19.3.24

ESCRIBIR ES UN CHOCOLATÍN / REPORTAJE EN INFOBAE, POR GABRIELA MAYER

 1.    ¿Te sucedió alguna vez de sufrir el síndrome de la hoja en blanco o de pasar varios años sin poder escribir? En ese caso, ¿podrías contar cómo lo viviste?

 No soy de los autores que tienen ese problema. Suelo tomar infinidad de notas, y no por evitar enfrentarme al papel en blanco: soy una especie de monstruo creativo. Hay en mis cuadernos más proyectos de los que -tal vez- pueda concretar. Con la arquitectura me pasa igual, me volví una máquina de tirar ideas. Me canso solamente al decirlo.

 2.    ¿Dirías que el miedo más común de los escritores es la hoja en blanco o es más bien un mito?

Creo que es un mito. ¿Para qué forzarte a escribir cuando no tenés nada para decir? Escribir como ejercicio sirve solamente como eso, una ejercitación para no dormirse. No suele haber nada digno de publicación, ahí. Ese era un tema recurrente en nuestras charlas con Fogwill, que a veces se sentía presionado porque pasaba largos períodos sin producir textos nuevos. Cuando sacó “Los Pichy-ciegos” estaba re contento. Amargado por la guerra de mierda, pero entusiasmado por la aparición de su libro. Algunos años después me puso una dedicatoria preciosa en la edición de Interzona. Publico la foto, que me enorgullece, aunque diga una barbaridad que debiera avergonzarme. Si entienden el concepto, esa dedicatoria pasa a ser una belleza.



3.    Si te sucedió no poder escribir, ¿cuál es la mejor manera de lidiar con la angustia que provoca? ¿Cómo lo resolvés/resolviste? /// Si no te sucedió, ¿qué harías en caso que un día sientas que no podés escribir porque no llega la inspiración?

Mi consejo es bajarse la aplicación de cualquier grabador al teléfono y salir a la calle. Ese es el lugar de las ideas. La gente que camina va dejando sus “restos diurnos” de conversaciones, volatilizados por el aire. Lo único que tenemos que hacer es tomar nota. La inspiración no existe. La vez anterior que me pidieron que hablara de una hoja en blanco fue para La Balandra, a pesar de que les dije: chicas, no les voy a servir, soy una especie de vampiro de los decires de los demás, vivo parando la oreja donde voy. Y grabo. Y después paso las grabaciones a mis cuadernos Rivadavia de hojas blancas. Cada nota de mis colecciones es el germen de algo para contar, para pegar en alguna parte, para usar de herramienta literaria. En la próxima respuesta -que ya estoy espiando de reojo-, voy a copiar literalmente el textito que recuerdo haber redactado para aquella revista; me parece que sé dónde está guardado.

4.    ¿Qué consejos le darías a alguien que siente un bloqueo en su escritura creativa?

Copio para ustedes (lo encontré en este link: https://milanesaconpapas.blogspot.com/2018/11/la-balandra-el-bloqueo-literario-no.html)



 5.    ¿Cómo es tu rutina de escritura, si la tenés? ¿Te sentás de manera regular o lo hacés solo en el momento que te inspirás?

 Cuando las notas de los cuadernos empiezan a crecer, paso a carpetas etiquetadas con el nombre del proyecto. Si son cuentos, los escribo directamente (en ocasiones se trata simplemente de pasar notas y unirlas con textuales, siempre suelo tener el principio y el final casi terminados). Pero si se trata de novelas, empiezo a coleccionar más datos, montañas de datos, en hojas número tres rayadas, de la misma marca que los cuadernos. Muy escolar, mi misión. A veces junto más de una carpeta, seiscientas o setecientas notas para una novela de trescientas páginas. Tardo años, pero la voy tallando. Cuando las notas se empiezan a repetir, decido que es hora de retirarme a escribir el mamotreto (jajá). Ahí me busco un lugar apartado, sin teléfono pero con paisaje. Antes me prestaban una casa frente al mar en La Pedrera, Uruguay. Allí escribí El amor enfermo, La otra playa y El corazón de Doli. Ahora alquilo un lugar en las sierras de Córdoba, donde acabo de terminar una novela de viajes en el tiempo.

Repito: la inspiración no existe, es pura concentración.

 6.    ¿Pensás que un autor o autora debería siempre estar escribiendo o no necesariamente, dedicando periodos a la lectura, por ejemplo?

 Fogwill contestó a tu pregunta en la dedicatoria que me hizo en 2016.

Hay que escribir todo lo que uno quiera, pero publicar solamente lo que a uno le gustaría leer. La lectura es mucho más importante que la escritura. Los escritores deberíamos tener más respeto por el lector común, evitando las urgencias de los agentes, editoriales, prensa, y los propios prejuicios sobre qué pasará si no publico más. Te la respondo fácil: si no publicás, nadie se va a dar cuenta. El medio está sobrevaluado.

 7.    ¿Un autor o autora necesita publicar de manera sistemática para legitimarse como tal o puede pasar largos periodos sin publicar? ¿En tu caso, publicás en general a medida que vas escribiendo?

 Soy un autor que no publica. A pesar de haber sacado libros en Alfaguara y en Planeta, un día me cansé de las esperas y los manoseos y decidí no darle más bola a nadie. Fue aburrimiento de un mercado raro, sonso, que jamás pude entender. Pasaron doce años y me vino a rescatar mi buen amigo Pablo -el Corto- Alessandrini, de Aurelia Rivera. Me pidió algo para publicar y le di el libro de cuentos de fantasmas que vos tenés, “fff”. Lo editamos y lo puso en la calle. Eso es todo. Tengo una novela inédita, otro libro de cuentos y estoy escribiendo una nouvelle bastante compleja, con realidad cuántica. Como ves, hago lo que digo. Me gusta escribir, me enferma publicar y todo lo que viene después. Reportajes en diarios que jamás compraré, en tele que jamás veré, en radio que jamás escucharé. Es bien complicado para mí, ser yo (jajá). Pero lo voy logrando. Y nunca sentí que escribir fuera un verdadero trabajo. Más bien es una vacación, una alegría, un chocolatín.

18.3.24

LA PÁGINA EN BLANCO / GABRIELA MAYER

 "¿Cómo atravesar el terreno –a veces pantanoso e incierto, otras gratificante– de la escritura? ¿Y de qué manera manejar la ansiedad que genera no poder escribir? Inés Fernández MorenoGuillermo Martínez y Gustavo Nielsen comentan sus experiencias a Infobae Cultura, mientras evocan consejos de Ernest Hemingway y Abelardo Castillo y una dedicatoria de Rodolfo Fogwill."

En Infobae.