A raíz de una nota titulada “Transmitir un oficio”, que salió ayer acá en la Milanesa y en La Agenda Revista la semana pasada, regresó a la Clínica la modalidad invitación a cenar que había sido cambiada por el banquete. Uno o dos concurrentes proponen al grupo una cena determinada, y nos cocinan. Ayer a la noche, Pati y Alberto nos convidaron manjares preparados con sus propias manos: empanadas de salmón y puerro y tarta de brócoli y pollo respectivamente. Dos delicias que degustamos con ricos vinos y buena literatura. Pati también le trajo a Pablo, nuestro selenita, un extraño poema de Carlos Drummond de Andrade que se aparta de la temática social existencialista a la que nos tiene acostumbrados. Una joya que parece fake, aunque Pati jura es un regalo verdadero. Va:
CIENCIA FICCIÓN
El marciano se
encontró conmigo en la calle
y tuvo miedo de mi
imposibilidad humana.
¿Cómo puede existir,
pensó para sí, un ser
que en el existir
ponga tamaña anulación de la existencia?
Se alejó el marciano,
y yo lo perseguí.
Tenía necesidad de él
como testigo.
Pero, rehuyendo el
coloquio, se desintegró en el aire constelado de problemas.
Y quedé solo en mí,
de mí ausente.
Me hizo acordar a esas letras de Spinetta que de tanto
extrañamiento no sé si me gustan o no. “La pelicana y el androide”, por
ejemplo. Bué. Pasamos de página porque hoy tenemos un día confuso. Para
embarrarlo más va la receta de la tarta de Alberto: la masa es de esas 9, 9, 9 -harina,
agua, aceite- y semillas. La harina que utilizó es mayormente integral, con un
par de cucharadas de 000. El relleno es pollo salteado con puerros y cebolla,
posteriormente desmenuzado y mezclado con brócoli, algo de coliflor, huevos,
crema, mucha nuez moscada, pizca de sal y de pimienta, daditos de port salut y
roquefort. Manjar.
Como quien no quiere la cosa presenté también la agenda de
las actividades que nos faltan, que incluye una invitación al Gaumont a una
peli en la que actuamos con la doctore Sanjurjo, y un evento fantasma
que solamente nosotros sabemos de qué va (shhhhh). Fechas, horarios y lugares:
1.- Proyección de “El Ariston”. Hoy viernes, 20 hs, en la
Catedral del INCAA.
2.- El 19/10 tendremos de visita a Mori Ponsowy, que nos va
a contar cómo fabricó esa maravilla llamada “Okásan”.
3.- El 1/12 evento secretísimo con nombre cursi; iremos
todos. En bar y horario a confirmar.
4.- El 3/12 “Soy mi propio invitado”. A pedido de las chicas
del grupo, un galán maduro que dice ser escritor leerá cuatro cuentos inéditos
que aparecerán en su próximo libro. Esta injuria funciona como clase yapa,
habrá una torta de Moi, mucho café y champán. Y con eso cerraremos esta segunda
edición de la Clínica de Cuentos del Galpón Estudio sin habernos puestos ni un
minuto viejos.
Ahora vamos con los cuentos. Centré la atención en ejemplos
que ponderaran objetos, y los volvieran fetiches o singulares. “En la ficción,
el poder de un objeto depende de su capacidad para distorsionar la realidad”,
dice Piglia en el prólogo al libro de Ana Basualdo de la serie del
recienvenido. De allí leímos “Oldsmobile 1962”, y le hicimos un análisis
pormenorizado. Qué bueno que estén Fabiana y Pati en el grupo, sicología
aplicada, la primera por lo que estudió y la segunda por lo que descargó en
sesiones. Me hicieron llegar a esta conclusión: el Oldsmobile de Ana es igual
al padre de Ana. Indiferente, pedante, inútil y mal avenido. Autoritario.
Falso. Conozco gente así, capaz de destruir, o al menos querer destruir tus
sueños por envidia. No conocía un cuento que lo contara tan de coté,
disimuladamente. Me hizo acordar a “Donas” de Leanne Shampton, con la
diferencia de que en ella el problema era con la madre.
Alberto leyó un texto personalizando un cuchillo y yo reuní lo que me faltaba de los ejemplos para consensuar con lo que Piglia piensa de los objetos en la ficción. Pasaron dos cuentos de Manucho Mujica Láinez: “El hombrecito del azulejo” y “El brazalete”. Pati aportó un interesante texto de Ezequiel Martínez Estrada. Lo vinculo por acá porque a último momento cambié un cuento de él, “La inundación”, por el de Basualdo que me servía para justificar el tema central de la clase, lo que quería discutir esta vez.
Continuamos con más mulánimas, dando el tema por
finiquitado. Hubo una minimulánima de Fabiana, una cósmica de Pablo y la
mía, “Mi mulánima”. Escribí una versión a lo Tarantino, donde casi nadie queda
vivo. Como hice con el viborón, en algún momento la voy a publicar por estos
pagos. Gracias a todos por escucharme y regalarme tan buenos consejos.
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