Como anticipé la última vez, tuvimos noche borgeana, basada un
poco en estos dos cursos publicados por Sudamericana. Leí pequeñas perlas del
de literatura argentina, que es el que más me gustó de los dos. Tal vez sea
porque está dictado por un Borges con miedo, porque se ha enterado por Bioy
Casares que aquello que le empiezan a decir sobre secuestros clandestinos en plena
calle y a la luz del día, verdaderamente está sucediendo en su Buenos Aires versión
76. Adolfo vio uno realizado desde un Falcon verde y lo relata en “Borges”, más
o menos para las fechas. En realidad está sucediendo en todo el país, pero a
ellos solamente les interesa la porteñidad. Las páginas de estos dos libros
están llenas del sarcasmo del escritor, pero en el de Michigan hay más precaución.
Van dos ejemplos:
“(Yates comenta que el cuento “The legend of Sleepy
Hollow”, de Washington Irving, el tipo culto, el maestro, es burlado por el
tipo rural, el rústico. Y que eso es una afirmación de la originalidad y de la
superioridad del campesino sobre el intelectual).
Siempre ha habido esa tendencia demagógica. A los
intelectuales les gusta pensar que los campesinos saben más que ellos. Es parte
de la idea de la democracia.”
“Recuerdo un amigo mío, el caudillo Nicolás Paredes, que
había sido amigo del poeta Evaristo Carriego. Este le había dedicado un
ejemplar de un libro, y mi amigo trataba de leerlo. Leía los endecasílabos o
alejandrinos como si fueran versos de ocho, y naturalmente sobraban sílabas. Si
ustedes leen un verso de catorce sílabas como si fuera de ocho, es evidente que
sobran sílabas. Entonces este hombre excelente -era un asesino, además, pero
eso no importa- dejaba el libro de lado y me decía con cierta melancolía: “Usted
ve, el mozo no se esmeraba”. Pensaba que todos los alejandrinos o los versos de
once eran versos de ocho mal medidos.”
Una del otro curso:
“(…) parece que el libro se llamaba al principio “Las mil
noches”, pero luego se pensó que los números pares traen desgracia, entonces se
agregó “Mil y una”, lo cual lo hace más mágico y más preciso a la vez, ya que
mil noches es lo mismo que muchas noches, en cambio mil y una noches nos da la
idea de algo infinito y, al mismo tiempo, preciso.
Hay una expresión inglesa muy curiosa que dice: “For ever and
a day” (para siempre y un día), lo cual hace que “para siempre” sea más. Hay
una frase de Heine que dice “te amaré eternamente, y aún después”, que es un
poco el mismo esquema de Las mil y una noches.”
El segundo volumen trae unas extraordinarias observaciones acerca
de la historia de la traducción, y también es muy agudo el capítulo dedicado a
Shakespeare. O será que al gran Will lo tengo muy leído, y a Caedmon no. Otro
rescate de este libro es cuando se refiere a los “Cuentos de Canterbury”, de
Chaucer, que son una maravilla. El curso de literatura argenta pasa por
Sarmiento, Ascasubi, Almafuerte, Lugones, Güiraldes y el “Martín Fierro” como
si hablara de sus amigos de la otra cuadra. Voy a ir subiendo fragmentos de estos cursos hasta fin de año, etiquetados para la Clínica. Son divertidísimos.
Leímos también dos cuentos de “El informe de Brodie”: “El otro
duelo”, por este asunto que traíamos de la clase anterior referido a los cuchillos,
y “El Evangelio según San Marcos” para ilustrar la crítica al cuento que leyó
Mariano. Creo que leí el primero a los catorce años, bajo el título “Carrera de
degollados”, pero no estoy muy seguro. Pati aportó este textito que ella jura
que es de Borges, y por eso lo pongo por acá:
“EL PUÑAL
En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del
siglo pasado. Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del
Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.
Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte
que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que
la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina.
Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha
de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es,
de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los
puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.
En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas,
interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se
anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada
contacto al homicida, para quien lo crearon los hombres.
A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible
o inocente soberbia. Y los años pasan, inútiles.”
Cenamos dos tartas de jamón y queso de mi cosecha, más unos
exquisitos chipás de Alberto, las galletitas de avena y miel a que nos tiene
acostumbrados Lili y unos poderosos snacks de nueces pecanas que trajo Fabián, comprados
en la feria de Agronomía. Va foto, dulce y salado.



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