21.11.24
20.11.24
IL FIORE AZTECO / LA FLOR AZTECA
Llegó la tana desde Lucca y ahora está con su prima argentina, mate va, mate viene, conversando en la cocina. Las escucho desde acá. Que vivan las primas.
19.11.24
UNA RONDA ALREDEDOR DE LA NADA / YASMINA REZA EN LA AGENDA
Algunas consideraciones acerca de la obra “James Brown usaba ruleros”.
Para el psicoanálisis no hay gente normal. Si estás loco sos
psicótico; el resto de la gente es neurótica. Para ser psicótico tenés que
tener un delirio. Hice una consulta a mi amiga Silvia, que es médica, porque
salí bastante confundido de la última obra de Yasmina Reza que se presenta en
el Teatro Sarmiento, bajo la dirección (en el programa dice versión) de
Alfredo Arias. La obra te deja pensando, como todo buen teatro. Además,
entretiene; visualmente es muy atractiva. Pero en la visión inmediata simula
padecer problemas narrativos: al salir sentí que le sobraba exposición y le
faltaba profundidad. Con la exposición me refiero a que los personajes
psicóticos, que parecen ser los principales en “James Brown usaba ruleros”,
están muy bien enunciados, pero no pasan de ahí. En cambio, la pareja de padres
-los neuróticos- se morfan la escena junto con los hermosos vestuarios y la
inquietante escenografía.
Julio Suárez es quien diseñó el vestuario vintage
colorinche, muy de cómic. Julia Freid, la escenografía, que es bien diferente
de la francesa (gracias Pati Espinosa por el dato).
La escenografía de Julia está compuesta por tres vitrinas: son espacios de exhibición, como de museo, y pueden dar paso a dos supuestos. El primero: ¿serán vidrieras para mostrar los temas vigentes que le importan a la progresía actual, a la manera de Oscar Bony cuando en 1968 exhibió “La familia obrera” en el Instituto Di Tella? Los temas de ahora irían por el lado del cambio de sexo por autopercepción de haber nacido en cuerpo equivocado. O (segunda opción): ¿estos habitáculos estarán construidos para la clasificación de los diferentes estados de locura, como los casilleros de un coleccionista de mariposas? Llego a esta segunda conclusión por el lado de que los psicóticos presentes en el núcleo de la obra no maduran; funcionan como objetos, aunque ocupen la casi totalidad de la platina del microscopio de Yasmina.
Después uno recuerda “Art” y sucedía lo mismo: el núcleo
estaba vacío y los valores, las cuestiones, las reflexiones humanas importantes
iban por afuera, haciendo la ronda alrededor de la nada.
La obra es con locos, no de locos. Reconozco que en
la primera impresión me equivoqué: los internos que aparecen pintados en el
texto y llegan incluso a ser graciosos, no son lo importante. Aunque sean
llamativos.
JACOB Y PHILIPPE
Jacob tiene unos veinte años y desde los diez está
obsesionado con la cantante Céline Dion. Tal es su obsesión que cree ser ella.
Usa peluca, se viste como la estrella, da reportajes a una prensa invisible y
entona afinadamente y de memoria su repertorio. La mimesis le ocupa todo el
tiempo y la mente: es un caso de delirio crónico estable, también llamado
monomanía, porque copia o se identifica con el esplendor de una persona real.
Además canta bien. Los padres de Jacob lo llaman Pochi, o Pochito; fueron
viendo el cambio en su crecimiento diario. Al principio lo creyeron un juego
(el nene se hacía las pelucas con cinta de casets viejos), después se fueron
preocupando y terminaron internándolo en un centro asistencial, con la
esperanza de que la ciencia le devuelva a su niño original. Eso no va a pasar:
la psiquiatra es re moderna, fanática de “La Cenicienta” y cree firmemente que siempre
intimida romper la biología (con esta frase puede ser que Reza especule
con que la doctora intenta asegurarse de que su caso no sea un problema de
migración de género, para no quedar como políticamente incorrecta), pero se
pone a favor de llamar Céline al paciente, abrazarla en la soledad de su fama y
seguirle el juego de las canciones. Para nosotros, los espectadores que estamos
viendo los detalles de la internación desde cerca, es una acción obvia. No para
sus progenitores Lionel y Pascaline, que solamente van de visita.
