Ayer hubo una marcha contra el presupuesto
de los oligarcas que nos gobiernan y fuimos con Federico Hurtado y Elena
Massat. Pudimos hacer un picnic en la plaza del Congreso, hasta que nos corrió
la policía con gases y balas de goma, como en el peor momento de la dictadura.
Parece que la recesión no funciona sin represión. Las imágenes del caos que
tomó Federico Hurtado –Popi- son horrorosas, y me condujeron a un pasado al que
no quería volver, y que estaba cantado con estos hijos de mil putas que nos
gobiernan. Desde mañana posteo esta colección de horror que se
vivió –la vivimos- a una hora y media de llegar para abrazar al edificio del
Congreso y hacerle saber a los traidores que están votando adentro, que el
pueblo estaba afuera, expectante y mirando todo. La foto de hoy es la única
beatífica que Federico consiguió encuadrar. El obturador lo apretó otro que
andaba por ahí y que se ligó una empanada por el favor.
Cuando me fui para el Galpón a dar mi clase
estaba destruido. Sin ganas de nada. Pero descubrí que casi todos estábamos
igual: nuestro país se derrumba en un escenario más que avisado, y nosotros viajamos
en ese Titanic. La verdad es que le pusimos garra a nuestra reunión. Tres de
los asistentes trajeron comida y otro un vino. Eleonora hizo unos muffins
salados de aceituna y de jamón cocido y roquefort. Pablo hizo un budín de
cerveza stout y miel. Fernando hizo una tarta titulada “ausencia de
cebollas”-no sé por qué- que, como siempre, era de choclo y muzarella. Fabián
trajo el malbec. Tuvimos una invitada tallerista: Susana, una amiga de Fer.
Pasó lo siguiente: le dije a Fernando que invitara a quien quisiera del taller
finalizado de Hebe, y él le dijo a dos de sus compañeros: Susana y Alberto.
Ella aceptó venir. La idea era tener una clase en otro lado, como modo simple
de saber que la vida sigue y que hay muchos talleres en Buenos Aires. Que
vieran algo diferente; que exoneren rápido la muerte para convertirla en
recuerdo bueno. Me imagino que a Susana le resultó, porque la vi muy cómoda:
eso me causó alegría. Fue un poco como el picnic en el campo de batalla que se
ve en la única foto amable de mi amigo Popi.
Eleonora encausó las lecturas del día. Hace
un par de clases me pidió que preparara algo en relación a relatos en primera
persona y presente, como dije en el informe anterior. Leímos “La casa de
Asterión”, de Borges y “Mariposa nocturna”, esa belleza escrita por Patricia
Suárez. Me costó tanto encontrar el cuento que le terminé mandando un mensajito. Me dijo
que lo buscara en “Esta no es mi noche”, de Alfaguara. Tengo ese libro en mi
biblioteca. Lo revisé. No estaba. “¿Le cambiaste el nombre, Pat?”.
- Ah, sí –me contestó-. Te lo mando por
wasáp. Le cambié el nombre y casi todo. Ahora lleva el título del libro.
Los dos cuentos mantienen sus elementos
básicos: una mujer que está desprotegida y que el mundo que construyó, el que
la rodea, ya no le sirve. La está traicionando. Por lo que al final decide
dejar (de escribir en “Mariposa nocturna”, de servir en “Esta no es mi noche”).
La idea de auto versionarse sirvió también para poder conversar acerca de un
episodio inédito que se dio en clase. Lucas tomó un cuento de su compañera Lili
y decidió hacerle una versión, como ejercicio. La versión copia párrafos
enteros de los escritos por Lili, y le agrega algunos que intentan pintar las
costumbres de un asesino. No me gustó. Si vas a hacer otra versión, hacé otra
versión, como hizo Patricia. Además Lucas se mete en primera persona con la
mirada de un asesino serial. Para cuentos en primera persona amo la
recomendación de Hemingway: escribir sólo de lo que se sabe. Y le agrego: si no
sabés del tema, informate. Truman Capote pasó una temporada en la cárcel con el
monstruo de “A sangre fría”, para poder terminar su libro. Lo mismo le pasó a
Busqued con “Magnetizado”, del que leímos fragmentos. Meterse en la piel de un
asesino implica conocer qué es un asesino: salís a matar al prójimo o salís a
recabar información. Ver mi nota "Un asesino es una persona normal que trabaja matando gente", en este mismo blog o en el blog de Eterna Cadencia.
Si yo tuviera que cocinar los muffins de
aceitunas que trajo Eleonora adecuaría una receta exquisita de muffins que
salió en el último manual de Natalia Kiako, “A cuatro manos” (Sudamericana). Ya
en el primer libro había incluido varias recetas de budines y budincitos, pero
esta receta se pasa de buena. Utiliza un yogur natural, un huevo, un tercio de
taza de harina de arroz, otro tercio de azúcar integral, otro tercio de aceite
de oliva, una cucharadita de polvo de hornear y media de de bicarbonato de
sodio. El de Kiako es dulce, lleva frutas de estación, una cucharadita de
extracto de vainilla y la ralladura de un limón. Pero acá se trata de lograr
esos muffins verdes, salados, que creó Elenora. Por eso le agregaría media taza de aceitunas verdes
bien picadas con su jugo (utilizaría la minipimer para picarlas) y le cambiaría la
cantidad de azúcar que le pone Kiako por media taza de queso gruyere. También
podía haberle pedido la receta a Ele –estaban exquisitos- pero ella anda muy
ocupada: se acaba de ganar la beca Looren America Latina 2019, una de las
mejores para los traductores, y tiene que ir preparando valijas para su viaje a
Suiza. Llevá bufanda, nena, que va a hacer frío. Desde la Clínica te
felicitamos con aplausos y besos. Sos una genia.
Como cierre de la jornada les leí esta
joyita: "Nuestro haber", de la colombiana Carolina Sanín. Reléanlo, plis, como
tarea. La seguimos el próximo miércoles, con Mariano Quirós como invitado.
Para estar deprimidos salió todo bastante bien.
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