“Hoy, por primera vez, el contador no
llegará a tiempo a su oficina. Sentado sobre su cama, con los pies recogidos a
la manera de una momia atacameña y con una especie de sonrisita psíquica
babeándole las rodillas, tiene la vista clavada en el piso; allí donde echado
zoófitamente, más sombrío y más grande que los suyos -ni izquierdo ni derecho-
un tercer zapato lo acecha.”
“Atraso justificado”, del escritor chileno
Hernán Rivera Letelier (“Cuentos breves y Cuescos de Brevas”).
Esta clase nos
decidimos a jugar en una especie de esquicio divertido: hicimos microrrelatos.
Aprovechamos a que mi amigo Sergio Gaut vel Hartman, el que hacía la
revista Sinergia que yo leía de chico (pura
ciencia ficción), está terminando una antología titulada TODO EL MUNDO EN UN LIBRO, proyecto en el que reunirá más de trescientos micro-cuentos de muchas lenguas traducidos al español, bajo un lema
bastante flexible de historias sociales. Hicimos el ejercicio y le mandamos
seis, para que decida si alguno puede ir. Sergio ya había elegido uno
mío, por lo que le agradezco bien. Se llama “Dos”:
"Doblé, con mi taxi, en la esquina. La nena cruzó fanáticamente delante del auto; hubo frenos y un golpe. El pasajero, que había insistido en sentarse en el asiento del acompañante, se quebró, apretado contra la guantera. Zapatito en el aire.
"Doblé, con mi taxi, en la esquina. La nena cruzó fanáticamente delante del auto; hubo frenos y un golpe. El pasajero, que había insistido en sentarse en el asiento del acompañante, se quebró, apretado contra la guantera. Zapatito en el aire.
Cerré los ojos espantado y, al
abrirlos, estábamos otra vez doblando, un minuto antes. La nena había cruzado y
seguía su camino, a salvo, como si el tiempo se hubiera desleído.
El pasajero, sofocado, transpirando,
con la mirada roja de las instantáneas, al ver mi cara de desconcierto,
pronunció la segunda frase del día (la primera había sido la indicación del
lugar al que íbamos):
- Fui yo -dijo-, no soy de este
planeta."
Además de Rivera Letelier leímos
pequeñísimas joyas extraídas de la “Antología de la literatura fantástica”, de
Borges, Silvina Ocampo y Bioy Casares (“El gesto de la muerte”, “Final para un
cuento fantástico”, “Sueño de la mariposa”) y de esa biblia de ideas que es “La
sueñera”, de Ana María Shua. Nos entretuvimos tanto con los “micros” que nos
pasamos una hora y media del fin de la clase. Decí que había café del
bueno y una torta de coco y dulce de leche extraordinaria realizada por nuestra
repostera-arquitecta favorita Moira Sanjurjo. Eso era lo que nos devolvía a la
realidad todo el tiempo. No nos fuera a pasar como a Chuang Tzu.
“Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al
despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era
una mariposa y estaba soñando que era Tzu.”
Un microrrelato chino escrito 300 años antes de Cristo.
Un microrrelato chino escrito 300 años antes de Cristo.
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