La nueva Céline -según Silvia transita un delirio de
grandeza evidente, como el clásico loco que se cree Napoleón- se hace de un
amigo adentro del manicomio. Philippe es un joven blanco que se cree negro.
Parece que cuando el delirio tiene que ver con el cuerpo se denomina
“melancólico”, como el “Licenciado Vidriera” de Cervantes, o los casos de gente
que cree no tener órganos, o carecer de sangre, aunque las demás cosas le
funcionen relativamente bien. Este personaje está vinculado a aspectos
botánicos, arbolitos que quiere cambiar de lugar o ayudar a crecer y que casi
no tienen importancia. Es medio un caza bobos, aún más inamovible en sus
razones que la propia Célíne.
La obra comienza el día en que los padres van a internar a
Jacob. Estará contada con anécdotas triviales que se irán sucediendo, casi
sketches, con mucho de vodevil francés. La referencia a la locura empieza a
banalizarse con el tono, y el conflicto, que parece no querer crecer, se muda
al del arte, en el que Yazmina es una experta. Cuando entendamos eso habremos
entrado a la verdadera función.
CÓMO REFUGIARSE EN DOS O TRES CANCIONES
La escritora nos manda a ver, en los reportajes, a los que son
sus personajes favoritos: Lionel y Pascaline. Sobre todo a él, el padre, en un
rol ejercido desde la autocrítica. Lo más interesante de toda la obra se centra
en la culpa de este señor. Para exponerla, Yasmina le hace contar un episodio
en el que él se negó a pedir unas reposeras en un día de campo, y por eso su
familia no pudo disfrutar de un descanso feliz. El episodio sucedió en el
pasado y tiene que ver con la pusilanimidad de ese hombre que no sabe solicitar,
ni dar propinas (el trauma se va a repetir en un gesto sencillo de entregar a
la psiquiatra una caja de bombones para que reparta entre sus empleados -no lo
va a poder hacer). Lionel se echa toda la culpa de la fragilidad mental de su
hijo, porque nunca supo ser un ejemplo digno. Llega a gritar: “¿quién no está a
disgusto con su cuerpo?” y “¡la locura está en todos!”. Padre y madre son
personajes intensos, contradictorios y morales. Son racistas cuando ven a su
hijo amigo de un negro; dejan de creer en la ciencia cuando constatan que no
les va a devolver a Jacob, sino a una Céline Dion perfectamente moldeada a un
cuerpo masculino. Entonces el padre va a cambiar: se va a convertir en
autoritario. Aunque desemboque en ese cul de sac fulerazo, lo
importante es el valor que cobra y las modificaciones que esto produce.
Bueno, no cuento más. “James Brown usaba ruleros” es tan lúdica como otras obras de Yasmina Reza, donde el arte, en este caso la música, puede ser lo único que te salve. Jacob se hizo un mundo que cabe en un metro cuadrado de la alfombra de su cuarto adolescente. Es la cantante de fama mundial, pero es también sus miles de fans, sus músicos, sus empleados, los groupies, los plomos, los sonidistas y los iluminadores que dan vida a sus recitales; la prensa de alrededor, la gente que viaja con ella en las giras, los kilómetros recorridos y las ciudades visitadas. Todo eso pasa por su cabeza y por su cuerpo cuando canta. Esta Céline Dion le gana, incluso, a la verdadera, porque no necesita a nadie, ni gasta un mango para poder ser. Puede irse de viaje a presentar su nuevo disco sin levantar un solo pie, sin mudarse de ropa. Está sola y entera, refugiada en su propio interior. “Felices los felices”.
