Hasta donde se sabe, fue un hoy desconocido cónsul y dramaturgo español, Enrique Gaspar y Rimbau, quien por primera vez habló de una máquina de viajar en el tiempo en una novela de ciencia ficción. La escribió en 1881 y la publicó en 1887 con el raro título El anacronópete, con lo cual se adelantó unos años al perdurable debut de H.G. Wells (La máquina del tiempo, 1895). Nunca desdeñable, la magia y/o el marketing de los títulos. Desde ahí, la idea de viajar en el tiempo acompaña la narrativa de la ciencia ficción como uno de sus ingredientes más atractivos, junto a los extraterrestres y los apocalipsis. El argentino Gustavo Nielsen (n. 1962) aborda ese tópico con una vertiente aventurera en Los mundos anteriores. No le inyecta moraleja flagrante, ni dramatismo ni tragedia, y pone como centro de la trama un asunto amoroso. Es la historia de P (Pedro) y Nane, sesentones en 2053, en una Buenos Aires hipertecnológica, donde los Tesla viajan por tierra y aire; los electrodomésticos saludan y extrañan; y un pañuelo de tela oficia de pantalla, filmadora, grabador. Claro que sigue habiendo pobres, y un virus hanta que provoca cánceres incurables. La única solución, para ricos, la implementa una corporación que vende viajes en el tiempo, y como P y Nane tienen dinero, viajan. El destino es un pueblo ignoto de EEUU, en 1919. Nadie de muere de cáncer, y conviven en malos términos dos “prohombres” inventores: Thomas Alva Edison y Nikola Tesla. Con ese arranque, Nielsen arma una novela plena de cinismo, ingenio, humor, guiños a escritores (Bioy Casares a full), personajes atractivos, algún resbalón erótico, y disparos a la Argentina y al mundo actuales, con sus xenofobias, susceptibilidades y progresismos bobos. Hay una moraleja: la felicidad no se compra, pero la salud y la juventud cuestan plata.
Los mundos anteriores es un buen divertimento, una aventura a lo Stevenson, un juego con el cientifismo y sus teorías aún inaplicables, no pretende más. Pero, como es usual en la sci-fi, da más. Deja esas preguntas que vuelan la cabeza (por ej.: si el futuro es consecuencia del pasado o el pasado lo es del futuro) y hacen pensar el de dónde venimos y hacia dónde vamos con un ángulo de apertura mayor, como si cualquier cosa que pensemos, en algún lugar y en algún tiempo, fuera posible.
LOS MUNDOS ANTERIORES, de Gustavo Nielsen. FCE, 2025. Buenos Aires, 323 págs.

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