19.11.25

EL ARISTON: DE LA MODERNIDAD AL OLVIDO / JOSÉ LUIS VISCONTI

 


"El cuento se llama “El fin del paraíso”. Lo escribió Gustavo Nielsen –aunque es como si lo hubiera escrito Silvia Sánchez, arquitecta como él- y lo lee, una noche, en una clase de la FADU mientras se proyectan imágenes de Mar del Plata. El cuento construye ese paraíso que llegó a su fin en el Parador Ariston, en la ruta que va de la ciudad hacia el sur. Escuchamos la primera parte del cuento, un breve y apurado recorrido histórico que da cuenta de cómo y por quién se construyó ese lugar y qué fue de él. Una primera foto lo muestra en su esplendor, tal vez en la década del 40. Una segunda imagen devuelve la identidad actual de lo que fue el Parador.

“Los edificios hablan a través de su integridad y de sus pérdidas, de lo que conservan y lo que muestran” dice la Silvia del cuento. Una de las primeras preguntas que se hace la voz en off del documental es dónde está lo que falta de una obra. Y lo que falta es lo que se ve como ausencia, lo que se registra como lo incompleto, lo diezmado de un espacio. El Ariston ya no es solo El Ariston, sino una representación de ese entorno en el que surgió. La historia del parador, entonces, adquiere una dimensión que habilita un doble recorrido. Por un lado, la historia propia, la que se circunscribe al edificio, a su diseño, a su ubicación en Playa Serena, a la intención original que guió su construcción. Por el otro, las transformaciones que fue sufriendo la ciudad de Mar del Plata y de las que terminó formando parte.

En la primera, hay una necesidad de poner en valor y en perspectiva. Si Mar del Plata había sido fundada a partir del corrimiento de las líneas de avanzada sobre los pueblos originarios, el Ariston se constituye como si se tratara de un paralelo: una fortificación que hacía avanzar las fronteras de la ciudad hacia el sur. Un refugio en el desierto era. También un espacio de encuentro, de posibilidad de cerrar negocios inmobiliarios con la venta de esos terrenos que pertenecían a la familia Martínez de Hoz. Ese puesto de avanzada de la civilización –basta ver las fotos conservadas por la familia Talay para comprobar que en ese lugar no había más que ese edificio- era también una avanzada en otro sentido. El edificio, en sí mismo se convirtió en un objeto valioso no solo por su utilidad inicial –luego degradada en un continuo interminable hasta su vandalización definitiva-, sino porque su diseño se situaba en las coordenadas del Movimiento Modernista. Esa modernidad enclavada en el medio de la nada –una suerte de ovni salido del más allá-, con su diseño en forma de trébol de cuatro hojas y su propia mitología a cuestas –se asevera que Marcel Breuer dibujó el modelo original en una servilleta- cumplió su función atractiva y funcional (es notable la concepción que encierra de la perspectiva del día, que permitía mirar de adentro hacia afuera, hacia el mar, y de la noche que incitaba a observar desde afuera lo que pasaba adentro). El tiempo se encargó de que esa funcionalidad se esfumara: cuando el desierto dejó de serlo, la fortificación se volvió obsoleta. Se la convirtió en otra(s) cosa(s). Y eso incluyó la modificación de la construcción original, la alteración del diseño con el argumento de una supuesta practicidad que no era tal (en realidad era la idea de que el espacio se debía adecuar al proyecto personal y no al revés).

En el segundo recorrido, lo que se explora son los cambios que siguió la ciudad de Mar del Plata durante el siglo XX. La Mar del Plata de comienzos de siglo, construida a semejanza de las ciudades marítimas de Europa por la elite social que veraneaba en ella, desapareció definitivamente hacia la década del 40 cuando sus símbolos iniciales -la Rambla y el Hotel Bristol- fueron reducidos a la nada, desaparecidos, reducidos a escombros. Y es curioso lo que repone el documental: esa ciudad de veraneo de la aristocracia, de pronto vota como intendente a un socialista, y es a partir de allí, y con el desarrollo posterior del turismo social con el peronismo, que sobrevienen los cambios. La que se sostuvo en las casas de veraneo diseñadas por arquitectos europeos empezó a ralearse a partir de la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal. La que subsistió a esos primeros embates, sigue siendo demolida en el presente. La historia (arquitectónica) de Mar del Plata es la de la aceleración del ciclo de construcción y destrucción que el documental recupera en la contraposición de imágenes de la ciudad en diferentes épocas.

“El dueño del predio, un latifundista, quería tirar el Ariston abajo y tenía miedo” dice la voz del cuento de Nielsen, reflejando en esa frase la tendencia seguida por la ciudad y ese momento en que la resistencia se corporiza en un movimiento que termina con la declaración de Patrimonio Histórico y la imposibilidad de modificar (más) su estructura original. Entonces lo que aparece es la mirada sobre el objeto arquitectónico -hay que recordar el proceso similar que siguió otro monumento marplatense, La Casa sobre el Arroyo, diseñada por Amancio Williams, y con puntos de contacto con el Parador- como representación de la historia y la deriva de una sociedad. En El Ariston  (Panero, 2025) aparece con claridad el proceso provocado por el progreso y los cambios que conlleva: el abandono, el desecho, la posibilidad de derribarlo. “Un diamante olvidado sigue siendo un diamante” insiste la voz del cuento como síntesis para definirlo. Si la eventual demolición implica perder la memoria es porque un edificio es justamente, la Memoria hecha edificio. Las voces son optimistas. La del cuento, al principio, cree en la posibilidad de “curar” a esa construcción enferma. Las del documental insisten en que “es una estructura recuperable que se puede recuperar conde está”. Los proyectos de los estudiantes de la FADU revelan las posibilidades de intervención en lo que se señala como “las cosas que la Argentina puede hacer”.

El Ariston es, por cierto, la recuperación de una historia olvidada, la puesta en pantalla de la creación de un edificio como obra de arte y su degradación por el abandono y la incomprensión de su significado. Pero es también una ampliación de ese campo de batalla de Playa Serena llevado al territorio de toda una ciudad. En el fondo, su valor principal radica en advertir la imposibilidad de la convivencia entre pasado y presente en un espacio a partir del progreso descontrolado. Lo que postula el documental es que esa convivencia solo puede producirse en una película. Si esa conclusión puede pensarse como pesimista, en verdad tiene un correlato hacia el futuro si sirve para generar conciencia y revertir lo que hasta un momento parecía inevitable."

El Ariston (Argentina, 2024).  Guion y dirección: Gerardo Panero. Fotografía: Daniel Hermo. Duración: 67 minutos.

En Hacerse la crítica.

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