18.11.24
LOS FAROS / PABLO DE SANTIS
“Si de algo está orgullosa nuestra isla, es del mantenimiento de nuestros faros. Para evitar que la corrosión marina atacara los muros y llenara de óxido las piezas de hierro, se trasladaron los faros al interior de la isla, bien lejos del mar. Ahí llevamos a nuestros hijos durante las noches para mostrarles cómo las lámparas iluminan nuestros campos. Sólo muy de vez en cuando visitamos las costas y respiramos aliviados al ver que nuestros faros están bien lejos de esas olas enormes y de esos vientos imposibles. Antes de volver a la ciudad nos aventuramos entre las rocas para llevarnos de recuerdo los restos de algún naufragio.”
16.11.24
15.11.24
DÉCIMA JORNADA DE LA CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN / VINO PABLO DE SANTIS
Brevedad y precisión. Toneladas de oficio periodístico y un camino en la novela infantil que lo llevó a ser más exacto en las historias, e ir siempre al grano del asunto. Y, como si fuera poco, una poderosa imaginación. Este es Pablo de Santis, un autor del que vinimos siguiendo el libro “Contar un secreto” (Tilde Editora) en estos días de la Clínica. Hay secretitos esparcidos como golosinas en la Milanesa, hagan la búsqueda del tesoro y léanlos, si todavía no lo hicieron. O vayan a sus cuentos. O a sus historietas. O, mejor aún, a sus novelas. Escribió tantas que siempre aparece alguna en tu biblioteca; lo probamos por acá. Memi tenía dos, Fabián más de veinte.
Pablo, tranquilo y amable, fue soltando verdades literarias
entre empanada y vaso de vino. Le festejé el sutil manejo de los términos
profesionales en “La sexta lámpara”, y dijo:
“Ojo con las jergas. Mi padre y mi madre fueron médicos. El
nombre técnico de una operación de nariz es rinoplastia. Jamás le escuché decir
a papá “mañana tengo una rinoplastia”. Más bien: “voy a hacer una nariz” o “mañana
tengo un mentón”. De tanto escuchar en mi casa el mundo médico quizás pueda
ajustar una jerga conveniente, porque puedo llegar a entender cómo hablan los
doctores con los visitadores médicos y los combates entre los médicos de
especialización y los sanitaristas; de niño me quedaban esas palabras en la
memoria. El problema es cuando cambio de mundo. Si en arquitectura, un ambiente
en el que no crecí, me hubiera puesto a tratar de copiar una jerga, seguramente
la habría pifiado.”
En ese caso Pablo prefiere ponerse a inventar, como lo hace
siempre que desconfía de una solución que viene muy a mano. Silvia Iparraguirre
hubiera completado así el argumento de De Santis: “Si te metés mucho en un
territorio de jerga que no conocés, corrés el riesgo de hacer del lenguaje una
maqueta”.
Después Pablo leyó el cuento “La inspiración”, que pueden buscar en Internet (fue publicado por el Ministerio de Cultura en épocas mejores), y también nos hizo recomendaciones. En relatos ajenos: “Su ausencia”, de Horacio Quiroga, “Moralidad”, de Stephen King, “El hormiguero”, de Sergio Aguirre, “La especialidad de la casa”, de Stanley Ellin y “Conversaciones con mi padre”, de Grace Paley. En libros que no son de relatos: “Los oficios”, de Sara Gallardo y “Los vecinos mueren en las novelas”, de Sergio Aguirre. En cine: “Tales from the Crypt” y “Sleuth” (Joseph Mankiewicz), ambas de 1972.
Una hermosa visita la de Pablo, esperamos volver a verlo en
el cierre del curso. Gracias: la pasamos muy bien.
