El padre se inclina,
pasa el dedo por la frente
acomoda el mechón,
abraza a la madre, a su bebé,
no los aprieta,
unidos, irradian algo,
no sé qué.
Una placa al trasluz, izada
concluye su vibración tormentosa,
en los espacios blancos
cosas que decimos que hay
son signos objetivos y penosos;
lugares deshabitados, inexistentes,
un corazón desplazado.
Hay que resistir
el asalto interior del pronóstico,
los casos similares, la tela
cubriendo los restos.
Resistir, no cambiar la cara.
Ellos confían, abrazados entregan el cuerpo,
lo recibimos
y nuestro objetivo es la demora.
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