. Todo el suspenso está puesto ahí. Gandolfo es un maestro de este esquema: “No es una línea recta” es uno de sus mejores ejemplos. Yo mismo lo intenté con “Marvin”.

 - El cuento cíclico: llega al final y vuelve a empezar. Ocurre en “Continuidad de los parques” de Cortázar (una especie de metalepsis), y en algunos extraños cuentos de Levrero. “Las ruinas circulares” de Borges es también un poco así. Encuentro que “Letino”, de Caruso, con su inquietante paradoja temporal, es muy cercano a esta clasificación.

 - El cuento collagista: con situaciones armadas con diálogos o pequeños acontecimientos aparentemente inconexos o de registro variado que van manipulando la trama como si fuera un rompecabezas. Se ve en los cuentos en tercera omnisciente de Mark Haddon, donde las mentes de los personajes definen el rompecabezas. “El hundimiento del muelle”, por ejemplo. Y en “El vestido blanco”, de Felisberto Hernández, donde episodios distanciados construyen lo siniestro. Felisberto lo hace muchas veces.

 - El cuento iceberg: lo que oculta es lo que le otorga validez. El autor de la teoría es Hemingway. “Los asesinos”.

 - El cuento ruedita de hámster, que desarrolla su propia energía en las vueltas que le va dando al mismo asunto. Es un cuento escarbador, minimalista. Sucede con Munro y Berlin. Recuerdo dos de sus maravillas: “Dimensiones” y “Silencio”.

 - El cuento con final existencialista: va contando una historia y con una sola frase de cierre  resignifica el texto completo para la vida del personaje. “Desde ahora mi suerte debería cambiar” podría ser esa frase final. Es muy Carver. Dos de sus ejemplos: “Gordo” y “Catedral”.

 - El cuento con explicación: un poco pasado de moda, pero bien siglo XIX, sobre todo en lo relativo a fantasmas o policiales. Quiroga en “El almohadón de plumas” o “El hijo”. También lo leímos en Poe.

 - El cuento con historias que actúan en paralelo, intercaladas. Al final casi siempre se juntan o se pasan rozando. Lo hace Flannery O´Connor en “Un hombre bueno es difícil de encontrar”.

 - El cuento mantra: va repitiendo un patrón para provocar un efecto hipnótico o remarcar el paso del tiempo.  Recurso poético. “Hoy temprano”, de Mairal. "Los días de pesca", de Ani Shua. Hebe Uhart tiene varios ejemplos.

 - El cuento precipicio: de final abrupto. “Teddy”, de Salinger. “Un día perfecto para el pez banana” es un iceberg con precipicio incluido.  

 - El cuento mamushka: historias adentro de historias. Un modo de contar al que nos acostumbraron Borges y Bioy. Y Lovecraft.

 - Y además, y fuera de catálogo, están los microcuentos. La maestra en el tema es Shua. Mis preferidos son los de “La sueñera”.

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