Terminamos la clase hablando de la querida Inés Fernández
Moreno, que se fue este fin de semana. Tenía 77 años. Parece que en los últimos minutos pidió comer huevos quimbo, un postre almibarado, y entre una amiga y
su marido se lo hicieron. ¿Alguien quiere repetir? Inés, casi sin fuerzas,
levantó un dedo y probó otro poquito. Ese detalle es hermoso.
14.11.24
IL FIORE AZTECO / DANIELE MUSTO
“Ecco il mio personalissimo circoletto rosso alla pagina 163 de Il fiore azteco - Gustavo Nielsen (Tempesta Editore. Traduzione di Giovanni Barone): la nonna del protagonista del romanzo, Fabio, raccontato nel momento dell'infanzia, poi in quello della gioventù, infine della maturità - questo è quello della maturità! - rivela al nipote di aver staccato, dal pannello della cassetta di scarico del bagno, l'immagine del fiore azteco, la figura di prestigio nella quale la valletta siede su di un tavolino apparendo al pubblico senza le gambe, oggetto delle sue fantasie sessuali - gioco di prestigio che letteralmente ossessiona il protagonista del libro fin dalla prima infanzia -, nel tentativo estremo di impedire al nipote di perdere tempo, e la vita, vita che la nonna intende nel senso del più classico soddisfacimento dei canoni borghesi di "trovare una brava ragazza, sposarla e mettere su famiglia", masturbandosi nel bagno per tutto il giorno (la nonna riferisce di averlo sentito entrare e uscire dal bagno anche trenta volte al giorno). Il passaggio chiave, emblematico della cifra stilistica della scrittura di Nielsen, sta nella parte sottolineata: "È per il tuo bene". Disse lei, e aggiunse, autoritaria, "Perché io avevo un nipote mago, e adesso è uno spettatore che vede passare la vita davanti a sé. Perché avevo un nipote sorprendente che teneva testa ai vicini, anche se sbagliava, e che mi faceva sentire orgogliosa comunque perché mi faceva ridere, che cazzo!" E si mise a piangere. Ma di rabbia, gettando a terra il telaio e sbattendo il ditale sul tavolo. Piangeva gridando. Gridando disse che le mancava la magia. Disse cazzo disse merda. Così, merda e merda e sbatteva il pugno sul tavolo, merda, merda e cazzo e merda.
La nonna si
riferisce a quando il nipote, da bambino, nel garage di casa, davanti a pochi
spettatori, tutti personaggi del vicinato, un microcosmo di quartiere che
riflette un macrocosmo nazionale, mettendo in scena i suoi giochi di prestigio,
sempre problematici e malriusciti, per quanto organizzati nei minimi
particolari e col massimo impegno, comunque sia la facevano sentire orgogliosa.
Di più; determinavano un vero e proprio riscatto morale, suo e di tutta la
famiglia, che idealmente era il riscatto morale del quale avrebbe avuto bisogno
l'Argentina post peronista colpita da una crisi politica e economica oramai
senza via d'uscita.
È l'alto e
il basso, il limite tra la tragedia e la commedia che si fondono in questo
romanzo davvero bello, dove il dramma della vita, della malattia e della morte
del suo migliore amico, Carlos, della povertà e della guerra (quella surreale,
quindi devastante per l'orgoglio di un popolo già così pesantemente condannato dalla
storia, delle Falkland) e del tempo che passa incurante di tutto e di tutti,
per contrasto, è resa ancora più dolorosa dalla contrapposizione rispetto la,
apparentemente, "leggera attitudine" umoristica del protagonista del
libro, costantemente distratto da pratiche onanistiche continue e reiterate, e
difettosi giochi di prestigio, che non sono solo bisogno di leggerezza, ma una
vera e propria necessità di mistificare la vita per continuare a sognare, e
quindi a esistere, nonostante tutto. "Gridando, la nonna disse che le
mancava la magia", cosa c'è di più vero, e di più drammatico?
Un libro
davvero bello.”