25.10.18

OCTAVA CLASE DE LA SEXTA TEMPORADA / CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN ESTUDIO


Ayer hubo una marcha contra el presupuesto de los oligarcas que nos gobiernan y fuimos con Federico Hurtado y Elena Massat. Pudimos hacer un picnic en la plaza del Congreso, hasta que nos corrió la policía con gases y balas de goma, como en el peor momento de la dictadura. Parece que la recesión no funciona sin represión. Las imágenes del caos que tomó Federico Hurtado –Popi- son horrorosas, y me condujeron a un pasado al que no quería volver, y que estaba cantado con estos hijos de mil putas que nos gobiernan. Desde mañana posteo esta colección de horror que se vivió –la vivimos- a una hora y media de llegar para abrazar al edificio del Congreso y hacerle saber a los traidores que están votando adentro, que el pueblo estaba afuera, expectante y mirando todo. La foto de hoy es la única beatífica que Federico consiguió encuadrar. El obturador lo apretó otro que andaba por ahí y que se ligó una empanada por el favor.

Cuando me fui para el Galpón a dar mi clase estaba destruido. Sin ganas de nada. Pero descubrí que casi todos estábamos igual: nuestro país se derrumba en un escenario más que avisado, y nosotros viajamos en ese Titanic. La verdad es que le pusimos garra a nuestra reunión. Tres de los asistentes trajeron comida y otro un vino. Eleonora hizo unos muffins salados de aceituna y de jamón cocido y roquefort. Pablo hizo un budín de cerveza stout y miel. Fernando hizo una tarta titulada “ausencia de cebollas”-no sé por qué- que, como siempre, era de choclo y muzarella. Fabián trajo el malbec. Tuvimos una invitada tallerista: Susana, una amiga de Fer. Pasó lo siguiente: le dije a Fernando que invitara a quien quisiera del taller finalizado de Hebe, y él le dijo a dos de sus compañeros: Susana y Alberto. Ella aceptó venir. La idea era tener una clase en otro lado, como modo simple de saber que la vida sigue y que hay muchos talleres en Buenos Aires. Que vieran algo diferente; que exoneren rápido la muerte para convertirla en recuerdo bueno. Me imagino que a Susana le resultó, porque la vi muy cómoda: eso me causó alegría. Fue un poco como el picnic en el campo de batalla que se ve en la única foto amable de mi amigo Popi.

Eleonora encausó las lecturas del día. Hace un par de clases me pidió que preparara algo en relación a relatos en primera persona y presente, como dije en el informe anterior. Leímos “La casa de Asterión”, de Borges y “Mariposa nocturna”, esa belleza escrita por Patricia Suárez. Me costó tanto encontrar el cuento que le terminé mandando un mensajito. Me dijo que lo buscara en “Esta no es mi noche”, de Alfaguara. Tengo ese libro en mi biblioteca. Lo revisé. No estaba. “¿Le cambiaste el nombre, Pat?”.

- Ah, sí –me contestó-. Te lo mando por wasáp. Le cambié el nombre y casi todo. Ahora lleva el título del libro.

Los dos cuentos mantienen sus elementos básicos: una mujer que está desprotegida y que el mundo que construyó, el que la rodea, ya no le sirve. La está traicionando. Por lo que al final decide dejar (de escribir en “Mariposa nocturna”, de servir en “Esta no es mi noche”). La idea de auto versionarse sirvió también para poder conversar acerca de un episodio inédito que se dio en clase. Lucas tomó un cuento de su compañera Lili y decidió hacerle una versión, como ejercicio. La versión copia párrafos enteros de los escritos por Lili, y le agrega algunos que intentan pintar las costumbres de un asesino. No me gustó. Si vas a hacer otra versión, hacé otra versión, como hizo Patricia. Además Lucas se mete en primera persona con la mirada de un asesino serial. Para cuentos en primera persona amo la recomendación de Hemingway: escribir sólo de lo que se sabe. Y le agrego: si no sabés del tema, informate. Truman Capote pasó una temporada en la cárcel con el monstruo de “A sangre fría”, para poder terminar su libro. Lo mismo le pasó a Busqued con “Magnetizado”, del que leímos fragmentos. Meterse en la piel de un asesino implica conocer qué es un asesino: salís a matar al prójimo o salís a recabar información. Ver mi nota "Un asesino es una persona normal que trabaja matando gente", en este mismo blog o en el blog de Eterna Cadencia.

Si yo tuviera que cocinar los muffins de aceitunas que trajo Eleonora adecuaría una receta exquisita de muffins que salió en el último manual de Natalia Kiako, “A cuatro manos” (Sudamericana). Ya en el primer libro había incluido varias recetas de budines y budincitos, pero esta receta se pasa de buena. Utiliza un yogur natural, un huevo, un tercio de taza de harina de arroz, otro tercio de azúcar integral, otro tercio de aceite de oliva, una cucharadita de polvo de hornear y media de de bicarbonato de sodio. El de Kiako es dulce, lleva frutas de estación, una cucharadita de extracto de vainilla y la ralladura de un limón. Pero acá se trata de lograr esos muffins verdes, salados, que creó Elenora. Por eso  le agregaría media taza de aceitunas verdes bien picadas con su jugo (utilizaría la minipimer para picarlas) y le cambiaría la cantidad de azúcar que le pone Kiako por media taza de queso gruyere. También podía haberle pedido la receta a Ele –estaban exquisitos- pero ella anda muy ocupada: se acaba de ganar la beca Looren America Latina 2019, una de las mejores para los traductores, y tiene que ir preparando valijas para su viaje a Suiza. Llevá bufanda, nena, que va a hacer frío. Desde la Clínica te felicitamos con aplausos y besos. Sos una genia.

Como cierre de la jornada les leí esta joyita: "Nuestro haber", de la colombiana Carolina Sanín. Reléanlo, plis, como tarea. La seguimos el próximo miércoles, con Mariano Quirós como invitado.

Para estar deprimidos salió todo bastante bien.

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