17.2.09

NO HAY DIOS / LA VOZ DEL INTERIOR


Si tuviera la suerte de tener que diseñar una sociedad, lo primero que intentaría instalar sería la idea de Dios. Alguien que te ama, pero que también te castiga. Alguien invisible que te ve y sabe todo lo que hiciste. Alguien que solamente te va a premiar después de muerto. Alguien al que hay que pagarle para que siga funcionando.

Es un proyecto cómodo. Me ahorraría unos cuantos sueldos de policía cuando algunos de los habitantes de mi sociedad se autorrepriman de delinquir por miedo al Ser. La zanahoria en este caso también me saldría gratis: el premio viene únicamente si te morís. No es en dinero ni regalos, es un premio espiritual. Aunque para mantener la idea de Dios tendrás que pagarme un diezmo durante toda tu vida.

No tengo ninguna duda: si tuviera que diseñar una sociedad nueva, volvería a tratar de que creyeran el Él.

Cualquier publicista me diría que vender la idea de Dios desde cero es como barrer una escalera para arriba. Los adivinos y las brujas que inundan los clasificados de los diarios me dirían que no tanto. La gente con problemas tiene predisposición para creer en algo salvador y… ¡quién no tiene problemas! Las loterías y las tiradas de cartas son una especie de dios menor que a lo mejor nos cambia la vida. Hay otra vida posible y está detrás de eso mágico. No podemos llamarle más que magia al número que sale en el Quini 6: la idea de sacar seis plenos seguidos a la ruleta es inadmisible desde el lado de las probabilidades. Tengo el presentimiento que no ha salido más de dos o tres veces en toda la historia del juego. Y los demás ganadores fueron una parodia para alimentar el sistema. Sigue en el diario.

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