Gran visita la de ayer: vino Guillermo
Martínez a leernos un cuento inédito en libro. Yo lo había leído en Verano 12,
y me había gustado mucho. Lili fue la que me hizo acordar. La versión que
Guillermo leyó fue más completa, con descripciones minuciosas y llenas de
detalles. En el diario explicaba lo
siguiente:
“Este cuento pertenece a una serie desperdigada y oculta en mis
libros que podría conformar algo así como una novela de familia (de elenco
variable, con algún suicida de más o alguna hermana de menos). La historia
parte de dos elementos poderosos de mi infancia: una estatuita de Ceferino
Namuncurá que brillaba en la oscuridad —en nuestro hogar ateo y marxista— y el
recuerdo no menos luminoso de una mujer de bondad extraordinaria, diría
estoica, que se ocupó de limpiar nuestra casa y de cuidarnos a los cuatro
hermanos durante la infancia. Se llamaba Ramona y tenía, como la protagonista
de este relato, rasgos aindiados y una religiosidad profunda y misteriosa. Es
verdad también que fui a Fortín Mercedes, el santuario de Ceferino, en alguna
excursión de la infancia, pero no tengo ningún recuerdo del todo auténtico de
ese viaje. Sin embargo, me sumé durante la escritura del cuento a un proyecto
audiovisual dirigido por Bibiana Ricciardi: una antología de historias sobre la
provincia de Buenos Aires con un documental especialmente filmado para cada
una. Esto requería una visita “de campo” al lugar en que se desarrollaba la
ficción. A pesar de mi escepticismo inicial por lo que podría agregarme lo real
estricto y la “sensación de lugar” a lo que concebía como un ejercicio más bien
de desmemoria e imaginación, volví de ese segundo viaje a Fortín Mercedes con
dos detalles que me parecieron piezas mágicas de un rompecabezas: la visión del
Salitral de la Vidriera en el camino y, en la galería de ofrendas al santito,
los guantes con que Monzón ganó su primer título mundial, que juegan un papel
clave en la lucha interior de mi pequeño protagonista.
Cuando terminé el cuento, a fines
de 2016, no imaginaba que muy poco después los reclamos mapuches tendrían la
dimensión y las consecuencias trágicas que mantuvieron al país en vilo.”
Antes leímos otros dos de su libro “Una
felicidad repulsiva”. “Lo que toda niña debe ver” y “El sumidero de Dios”. El "sumidero" es un texto muy corto sobre una anécdota que, dijo, le contó Paenza,
acerca de una estudiante que iba a dar sus exámenes de física con un rosario en
la mano. No me extraña que le haya llamado la atención hasta el punto de
escribir un cuento: la tensión entre el credo religioso y la explicación
racional parece ser el leimotiv del matemático desde la época de “Acerca de
Roderer”. Y está presente también en la historia de “El milagro invertido”. Guille dio cátedra, como siempre: con amabilidad e inteligencia.
A pedido del público, que aumentó para este
sprint final con la presencia de Mariana y de María Inés, comimos el cheesecake de
maracuyá que ya es un clásico de la Clínica de Cuentos del Galpón Estudio,
elaborado por la arquitecta Moira Sanjurjo, nuestra repostera favorita. Con
café. Pero para el pimpón –porque hubo pimpón después de clase- tomamos cerveza
Patagonia que trajo Lili. Ella sabía que era la marca que más le gusta a Guillermo.
Jugamos un par de partidazos con nivel muy parejo. Acá hay una foto que documenta el asunto:
Habrá revancha para el asado del 28. Te
quiero ver jugando borracho, a ver qué tul (me digo, me ordeno, me juzgo). Mi grito de guerra: ¡Sangre de horchata de chufa Nil!.
En un momento levantamos las copas para
brindar por el cuento de Pablo, “Recolección”, que fue seleccionado en el
concurso Itaú. Fue al final de los partidos, que solo hicieron de breve corte deportivo y momentáneo al tema literario. Seguimos hablando con nuestro invitado un rato
más, cervecita de por medio, y después nos fuimos. Disfrutamos mucho de tu visita, Guille.
Recuerden que para la próxima necesito
ayuda en la comida, porque tengo que preparar la teórica “cómo escribo mis novelas” y corregir todos los cuentos que me mandaron. Nos espera una larga
velada de corte y confección. Sugiero
que se pongan en comunicación y decidan los manjares entre ustedes, así van
practicando para la picada del asado final.
Besos y cuentos.
Muchas gracias Gustavo por aceptarme, aunque sea por este período tan cortito. Disfruté mucho de la lectura del cuento y de la charla con Guillermo Martinez. La torta, deliciosa!!
ResponderBorrarGracias a vos por confiar. Besote.
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